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Consecomercio: Hiperinflación es tan nociva como la inseguridad y el desempleo

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El Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio) considera que la hiperinflación, la inseguridad y el desempleo son tan perniciosos individualmente que, unidos, constituyen el gran reto venezolano a ser contrarrestado con urgencia por el gobierno, la oposición, los empresarios, el sindicalismo y la propia sociedad civil organizada.

La dirigencia empresarial sectorial le atribuye a dicha combinación la relación que provocó los resultados del 2016 con una inflación extraoficial superior a 700%, más de 28.000 venezolanos fallecidos por la expansión de la violencia y una tasa de desempleo que pudiera estar sobre 12%, de la fuerza laboral en condiciones productivas. Todo sin olvidar el sostenimiento recesivo de la economía y que se traduce en el peor de los escenarios: una situación de verdadera estanflación.

En el caso del comercio y los servicios, por su parte, la caída de las ventas el año pasado aún no ha sido cuantificada, porque cada área de trabajo y ubicación regional de las empresas tiene sus propias características. Pero lo cierto es que ello obedeció precisamente al comportamiento inflacionario, la incidencia de la inseguridad y la destrucción de los ingresos familiares. Bien por la propia inflación, como por la inexplicable modalidad con la que se ha tratado de introducir el nuevo cono monetario al sistema transaccional, además de la desaparición de fuentes de trabajo formales y el incremento desenfrenado de la informalización.

Ante ese panorama, preocupa sobremanera la forma como el responsable de atacar las causas de esos graves problemas, el gobierno, insiste en no actuar acorde con lo que le exige dicha realidad. La subestima, la trata de minimizar y, a la vez, propicia situaciones que tienden a fortalecerla.

Para Consecomercio, decisiones como la apertura de casas de cambio en la frontera para supuestamente propiciar modificaciones en la paridad cambiaria, no favorecerán el comercio fronterizo, ni contribuirán a recuperar las condiciones de vida de la población local.

Es un recurso aislado para mantener el control de cambio y justificar su rigidez, a la vez que favorece la centralización administrativa del rentismo petrolero y la exclusión del sector productivo privado, indistintamente de su área: agrícola, pecuaria, industria, comercio y servicios.

En cuanto al cambio del Gabinete Económico y de la presidencia del Banco Central de Venezuela, lucen más como medidas con fines ideológicos y estratégicos para decisiones atadas al avance de la estatización de la economía, antes que a la urgente necesidad de fortalecer la producción nacional, generar empleos y liberar a los consumidores de la obligación de seguir haciendo colas para adquirir bienes.

Con el abastecimiento de bienes importados, principalmente alimentos, se ha tratado de hacer caer la inflación y de evitar precisamente las colas. Pero los altos precios de los productos son calificados por los propios consumidores de bachaquerismo industrial, y de componente destructivo de la producción nacional, como de la distribución comercial formal.

Consecomercio insiste en que hay que atacar las causas del evidente colapso que exhibe la economía nacional y cuyas consecuencias están reflejadas en un proceso inflacionario que lo estimula el desorden fiscal y monetario del país, la caída de la producción y de la productividad, la progresiva desaparición de pequeñas y medianas empresas, como la inevitable expansión de la violencia.

Esa respuesta nacional, desde luego, incluye la urgencia de superar la inmodificable situación de inestabilidad política a que sigue sometido el país, la recurrencia gubernamental a un discurso que anula la confianza en la economía nacional y ahuyenta toda posibilidad de nuevas inversiones privadas nacionales e internacionales.

Es el reto que se le plantea al gobierno, la oposición política, los empresarios, al sindicalismo y a la sociedad civil organizada: revertir esta difícil situación. No ocuparse de hacerlo, equivale a someter a toda la población a un inevitable agravamiento del cuadro inflacionario y de empobrecimiento colectivo, de inseguridad y de imposibilidad de recuperar vivir en un ambiente de paz. Vencer, sin embargo, implica disponer de libertades plenas; no de más restricciones ciudadanas.

Venezuela anda depre,  por Francisco J. Quevedo

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Si Venezuela enfrenta una recesión o una depresión económica, inflación o hiperinflación, o si somos abatidos por eso que llaman «estanflación», es un debate entre economistas que a veces raya en lo semántico, porque cuando uno paga doscientos millones de bolívares, de los viejos, es decir, Bs. 200.000 de los «fuertes» de ahora, por un caucho, no importa si es hiper o no es hiper, es un realero y punto. Y más allá de la dialéctica, de que colectivamente, Venezuela y nosotros todos andamos «depre», no cabe ninguna duda. Eso de que somos «felices» es un cuento, escapismo o es la careta que nos ponemos para que no se nos note la tristeza.

