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EN POLÍTICA, EL MANEJO DE LAS URGENCIAS CONSTITUYE UN PROBLEMA DE SERIAS CONNOTACIONES. Habida cuenta que la dinámica sobre la cual se incitan las urgencias, aunque diferente de las necesidades, es tan vertiginosa que, muchas veces, se obvian razones. Más, cuando éstas lucen parecidas a implicaciones de dichas urgencias, pues no hay forma precisa de distinguir no sólo desde sus divergencias. También, porque en medio de esa situación tienden a enredarse problemas bien estructurados con problemas no bien estructurados. Estos hace que las posibilidades de plantear rutas para escapar de embrollos que obstaculizan criterios para validar capacidades de gobierno, se tornen profundamente confusos. Y hasta por otro lado, se acentúen disconformidades o que continúen acumulándose distorsiones que coadyuvan a enrarecer procesos políticos, sociales y económicos.

Pero cuando ese mismo manejo de urgencias se advierte desde la perspectiva de los cambios políticos que caracterizan todo devenir consumado por la cotidianidad, los procesos de transformación del sistema político adquieren las capacidades necesarias para contener o acelerar circunstancias capaces de movilizar condiciones que se dirigen a irrumpir o circundar las realidades predominantes.

Situaciones de esta naturaleza, provocan no sólo ruidos cuyo eco puede alcanzar ámbitos políticos indistintamente de la distancia ideológica o física a la que estén. Asimismo, pueden afectar normativas, mecanismos de participación o de competencia política que inciden en la conducción de estamentos político-institucionales.

Precisamente, esa aglomeración de hechos es lo que está caracterizando a Venezuela. toda vez que la situación política que determina su discurrir, tiende a modificarse. Y así sucede tantas veces, a la misma velocidad que las coyunturas se vuelven cómplices de las delicadas condiciones dominantes al momento que están suscitándose.

El estado de movimiento que desde el inicio del nuevo año, 2019, está viéndose en el país, está describiendo un conjunto de factores políticos cuya capacidad de inducir cambios al sistema político nacional es indiscutible. Y hasta, inexorable y favorable. Ni siquiera los esfuerzos del actor político imbuido en el poder, podrían revertir los daños y secuelas que la enorme crisis política y económica, ha motivado y ocasionado.

El juego político venezolano, cambio de escenario. El ambiente sobre el cual éste venía dándose hasta diciembre de 2018, ahora es estructuralmente distinto. El dado empleado en tan crispado juego, rueda con mayor velocidad. Tanto que el resultado no sólo se guía por una numeración propia del referido azar, sino que también el efecto de su marcado o respuesta es casi instantáneo.

Esta manera  de referir la dinámica del juego político, deja ver el abrupto cambio que ha conllevado el comportamiento de los actores (jugadores enfrentados) en la palestra. Igualmente, ha cambiado su discurso, el estilo de imputar hechos cuestionados. La narrativa política acusada ante la ofensiva del otro. Los tiempos de respuestas. Las reacciones. En fin, todo ello configura una conjugación de consideraciones que exponen de cada actor, su talante. Bien porque se muestra despótico y degradante. O porque sigue una pauta democrática y respetuosa.

Por ejemplo, del actor ungido de “usurpador” luce una actitud muy alejada de lo que configura su discurso en el cual hace gala de elementos relacionados con el concepto de “democracia” sin que su respuesta se vea asociada con la praxis correspondiente. Por su parte, el actor investido constitucionalmente, manifiesta una conducta acorde con el clamor de una población oprimida por hambre y enfermedades. O porque es castigada por servicios públicos inexistentes, deteriorados o menguados en cuanto a su funcionamiento. Además, se manifiesta bajo un discurso amparado en la legitimidad que le dispensa el derecho mismo a expresarse de cara a libertades reclamadas.

Son varios los escenarios donde el juego político es confrontado. El escenario internacional, el económico y el social, con ventaja para el actor constitucional. El escenario militar o de fuerza, y el de un retenido poder político, con ventaja para el actor usurpador. Sin embargo, al momento de medir el equilibrio, al hacer “pulso” ambos contrincantes, el fiel de la balanza busca, naturalmente, inclinarse hacia el actor ganador.

Según la teoría de las probabilidades estadísticas, utilizada como guía metodológica para regular el necesario proceso de observación en manos de un tercer actor que juega al papel de “evaluador”, y que es la población afectada por el agravio proferido por el poder usurpado, el fiel comienza a apuntar hacia el lado del actor constitucional.

De esta disertación, explicada lineal o llanamente, se busca que su comprensión logre esquematizar o dibujar lo que en Venezuela sería el resultado obtenido de una rápida lección sobre cómo se conduce la política en la actual coyuntura.

 

@ajmonagas