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Gioconda San Blas

Sebastián de la Nuez May 16, 2018 | Actualizado hace 6 años
La siembra de Gioconda San Blas

FOTO: Oswer Díaz Mireles

 

Investigadora del IVIC durante toda su vida laboral, ahora preside la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Gioconda San Blas no se va del país, selecciona junto a sus compañeros académicos a los científicos que merecen ser premiados y que siguen en Venezuela. Tiene una bella experiencia que contar de los días en que dirigió Ciencia y Tecnología de la Gobernación de Miranda en manos de Capriles y Maragall

 

Sebastián de la Nuez

@sdelanuez

Se va quedando sola: viuda de su marido Felipe San Blas, sus hijos y nietos entre Zulia, el mar y Londres. Quien la acompaña es Agustín, con síndrome de Down. Quizás su casa en San Antonio de los Altos le parezca demasiado grande, quizás tenga momentos de desasosiego; pero lo que transmite es entereza, vitalidad y rigor. Cada vez que se sienta a escribir sus artículos para talcualdigital.com es un parto con dolor. Se exige ante cada palabra, y eso se nota en sus textos, que son, vistos en conjunto, un pormenorizado informe de las iniquidades y brutalidades del poder.

Gioconda San Blas es una científica que alguna vez pensó en ser abogada. La experiencia vivida en la Gobernación de Miranda, a las órdenes del pedagogo Juan Maragall y en tiempos de Henrique Capriles, deberá ser rescatada y emulada en otras partes del país algún día. El proyecto estaba cuando ella llegó al puesto, pero ella lo llevó con entusiasmo y solvencia durante varios años: comenzó a trabajar en la Gobernación como directora de Ciencia y Tecnología en 2011, una vez jubilada del IVIC, y estuvo hasta que el chavismo tomó (o asaltó) la entidad, no hace mucho.

Se resumía en esto: dar razones a los adolescentes para que se les despertara el interés —o, en el mejor de los casos, la pasión— por las ciencias. Sesenta y dos liceos dependían de la Gobernación directamente. En octubre, al comenzar cada año escolar, llegaban los profesionales de la Gobernación a estimular a los docentes, los primeros que había que ganarse para la idea. El asunto era montar una gran feria de ciencia y tecnología estadal y que se premiara a los grupos de estudiantes que presentaran las mejores investigaciones. A medida que se fue conociendo, se incorporaron algunos liceos privados y/o dependientes del Ministerio de Educación.

Echando la vista atrás (ella no sabe si eso ahora ha continuado, probablemente no), Gioconda destaca la entrega de los docentes, siempre remunerados por debajo de lo que merecen. Habla de generosidad cuando se refiere a ellos: incentivaban y organizaban a sus grupos del bachillerato para que asumieran labores de investigación. No era un programa para poner a los adolescentes a descubrir la cura de enfermedades ni cosas fuera de su alcance; simplemente, partiendo de ciertos fundamentos, que se interesaran, que mirasen las posibilidades de aplicar su proyecto o desarrollo dentro de su propio entorno. Todo ello con la asesoría de sus profesores.

El programa fue un logro. Primero, ferias internas en cada liceo donde se escogían los trabajos más meritorios, del ciclo básico y del diversificado. De allí pasaban a las ferias regionales (el estado Miranda se divide en cinco regiones) para seleccionar los tres mejores trabajos de cada una de las regiones: treinta trabajos en total para el gran encuentro mirandino de ciencia y tecnología que se organizaba en mayo, en el campus de alguna universidad caraqueña. Un festín competitivo. Una idea simple para entusiasmar.

 

GIOCONDA PUERTAS ADENTRO

Ella siempre se ha desempeñado en el mundo de la ciencia. Actualmente preside la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Esta institución persevera entregando cuatro premios anuales: Mujeres en Ciencia, Juan Alberto Olivares, Arnoldo Gabaldón para investigadores jóvenes, Luis Manuel Carbonell Parra para asuntos ambientales.