Para entender la semántica, un chiste de Jaimito sirve para aclarar la diferencia entre recesión y depresión. Cuando la maestra le preguntó, dijo: «Recesión, maestra, es cuando por culpa de la crisis usted pierde su empleo. Depresión, maestra, es cuando por culpa de la crisis, mi papá y mi mamá pierden sus empleos y yo tengo que cambiarme a un colegio público.» Todo depende del cristal por que se mira. Es decir, el crimen es solo estadísticas hasta que uno se convierte en estadística, entonces el crimen deja de ser «percepción», como dijo la otrora Defensora del Pueblo, y se convierte en un crimen abobinable, porque usted es la víctima. Ahí si lo siente, tal como se siente la hiperinflación cuando uno paga el mercado.

Como a Jaimito, la crisis, cuando nos toca, nos deprime. Y nos toca a diario, en todo momento. Hay que ver cuáles son los efectos de pasar cuatro o cinco horas al día en cola, y a veces por varios días, para conseguir un producto regulado. ¿Cuánto estrés y pleito familiar no causa el no poder pagar no solo las deudas sino el mercado? Y, de paso, habrá que ver cuáles serán los efectos en nuestras nuevas generaciones por una alimentación tan afectada por la crisis. Y ni hablar de las rabietas que uno coje cuando va a un restaurant y le dicen al traer la cuenta «disculpe, el punto no sirve, solo efectivo» o cuando va al cajero automatico y le dispensa solo Bs. 600 que no sirven para pagar una hamburguesa.

Que la crisis nos afecta lo sentimos en la agresividad de las calles, en el tráfico y en las mismas colas donde la gente se bate a golpes por un pollo, pero la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard lo puntualiza científicamente cuando concluye en un «Estudio de los Efectos del Estrés y Situaciones de Peligro Prolongadas» que estas producen en el individuo, primero, una sensación de impotencia, seguida de dificultad para concentrarse, tensión e irritabilidad, fatalismo, insomnio, lamagnificación de la amenaza (¿Se acuerdan del «invicto»?) y una incapacidad crónica para razonar y generar ideas. ¿Le suenan familiares estos síntomas?

«Una sensación de impotencia», muy bien manejada por el Gobierno, de paso, por el CNE, el TSJ y por toda esa cuadrilla que parece quitarnos la chapita del hombro y decirnos «¡Ajá! ¿Y qué vas a hacer?». Los efectos de la crisis conllevan al maltrato que tantas veces recibimos de empleados públicos y privados quienes deberían servirnos, sea en un restaurant o en una taquilla. Andan molestos, y la pagan con uno. Y es por todo eso que los dirigentes, gerentes y empresarios parecen incapaces de concentrarse y generar soluciones. Muchos andan atrincherados, como esperando que todo pase. Y otros se fueron.

Esto debe parecer una pesadilla para quienes han perdido familiares al crimen, para los que han sido secuestrados, para quienes han sido expropiados o invadidos. Y todo tiene un efecto acumulativo. Que esta sociedad no haya explotado no significa que no esté a punto de estallar, ojo…

@fjquevedo

 

