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Francisco Herrera Luque

¡Arre Herrera Luque, Arre Urogallo!, por Orlando Viera-Blanco

HerreraLuque

 

“Su encanto irreverente por su tierra violentada y profanada, imploraba amarnos hasta morir como insigne desafío” 

 

A dos escritores Venezolanos le preservo incólume admiración por haberles leído desde niño y tener que releerles en estos días a la saga del plasma causal de tanta violencia, desviación y desdén. Son Rómulo Gallegos y Francisco Herrera Luque. Dos sabios a quienes les confiero el mérito de haberme estrenado con no poca cosa: el amor, la historia y el quicio de nuestra razón de ser…

En Doña Bárbara me enamoré de Marisela, la hija no deseada con Lorenzo Barquero. Mujer “cunavichera”  y blanca de orilla, de irreverencia ingobernable, propia de quien habiendo vivido entre el abandono y la incuria, se sobrevino a la belleza y la justicia. En Boves me volví a enamorar. Esta vez de Eugenia. Mujer noble y sensual a la vez, que desanudó el talante indomable de José Tomas, haciéndole cabalgar hacia la muerte en un caballo inexperto, encabritado a la zafra del lanzón que le atravesó el corazón. Así muere el Boves de Herrera. Como el pájaro espino del cantábrico, el Urogallo, desde cuya alegoría el autor diviniza el origen de nuestras cegueras: el desamor.

En las historias “verídicas, fabuladas y verosímiles” de Herrera Luque -al decir de Benedetti- están todas las respuestas a todas las preguntas. Para el psiquiatra historiador no fue suficiente un reporte epistolar de patografías hereditarias. Fue necesario mutar de cientista a novelista, de Viajeros de Indias y la Huella Perenne a la tríada de vocación ficticia, de Los Amos del Valle, Boves el urogallo y la Casa del pez que escupe el agua, para dar con la búsqueda seminal del por qué somos como somos. Comprender la exuberancia socio cultural del país, desde la colonia hasta nuestros días, arrastrada por atavismos, mitos, castas, guerras y taras, iba más allá de cabalgar “papelotes y archivos”. Ya lo advertía otro gran psiquiatra, Olivar Sacks (Awakenings/The man who Mistook his wisfe for a hat) citando a Hipócrates: “las enfermedades no se describen, se cuentan, se narran en vivencias, en perdidas…”

Entonces [Herrera] decidió penetrar las verdades ocultas de la Casa Guipuzcoana, dando vida a Juan Manuel Blanco y Palacio, personaje central de “los amos del Valle”, donde ilustra como 20 familias mantuanas que controlaban la capitanía, justifican luchar por la independencia más por el cacao, que por la libertad. Decide develar los intereses de los banqueros Weleser, encarnados por Felipe Von Hutten-personaje de la Luna de Fausto-a quienes la corona española hipotecó nuestra amazonia de techos dorados o desmigajar las conductas psicopáticas de más de 1200 monarcas y hombrecillos de manto ducal, tras la alucinante sucesión de más de cuatrocientos personajes y 6 siglos, desde Don Pelayo hasta Doña Juana la Loca, los Borbones y los Habsburgo. Todo un enjambre humano de poder, ambiciones, vicios e incestos, que amorfa nuestra trepidante realidad psicosocial. Es lo Herrera Luque no quiso investigar, sino revivir. Por ello dejó que “las ideas y las palabras, por ellas mismas, encontraran su forma…dando vida al novelista que siempre vivió en mi” (Carta Herrera Luque a R. Lovera De-Sola 3/5/1976).

Con el testimonio “fabulado”, Herrera no idolatraba a Boves o a Piar, sino alertaba el origen de su rebeldía, agresividad y demencia. Por eso nos enamora de la sensualidad de una mulata, llamada Venezuela, plasmaba en la Eugenia de Boves, en la María de Rufino de Blanco Fombona (El hombre de hierro), en la María Eugenia Alonso de nuestra Teresa de la Parra, (Ifigenia) o en “su negrita”, como llamaba a su esposa, Margarita. Es la anomia de los miserables convierte en héroes a los impíos, por lo que narra como en el llano, monte adentro, “la imagen del Taita [Boves], continua presente y omnisciente; un caudillo para algunos simpático y dicharachero, que creció en el repudio y la blasfemia de palizas en plaza pública” (Boves en la voz de los viejos. FHL. El Nacional 09/09/71). Entonces Herrera lo condena y lo redime [Boves] entre atrocidades y pasiones desbordadas; la frontera entre el bien y el mal, desde donde el narrador-psiquiatra nos grita desesperadamente: ¡suprimir la barbarie con los afectos, los cariños  y las adhesiones!. Era su encanto irreverente por tierra profanada, donde amarnos hasta morir, será nuestro insigne desafío. Reto que lo agobiaba y le hizo confesar: “No es cosa fácil ni productiva echarle en cara a un pueblo sus lacras e iniquidades por más que una lección semejante sea expresión de amor y de una firme voluntad terapéutica”.