—¿Cómo es eso, en las condiciones en que está el país?

—El hecho de que podamos dar premios, respaldados por un currículo, significa que  se sigue trabajando a pesar de las circunstancias adversas. Eso me da fuerzas para continuar adelante; es una prueba de que seguimos trabajando. Claro que las condiciones ahora son difíciles, pero el hecho es que quedan investigadores en el país que se merecen un premio. La Fundación Polar también sigue dando sus premios, no ha dejado de darlos nunca.

—Te hiciste científica en plena era de la democracia bipartidista. ¿Cómo se trataba a la ciencia en tiempos pre Chávez?

—No era que los políticos le ponían gran atención a la ciencia, pero tenían la vaga noción de que un país sin ella no era lo adecuado, así que los científicos peleaban por sus fondos y al final los lograban. La ciencia era vista, desde el poder, como la guinda de la torta.

—¿Y en cuanto al gobierno de Chávez?

—Fue en el gobierno de Chávez, en 2001, cuando el Ministerio de Ciencia y Tecnología se creó formalmente, su primer ministro fue Carlos Genatios. Hubo compras de equipos, pero no un desarrollo armónico del sector. Se creó la LOCTI, que fue un buen impulso. A lo largo de los primeros cinco años se hicieron varias cosas positivas. Pero no hubo continuidad.

—¿Cuándo te diste cuenta de que Chávez despreciaba la ciencia?

—Una vez, en una alocución, dijo que él no iba a financiar científico tipo Ciro Peraloca. Estaba molesto no me acuerdo por qué. Cuando Chávez botó a un contingente de trabajadores y ejecutivos de PDVSA por televisión, se llevó por delante la estructura del Intevep. Había unos 170 PhD y más de doscientos magísteres. La totalidad de los PhD fueron expulsados. Y de los magísteres hubo una poda de un cincuenta por ciento, al menos. Toda la planta de investigación quedó en nada. Era el núcleo de desarrollo tecnológico de la industria petrolera.

—¿Sientes que el país ha fracasado?

—Hay países que han fracasado y hoy en día son pioneros en el mundo. Un ejemplo es Alemania: mira cómo quedó después de la Segunda Guerra Mundial Uno puede decir que los alemanes tenían otro basamento, que las condiciones eran distintas, pero el punto es otro: podríamos decir, en este momento, que Venezuela es un país fracasado. Pero eso no es una cosa irreversible. Si no fuera optimista, no me hubiera quedado. No he pensado hasta el momento irme del país. Quisiera permanecer aquí, seguir adelante y luchar en lo que me toque. Pienso que ha emigrado mucha gente preparada: hasta hace tres años se decía que habían salido más de 12 mil tecnólogos y científicos. Hoy es mucho más. Pongamos veinte mil, una cifra grande para un país como Venezuela. Han salido, además, como 25 mil médicos. Y más o menos veinte mil ingenieros en diferentes especialidades. Cuando vienes a ver quizás puedas hablar de una población preparada al más alto nivel de unas cien mil personas. Una cifra muy alta para nosotros. Y sin embargo, quedan en el país quienes no se van, dispuestos a seguir para ayudar.

—¿Y si el gobierno cambiara?

—Un día terminará y espero ver el inicio de una nueva era; el país contará con la gente que se ha quedado y también con quienes viven en el exterior. Aun cuando no todos regresen (es ilusorio pensar que todos van a regresar pues cada quien tendrá su vida hecha en otro lado), un porcentaje significativo estará dispuesto a colaborar.

—¿Cómo será eso posible?

—Por ejemplo, en el caso de ciencia y tecnología: ¿cuál es la colaboración? El intercambio. Que muchachos de aquí puedan salir a hacer pasantías allí donde haya venezolanos investigadores, y que estos investigadores entrenen a los nuevos venezolanos en todas las técnicas que han ido aprendiendo allá. O, de repente, se pueden traer venezolanos de afuera a una serie de charlas en las universidades y laboratorios del país. Hay programas en África donde ese tipo de cosas se hace.