Contracflación: al borde de la extremaunción, por José Toro Hardy

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La inflación consiste en un aumento general de los precios que ocurre cuando la masa monetaria crece más que la oferta de bienes y servicios. Acontece porque los gobiernos gastan más dinero del que reciben y  obligan a los bancos centrales  a emitir dinero  sin respaldo para financiar el déficit fiscal.
Cuando los gobiernos no toman medidas para corregir esta peste, sus niveles se expanden hasta transformarse en una «inflación galopante». En esos niveles estuvo Venezuela.
Pero cuando algún gobierno, por razones de ignorancia, populismo o incompetencia no sólo no enfrenta el mal sino que lo alimenta, el mismo inexorablemente avanza como una gangrena. Se llega entonces a la temida «hiperinflación». Esta es ya una enfermedad terminal y se diagnostica cuando el nivel de los precios crece por encima del 50% mensual. Allí podría encontrarse Venezuela de acuerdo con algunos indicadores. De hecho, el FMI estima que este año la inflación alcanzará al 720%.
Sin embargo, en los procesos hiperinflacionarios las economías suelen lucir recalentadas. La actividad económica es a veces esquizofrénica porque los gobiernos la han sobre estimulado y la velocidad de circulación del dinero es acelerada porque la gente quiere desprenderse del mismo y convertirlo en otros bienes o en dólares.
Pero en nuestro país tenemos que considerar  la posibilidad de que hayamos caído en un mal aún peor que se conoce como «estanflación», es decir, estancamiento con inflación. Fue documentada por primera vez en Inglaterra y provoca en 1979 la caída del gobierno Laborista de James Callagham.  Surge cuando un gobernante opta por aplicar políticas expansivas con el objeto de estimular la economía, incurriendo para ello expresamente en un déficit fiscal que es financiado por el  banco central. A partir de un momento determinado la inflación sigue creciendo de manera desbocada, mientras la economía se estanca.
Se trata de una dolencia económica maligna porque todas las medidas que se pueden tomar para curar la inflación agravan el estancamiento; pero a la inversa, las medidas que se pueden tomar para atacar el estancamiento agravan la inflación. En Latinoamérica muchos países padecieron de esta malignidad en la década de los 80. Por cierto, ni uno solo de esos gobiernos de la llamada «Década Perdida»  pudo sobrevivir al mal.
Lo que padece hoy Venezuela es todavía mucho más grave que una estanflación. Como antes se dijo, cuando hay hiperinflación las economías suelen lucir hiperactivas y padecen de fiebre alta que se manifiesta con el crecimiento desbocado de los precios. Ahora bien, en los casos de estanflación, los precios siguen desbocados pero las economías se estancan.
Nuestra economía no está estancada. Está en un agudo proceso de contracción. De hecho el FMI estima que este año se contraerá en un 8%, a la vez que padecerá, como ya se dijo, un brutal aumento de los precios calculados en un 720%.
Estamos hablando pues de un cáncer de una gravedad extrema que hasta ahora no ha sido  suficientemente descrito por la ciencia económica. Sus síntomas son evidentes y se perciben en la desesperación de la gente que siente que se quedó sin futuro y que se les ha robado el poder adquisitivo a sus ingresos. Los costos no guardan relación con los precios y estos se han divorciado de los salarios. A la vez el valor de la moneda se diluye como sal y agua entre las manos. El mercado negro campea por sus fueros. La economía ha caído en un estado caótico abatida por  perversas políticas económicas (expropiaciones, control de cambios, control de precios, etc),  así como por la destrucción de PDVSA y por la caída del petróleo. El aparato productivo desmantelado induce una escasez perniciosa que lleva a miles y miles de venezolanos a pasar días y noches en angustiosas colas  «a ver qué se consigue». Pero la escasez es cada vez mayor por la sencilla razón de que se produce cada vez menos y de que ya no hay dólares disponibles para importar. Por la misma razón tampoco hay medicinas y muchos laboratorios se han ido del país, tal como lo están haciendo las líneas aéreas y multitud de empresas han cerrado dejando una secuela de desempleo. Las reservas internacionales en poder del BCV se esfuman.
Tampoco hay materias primas, ni insumos, ni equipos, ni repuestos, ni tantas otras cosas que requiere el funcionamiento normal de una economía. Hemos caído pues en un círculo vicioso de empobrecimiento que se profundiza y adquiere velocidad tal cual un remolino líquido que se hunde en un drenaje. La sociedad cae en extremos de pesimismo y ha llegado al límite de su paciencia.
Habría que acuñar una nueva palabra para describir esta metástasis económica: «Contracflación», un término que nos hace pensar que, o reaccionamos ya, o llegó la hora de la extremaunción de nuestra economía.

