¡Hola pornografía, un gusto conocerte!
Decir “hola” a la pornografía implica mirarla de frente y entender su impacto real en nuestras vidas y en la sociedad
La pornografía se ha normalizado al punto de convertirse en un elemento cotidiano de la cultura contemporánea, al que rara vez se le cuestiona su impacto real. Está profundamente integrada en el entretenimiento y las interacciones digitales, incluso se la percibe como una forma natural de explorar la sexualidad. Sin embargo, esta percepción ignora las implicaciones éticas, psicológicas y sociales que conlleva.
Hablar de la pornografía desde una perspectiva crítica es una oportunidad de reflexionar sobre sus efectos en la construcción de una sexualidad libre de opresión y violencia, y sobre cómo podemos fomentar relaciones sexuales y afectivas más igualitarias y respetuosas.
Desde la psicología feminista, es fundamental analizar las trampas psicológicas y sexuales que esta industria multimillonaria nos ofrece. Aunque promete placer, exploración y fantasía, en realidad perpetúa dinámicas de poder desiguales, refuerza estereotipos de género dañinos y tiene efectos nocivos en nuestras relaciones íntimas y nuestra percepción de la sexualidad.
La pornografía suele representar el sexo como un acto mecánico y carente de emocionalidad. En estas narrativas, los cuerpos son cosificados, y a las mujeres, en particular, se les retrata como objetos de deseo masculino, lo que refuerza la idea de que el valor de las mujeres está condicionado a su capacidad de satisfacer las expectativas sexuales masculinas.
Su consumo constante afecta nuestra manera de concebir el sexo y las relaciones. La pornografía puede desensibilizar a las personas, generando insatisfacción con sus parejas reales y expectativas irreales sobre el cuerpo, las prácticas sexuales y las dinámicas afectivas.
La pornografía ofrece una gratificación inmediata que puede convertirse en una trampa psicológica. Su consumo frecuente activa el sistema de recompensa del cerebro, creando un ciclo adictivo que afecta la capacidad de experimentar intimidad en el mundo real. Esto puede llevar a la desconexión emocional y al aislamiento, impactando negativamente en las relaciones de pareja y en la autoestima.
Además, la pornografía refuerza dinámicas sexuales basadas en la dominación y la sumisión, glorificando prácticas que no necesariamente respetan los principios del consentimiento y la reciprocidad. La “normalización” de estas prácticas, especialmente entre jóvenes, contribuye a la perpetuación de relaciones abusivas y comportamientos sexuales poco saludables.
Es imposible hablar de pornografía sin mencionar el comercio sexual que la sostiene. Muchas veces, los actores y actrices no están en estas producciones por elección libre, sino como resultado de condiciones de vulnerabilidad económica, explotación y coerción. Esta realidad nos enfrenta a una pregunta ética: ¿puede el consumo de pornografía desvincularse de las desigualdades estructurales que lo sustentan?
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Decir "hola" a la pornografía implica mirarla de frente y entender su impacto real en…
Desde el feminismo, cuestionamos una industria que se lucra a costa del dolor y la explotación de cuerpos, en especial de mujeres, niñas y personas de identidades de género diversas. La pornografía no es solo un producto; es parte de un sistema que perpetúa las violencias de género y refuerza las desigualdades globales.
La alternativa feminista no es demonizar la sexualidad ni abogar por la represión, sino promover una educación sexual integral que fomente relaciones basadas en el respeto, la comunicación y el consentimiento. Es necesario que hablemos sobre cómo las dinámicas de poder, las construcciones culturales y las experiencias personales moldean nuestra sexualidad.
Esto implica también cuestionar el papel de la pornografía en nuestras vidas y buscar representaciones eróticas que no perpetúen las desigualdades ni cosifiquen los cuerpos. La sexualidad es un terreno vasto, rico y complejo, que merece ser explorado desde el placer auténtico y no desde las imposiciones de una industria que lucra con nuestras inseguridades y deseos.
Decir “hola” a la pornografía implica mirarla de frente y entender su impacto real en nuestras vidas y en la sociedad. Pero también implica decir “adiós” a las narrativas dañinas y construir una visión de la sexualidad que sea respetuosa, libre y empática.
Desde la psicología feminista, la invitación es clara: reconectemos con nuestras necesidades y deseos, lejos de las trampas que nos ofrece esta industria.
¿Te atreves a mirar más allá de lo que la pornografía quiere mostrarte?
Magdymar León Torrealba | Psicóloga clínica, feminista, investigadora, docente de la maestría en Estudios de la Mujer de la UCV y coordinadora de AVESA, Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa.
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