 

EL PAÍS QUE DEBE VOLVER

Licenciada en Química en la UCV, siempre mostró inclinación hacia la bioquímica. Tuvo la oportunidad de ingresar en el Ivic desde muy temprano, en un momento en que no había Fundayacucho ni nada de eso; el Ivic ofrecía a los estudiantes trabajar al lado de un investigador y eso fue un gran aprendizaje para ella. De allí la mandaron a Edimburgo a hacer el doctorado. . El doctorado lo hizo en bioquímica, sin haber tomado curso previo. Su tutor, en Escocia, la mandó a dos cursos para nivelarla. Lo superó todo, avanzó, con el título doctoral regresaron ella y el marido a Venezuela. Luis Carbonell, quien luego sería ministro de Ciencia sin cartera, les recordó que en el Ivic les esperaba el Centro de Microbiología Celular. Había un camino abierto puesto que se estaba construyendo el sistema de ciencia y tecnología en Venezuela. Gioconda y Felipe llegaron del exterior con el ánimo propio de quien se dispone a construir un mejor futuro para sí mismo y para su país.

Ahora, su día a día anda entre la presidencia de la Academia y sus artículos. Y sus hijos y sus nietos. Está orgullosa de una exposición que abarca cien años de ciencia en Venezuela. Acaba de salir de la Biblioteca de la UCAB y se dirige a la UCV: “Ciencia: la búsqueda permanente”, se titula.  

—Con otro gobierno, Gioconda, ¿qué habría que hacer en Venezuela ahora?

—Lo primero, meterle el pecho a la educación, de frente. La ciencia es vital para un muchacho de primaria y secundaria. No es solo el conocimiento. Es que el mundo exige disciplina, cumplimiento, trabajar metódicamente. Con ejemplo y tesón vas enseñando esos valores. Ahora que te hablo de eso recuerda  a un muchacho de un sector muy pobre de los Valles del Tuy, que participó en la feria. Llegó a construir drones en el último año, que fue cuando ya nos íbamos y él ya estaba en quinto de bachillerato. Creo que quería seguir la carrera de ingeniería eléctrica. No sé qué habrá pasado con ese muchacho. Venía de un ranchito, en condiciones precarias. Con lo de la investigación se le había ido inculcando el trabajo metódico, sobre todo el no dejarse abatir por las circunstancias negativas.

—La educación es un trabajo a largo plazo, ¿no?

—Cualquier trabajo con educación es para largo, de varias generaciones, cuyo resultado a lo mejor uno no lo va a ver. Pero siembras la semilla. Hay que fortalecer la educación, no solo el conocimiento, los datos; es la formación ciudadana.

—¿Cuáles son las virtudes del venezolano que deben incentivarse?

—La capacidad de emprendimiento. El venezolano, en general, es emprendedor.

Gioconda es una investigadora, una científica, no una persona inclinada a la agricultura. Sin embargo, los valores que ella representa se relacionan con el arado. Y quienes ha tocado con su influencia, por lo visto, llevan su semilla consigo. Tiene esa capacidad. Quizás conozca intuitivamente ese tipo de siembra que no da papas ni arroz, sino que produce al cabo de cierto tiempo eso que ella misma ha dicho: formación ciudadana.

Nov 15, 2017 | Actualizado hace 6 años
Gioconda San Blas: Por la senda científica

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Cuando estudiaba secundaria, Gioconda San Blas, actual Presidenta de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela e investigadora emérita del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), no quería estudiar Ciencias, sino Derecho. Todo parecía encaminarse hacia esa elección hasta que, una mañana, su profesora de Química hizo una encuesta entre sus alumnos sobre qué carrera pensaban estudiar al salir del colegio. Al descubrir que Gioconda quería dedicarse a las leyes, su profesora no sólo se sorprendió, sino que la instó a que lo pensara mejor y estudiara una disciplina científica, en vista de la habilidad que había demostrado en esa área. Ese día fue determinante en la vida de Gioconda San Blas. A tal punto que cuando llegó la hora de inscribirse en la universidad, no lo pensó mucho y escogió la carrera de Química. Elegía, en ese instante, un oficio de por vida. No son pocos los casos en que ciertos profesores poseen el don de revelar la vocación que el alumno ignora.