@josetorohardy

petoha@gmail.com

De la hiperinflación a la estanflación José Toro Hardy
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Venezuela está viviendo la  crisis más profundas de su historia republicana. Una de sus expresiones más graves es la inflación.
La inflación es una aumento generalizado de todos los precios. Es provocada por una exagerada emisión de dinero y es el resultado de gobiernos que, ignorando la autonomía de los bancos centrales,  los obligan a emitir dinero sin respaldo para poder cubrir el déficit fiscal.
 Imaginemos la economía como una balanza. En uno de sus platillos  vamos a colocar el valor de todos los bienes y servicios que se producen y se prestan en el país. En el otro platillo colocaremos la cantidad de dinero que circula (M2). Ahora bien, si para cubrir su déficit fiscal el gobierno obliga al Banco Central a emitir dinero sin respaldo, nuestra imaginaria balanza perderá su equilibrio.  Habrá muchos más bolívares circulando que bienes se pueden obtener en la economía. El resultado inevitable es que el precio de los bienes subirá y, mientras mayor sea la cantidad de dinero que se emita, mayor será la inflación. Por eso Venezuela padece hoy la inflación más alta del mundo porque,  violando los más elementales principios de la economía, se están imprimiendo ingentes cantidades de bolívares que no tienen ningún respaldo. El año pasado, la cantidad de dinero que circula se duplicó.
 En nuestro caso, lo más triste es que el principal responsable de la inflación en el país es PDVSA que, de contribuir antes con el mantenimiento de todos, pasó hoy a ser mantenida por todos. Y es que el déficit en el flujo de caja de la empresa fue tan brutal  que llegó a superar los 19 mil millones de dólares al año.  El BCV debió imprimir cada año el equivalente en bolívares para que PDVSA  pudiese seguir operando.  Eso lo pagamos todos con la inflación. El crecimiento de la masa monetaria inevitablemente desequilibró nuestra balanza y desbocó los precios.
 No es sólo PDVSA. Lo mismo ocurrió con todas las empresas del estado -todas en rojo- y también con el monumental déficit del gobierno central.
 Ante el incumplimiento de PDVSA de muchas de sus deudas comerciales, se teme un default en el pago de sus bonos. Se comenta que por consejo de un dogmático personaje español vinculado a Podemos –Alfredo Serrano-  PDVSA estudia la imposición de un “canje hostil” de sus bonos.  ¿Qué quiere decir esto? Pues bien, que a los tenedores de bonos de la empresa se les impondría un canje por otros con plazos más largos y un perfil diferente. Quienes no acepten podrían demandar y nuestros activos en el exterior quedarían en riesgo.
 El resultado de tanto radicalismo y dogmatismo en el manejo de la cosa pública es el descalabro que padece el país.
 Podríamos decir que hasta hace poco la inflación en Venezuela era “galopante” (así se define cuando alcanza hasta dos dígitos). Pero en estos momentos el mal se agrava a pasos agigantados y el país se está adentrando en una enfermedad monetaria mucho más severa: la “hiperinflación”.
 Me preguntaba  Andrés Oppenheimer  en un foro internacional que en qué momento caería Venezuela en hiperinflación. Los economistas solemos definir ese padecimiento cuando la inflación alcanza tasas del 50% mensual. El Fondo Monetario Internacional estima que este año la inflación en Venezuela será del orden del 720% y el año que viene del 2.200%. De manera que justamente en estos momento el país se está abalanzando vigorosamente hacia un precipicio hiperinflacionario. Todos los venezolanos lo estamos sintiendo.
 Pero mucho más que el fenómeno descrito me aterra pensar que rápidamente podemos caer en un mal infinitamente peor: “la estanflación”. Eso fue lo que le respondí a Oppenheimer.
 Ese es  el peor cáncer que puede sufrir una economía. Ocurre cuando las elevadas tasas de inflación coexisten con un estancamiento económico o, peor aún, con una caída del PIB. Pues bien, ese es el escenario al cual nos estamos dirigiendo. El FMI considera que tendremos una caída del PIB del orden del 8% junto con una inflación del 720%.   Todos los equilibrios macroeconómicos se desarticulan. Desaparece la posibilidad de calcular costos y los precios se divorcian de los salarios. El mercado negro se expande y la población cae abatida por la escasez.  En medio de ese drama, casi todas las medidas que se pueden tomar para curar la inflación  agravan el estancamiento y, a la inversa, casi todas las medidas que se pueden tomar para curar el estancamiento, agravan la inflación. Se termina produciendo una ruptura del tejido social.
 Los países del cono sur padecieron situaciones como esas en los 80. Ni uno solo de esos gobiernos pudo sobrevivir.  Afortunadamente casi todos optaron por llamar a elecciones y entregar.  De hecho, el único gobernante del mundo que ha podido sobrevivir a una estanflación fue  un dictador  africano salvaje: Mugabe de Zimbabwe.
 petoha@gmail.com
May 09, 2015 | Actualizado hace 9 años
La opacidad del BCV -  Por Jesús Casique

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 Jesús Casique | @jesuscasique1

La Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela No. 38.902 del 3 de abril de 2008 establece en su artículo 4 el Índice Nacional de Precios (INPC) será divulgado mensualmente dentro de los primeros diez (10) días de cada mes.

El directorio del Banco Central de Venezuela causando profundo daño a la imagen del país, refleja altos niveles de Riesgo País 2.159 (Fuente Ambito). El oscurantismo de las cifras no es suficiente para ocultar el proceso de “estanflación económica” que atraviesa Venezuela.

Los países de la región publicaron cifras del mes de abril, el único continuo ocultando data es Venezuela.

A continuación las cifras de inflación:

Inflación Abril:

Perú 0,37%. Uruguay 0,57%. Paraguay -0,1%. Colombia 0,54%.  Bolivia -0,43%. Ecuador 0,84%. Chile 0,6%. Brasil 0,71%. Venezuela ¿ ?

Inflación acumulada Enero – Abril:

Perú 1,55%. Uruguay 4,65%. Paraguay 0,9%. Colombia 2,95%. Bolivia 0,38%. Ecuador 2,48%. Chile 1,6%. Brasil 4,56%. Venezuela ¿ ?

Inflación anualizada abril 2015 – abril 2014:

Perú 2,98%. Uruguay 8,23%. Paraguay 2%. Colombia 4,64%. Bolivia 4,14%. Ecuador 4,32%. Chile 4,1%. Brasil 8,17%. Venezuela ¿?

 

Profesor Jesús Casique
Twitter: @jesuscasique1
Correo: jesuscasique66@gmail.com