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Científicos identifican una hormona que permite adelgazar sin hacer ejercicio

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Expertos de la Universidad del Sur de California, en los Estados Unidos, descubrieron un nuevo tipo de hormona, denominada ‘MOTS-c’, encargada de combatir el aumento de peso y normalizar el metabolismo. Así, consigue lograr los mismos efectos físicos que se obtienen al realizar ejercicios deportivos.

Las hormonas actúan como mensajeros químicos, enviando señales a todo el organismo para desencadenar las respectivas respuestas fisiológicas. La hormona descubierta por los científicos se encarga principalmente de interactuar con el tejido muscular, restaurando la sensibilidad a la insulina, de tal modo que contrarresta la resistencia a ella, inducida por las dietas grasosas y el envejecimiento celular.

Según señaló uno de los investigadores involucrados en el hallazgo, «representa un gran avance en la identificación de nuevos tratamientos para las enfermedades relacionadas con la edad, como la diabetes».

Si bien, hasta el momento, todos los experimentos realizados con la ‘MOTS-c’ fueron llevados a cabo en ratones de laboratorio, la maquinaria molecular con la que funciona en roedores es idéntica a la de todos los mamíferos, entre los que se cuenta al hombre. Está previsto que los ensayos clínicos en seres humanos comiencen en un plazo no mayor a tres años.

Progesterona no ayuda en lesiones cerebrales

cerebro

La terapia con hormona progesterona no es beneficiosa para las personas con lesiones cerebrales traumáticas recientes, según concluyeron dos estudios. Los resultados frustran las esperanzas de apelar a ese tratamiento para hacer frente a un problema que afecta a millones de personas cada año, desde soldados en zonas de guerra hasta víctimas de accidentes automovilísticos.

Las lesiones cerebrales representan más de dos millones de hospitalizaciones o visitas a las salas de emergencia cada año en Estados Unidos y suelen causar incapacitaciones severas. Las bombas a ras de camino han aumentado también el número de soldados que padecen esas lesiones.

Algunos medicamentos pueden mitigar los síntomas, como inflamación, pero no se conoce ninguno que mejore la recuperación a largo plazo y prevenga incapacidades. Experimentos con animales y dos pruebas reducidas alentadoras en seres humanos habían indicado que la progesterona podría servir con ese fin.

La progesterona una hormona sexual femenina que se presume protege los nervios y las células del cerebro de varias maneras, incluso controlando la inflamación después de una herida.

Los dos nuevos estudios se proponían zanjar la cuestión.

En uno, financiado por los Institutos Nacionales de Salud y dirigido por médicos de la Univesidad Emory y el Hospital Grady Memorial en Atlanta, docenas de centros de trauma en Estados Unidos se propusieron enrolar a 1.140 pacientes con lesiones cerebrales de moderadas a severas, en su mayoría víctimas de accidentes carreteros.

Les dieron infusiones de progesterona o un placebo durante cuatro días, empezando dentro de las cuatro horas de producida la herida. Observadores independientes pararon el estudio después que 882 pacientes fueron enrolados y que el tratamiento pareció infructuoso. Los que recibían progesterona también tenían mayor propensión a padecer flebitis, una inflamación en las piernas y los brazos que puede producir coágulos peligrosos.

«Fue un fracaso absoluto», afirmó el Dr. David Wright, de Emory, que se manifestó «asombrado» por el resultado. «Todos esperábamos que fuera un paso adelante».

El segundo estudio involucró a 1.195 pacientes con lesiones cerebrales severas en 21 países, tratados inicialmente dentro de las ocho horas posteriores a la herida y después durante cinco días. Seis meses después, las tasas de muerte e incapacitación eran similares entre los que recibieron placebo o una solución de progesterona elaborada por BHR Pharma, el laboratorio que patrocinó ese estudio. Fue conducido por médicos en la Escuela de Medicina del Hofstra North Shore-LIJ en Nueva York.

Los resultados de ambos estudios se publicaron en línea el miércoles en la New England Journal of Medicine.

 

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