Gioconda San Blas nació en Caracas el 14 de diciembre de 1943. Estudió la primaria en el San José de Tarbes e hizo su secundaria en Uruguay, en el colegio Santo Domingo de Montevideo. Al volver a su país, empezó a estudiar en la Universidad Central de Venezuela. Allí se graduó como licenciada en Química en 1967, y ese mismo año dio sus primeros pasos en el IVIC. Becada por este instituto, obtuvo en 1972 el doctorado en Bioquímica en la Universidad Heriot-Watt (Edimburgo), donde se especializó en bioquímica y biología molecular del dimorfismo y patogenicidad de hongos patógenos para humanos, tomando como modelo el hongo Paracoccidioides brasiliensis, productor de la micosis más frecuente en América Latina. Al regresar a Venezuela, trabajó como investigadora en el IVIC hasta llegar a ser titular emérita y jefe del laboratorio de micología y también del centro de microbiología y biología celular. Para ese momento, Gioconda San Blas ya había asumido plenamente el mundo científico como un mundo propio, en el que la investigación nunca se detiene y debe estar al servicio de la sociedad.

 

Casada con el también licenciado en Química, Felipe San Blas, Ph. D. en Genética Microbiana, Gioconda San Blas es madre de tres hijos varones que han sabido incorporar a sus vidas el amor por la ciencia inculcado en la familia: Agustín, quien trabaja como asistente de catalogación en la Biblioteca Marcel Roche del IVIC; Ernesto, ingeniero agrónomo, Ph. D. en Ecología e investigador científico en el IVIC; y Felipe, ingeniero químico, Ph. D. en Mecánica de Fluidos, radicado en Londres.

Aunque San Blas posee una evidente afición por la música –sabe tocar piano, guitarra y cuatro, además de poseer un registro de contralto que le ha permitido participar en corales–, afirma que su mayor pasión es la lectura. Aficionada especialmente a los libros de ciencia, historia, filosofía y literatura, señala que Demian de Hermann Hesse y El Principito de Antoine de Saint-Exupéry se encuentran entre sus obras dilectas. Más recientemente, le ha dado por leer en profundidad sobre política nacional e internacional, como una marera de mantenerse al día en esa área y nutrir sus artículos para el diario Tal Cual, donde es columnista desde el año 2011.

En un país donde los gobiernos se han caracterizado por manifestar un desinterés por el ámbito académico de las ciencias, el cual además ha permanecido, hasta una fecha no muy lejana, dominado por hombres, Gioconda San Blas fue la primera mujer que presidió la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (Aficman) –creada en 1917–, a donde ingresó, también pionera, como individuo de número en 2007. Actualmente, su espíritu de compromiso educativo por el país la ha llevado a desempeñarse como directora de la jurisdicción de Ciencia y Tecnología de la Gobernación del Estado Miranda y ha recibido numerosas distinciones, como la Orden Andrés Bello (3era. clase, 1982; 1era. clase, 1996); la Orden Luisa Cáceres de Arismendi (clase única, 1996); y la Orden Hermanos Salias (1era. clase; 2007), entre otros reconocimientos.

“Un investigador –afirma San Blas– que no sepa transmitir su conocimiento a las nuevas generaciones es un ser incompleto”. Por eso, agrega que “estudiar es el centro de cualquier investigador científico, pues el aprendizaje apenas empieza cuando uno se gradúa en la universidad”. Con esa labor que recomienza todos los días, Gioconda San Blas continúa dejando una valiosa huella de saber en la historia de las ciencias en Venezuela.