Deseaba rendir tributo a la memoria de un insigne venezolano que se nos fue sin vivir lo que profetizó, pero que su verbo seguirá vivo con su Fundación, ahora en US. Se nos marchó cómo un personaje de sus épicas, haciéndole el amor a Venezuela. Hoy le escucharía decir desde su butaca en la Qta. San Martin de Altamira: “mira a la gente hija, mira a ese viejo hurgando en la basura, a esa señora en la marcha o esos jóvenes ataviados de libertad. ¿Dime si no es una maravilla Mariana? A pesar de las penurias, de los momentos de cambio que vivimos, ¡somos alegres! y así tenemos que seguir. Esa es Venezuela…». Pues nada Don Pancho, como Boves en su arpegio: “!Arre Urogallo, arre Francisco, arre Venezuela! Muy pronto ella renacerá alegre, como tiene que seguir, como no será descrita sino bien narrada…»

 

@ovierablanco

El sabio irreverente: Pancho Herrera Luque por Orlando Viera Blanco

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«Entre papeles, manuscritos y notas fascinantes de Herrera Luque, pongo en mis manos los‎ árboles genealógicos‎ que esbozaban sus historias fabuladas»

Que mejor reencuentro con Caracas que enrostrar su historia. Y que mejor forma de embriagarnos de nuestra ancestralidad, que degustar la obra de quien tanto ha colaborado con nuestra memoria colectiva. Al escribir estas notas, han pasado horas de nuestra visita a la Biblioteca Francisco Herrera Luque (Centro Unesco), en Los Palos Grandes. Y lo primero que invadió mi humanidad, fue la nostalgia por un hombre, que sin haberle conocido, ha marcado una «huella perenne» en este difícil proceso de comprender la venezolanidad.

María Margarita Terán de Herrera Luque, su adorable y eterna compañera, nos recibe en su casa con su acostumbrada amabilidad. «La negrita» como él le apodaba, no escatima en recordarlo apelando a cálidas y audaces anécdotas. Es una mujer de una clase desbordante, propia de una mantuanidad que anhelaba Herrera Luque (noble y generosa) y que de pronto, se reñía con el plasma peninsular y de orilla, que explanaba en sus Amos del Valle, Bolívar de Carne y Hueso o La Luna de Fausto … Una mantuanidad suave y menesterosa, que no desdice de su orgullo de preparar sus platos coloniales. Un hogar que destila incansablemente el linaje venezolano, entre los libros, fotografías familiares y recuerdos. Al tiempo de dedicarse a mantener viva la trascendencia cultural de la obra de Francisco Herrera Luque, su esposa-con sencillez y elegancia-pasa de su butaca a su fogón, para brindarnos un buen café criollo, y vigilar con alegría, como maceraba su gacha flamenquilla. Una mezcla atávica de los tiempos de capitanía, con maíz precocido y cuajada en emulsión, que hoy culminará en un gustoso consomé con picante casero.

Entre papeles, manuscritos y notas fascinantes de Herrera Luque, pongo en mis manos gráficos que esbozaban sus historias fabuladas. Tengo el privilegio de apreciar los diseños y árboles genealógicos de los personajes que inspiran sus obras más leídas, como «La casa del pez que escupe el agua o Los Cuatro Reyes de la Baraja (publicación póstuma)». En la sede de la Fundación FHL, han revivido el espíritu del psiquiatra-historiador, colocando su escritorio, su Olivetti y su cenicero. Me transporto cual surrealismo mágico de su historia fabulada, y de pronto escucho el teclado de su vieja máquina, viéndole en su buró -entre diccionarios y humaredas- contemplando la imagen de Don Juan Manuel De Blanco y Palacios, arquetipo del noble provinciano mantuano, que orgullosamente representaba una casta de 12.000 blancos peninsulares, que absorbían el 95% de la riqueza nacional, siendo tenedores de tierras de café, trapiches y cacao. Veo emerger al Chácharo de la mulera (Gómez) o a pomposas familias, que durante siglos mantuvieron sus privilegios, siendo buenos cortesanos de los gendarmes necesarios…Me cuenta Doña Margarita, cómo intelectuales ladinos, enviaban sus notas a los dictadores, felicitándole por sus «obras y gestiones», pero también cómo pedían ser borrados de toda correspondencia, cuando el caudillo era depuesto. Cuanto surrealismo injustamente tildado de ficción, que al decir de Herrera Luque, comportan»gigantescas indignidades».

Entrando a su Biblioteca de Chacao, me encuentro con un mensaje de puño y letra de Herrera Luque, dirigido a los venezolanos. Impresiona la frescura, vigencia y contundencia de su pensamiento. Transcribo fragmentos: «El pueblo Venezolano ha luchado tesoneramente contra la adversidad. El esfuerzo hecho por siglos no ha sido compensado en forma proporcional, lo que lo ha hecho zamarro y escéptico sobre el final, salvo que un factor imprevisto, dependiente del azar… el Dorado, las perlas, el cacao, el contrabando, la mujer botín, el tesoro enterrado, el amigo ministro, la asonada, el negocito, el petróleo, el peculado, y el 5 y 6, lo saquen de abajo. Dentro factor mágico, el venezolano corriente, es de un realismo atroz. Conoce a ciencia cierta nuestra realidad política. Sabe que la razón es siempre del más fuerte. Juega siempre a ganador. El éxito injustificado de sus iguales lo hace retaliativo y peligroso. Es el momento en que más se aproxima a la revolución-sic- y en especial si su seguridad se angosta… El mejor antídoto es el conocimiento. Destruir mitos y recrear realidades que si existieron, y devolver al mestizo y al negro marginado de su historia, la importancia de su papel en la génesis y en el desarrollo del país. Por realista es receptivo lo que explica…su enorme capacidad de superación. Y el pueblo venezolano respeta en silencio a sus verdaderos héroes y si surgiese un caudillo, el mismo que espera, habría una profunda transformación».

Degustando el «chupe criollo» de María Margarita -pensativo y nostálgico- se me escapó la imagen del ensayista -caraqueño de pura cepa, justo «cuando me iba a comentar» qué pensaba él de todo lo ocurrido en su ausencia…Queda claro que el caudillo vino. Pero lo que sólo dirá la historia, es el alcance, trascendencia y medida de la «profunda transformación». Sigues presente Pancho. ¡Cuánta falta hace vuestra irreverente sabiduría, a nuestra corta memoria…!

@ovierablanco

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