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¿Cómo ser un candidato popular en la Venezuela de 2023?

El candidato debe ser capaz de construir un nuevo “nosotros”. Una nueva visión integradora que trascienda de las luchas particulares, pero que logre atenderlas

 

@ManuelRoa

Pescar en el chavismo crítico. Romper la polarización. Hablar de las necesidades de la gente sin tanta ideología y abstracciones. Ser capaz de trabajar con todos los actores políticos. Cuatro consejos que pudieron haber servido en algún momento en el país, pero que en 2023 solo debiera atender un candidato que pretenda la irrelevancia política.

La hegemonía chavista hizo aguas. El país donde Chávez seguía siendo el político más popular, incluso luego de haber muerto, ya no existe. La fotografía cambió. Venezuela sigue siendo profundamente pobre, sí, pero cometen un error los que siguen entendiendo pobreza como sinónimo de simpatía socialista. En el país sigue habiendo dos bloques políticos contradictorios, sí, pero se equivocan los que creen que la relación de fuerzas alcanza para seguir hablándole a la ciudadanía en los códigos de la polarización. Los venezolanos coquetean con la antipolítica, sí, pero leen mal el dato los que ven esto como un anhelo ciudadano por discursos y propuestas aterrizadas solo a sus necesidades inmediatas. 

Hablarle a la mayoría del país es sin duda el primer consejo que debe atender un candidato que busca ser popular. Más del 80 % de los venezolanos viven en situación de pobreza. Muchas de estas personas vieron cómo la dictadura los hizo retroceder económica y socialmente, haciéndolos abandonar su estilo de vida de clase media. A otras les quitó cualquier posibilidad de salir de esa situación a través de su propio esfuerzo. Pese a que algunos fueron persuadidos por el discurso del Estado protector, promovido por el chavismo, la realidad demoledora los hizo tomar conciencia de que esa no era la receta y están ávidos de un discurso que les explique qué camino alternativo existe. Un discurso novedoso y contrastante a la hegemonía agonizante resulta hoy mucho más rentable electoralmente que uno que juegue a ser una mala copia de los causantes de la destrucción del país.

El candidato tiene que dejar la pretensión de pescar en el famoso “chavismo crítico”. Hoy el chavismo tiene, según las principales encuestas, un techo electoral que ronda los 25 puntos, sumando tanto a su voto duro, como a sus bases disidentes. Ya no es solo innecesario intentar pescar ahí, sino que además resulta inoportuno e inconveniente. Venezuela es hoy un país antichavista. Realidad que también confirma lo inadecuado de insistir en usar los códigos de la polarización. Anclar el relato en la reconciliación entre chavistas y opositores es una estrategia que ya no encuentra interlocutores. La línea discursiva de la unidad nacional y el reencuentro consigue un mejor terreno en la posibilidad de reunir a la diáspora, que supera los 7 millones de venezolanos, con quienes aún viven en el país. Esa es hoy la mayor fractura de la nación

Si bien, para empresas como Delphos, hoy la mayoría del país no logra identificarse ni con el chavismo, ni con la oposición, cometería un error el candidato que crea que este grupo de posibles electores va a responder a los incentivos propios de un centro político desideologizado. Este 39,8 % de venezolanos debiera entenderse a través del clivaje arriba/abajo y no en el tradicional derecha/izquierda. Estas personas rechazan al chavismo por obvias razones, y a la oposición tradicional por las frustraciones del pasado y en gran medida por vincularla con los intereses de la misma dictadura. Los ven como corresponsables de que en el país nada cambie. La estrategia chavista en este sentido ha sido exitosa. Los candidatos de partidos tradicionales juegan con el terreno en contra y como primer paso tendrán que hacerse cargo de las causas de sus niveles de rechazo. Sin duda, un candidato independiente, o fuera del G4, es una mejor apuesta electoral en la Venezuela de 2023.

El candidato debe ser capaz de construir un nuevo “nosotros”. Una nueva visión integradora que trascienda de las luchas particulares, pero que logre atenderlas. Es cierto que hoy los venezolanos están más dispuestos a luchar por derechos laborales, por el alto costo de la vida o por servicios básicos que en contra de la dictadura. Pero también la posibilidad de luchar contra el gobierno ha crecido en los últimos meses. La candidatura ideal será la que logre hermanar esas muchas demandas en una estrategia dirigida a lograr el fin de la dictadura. No hay mejor pegamento para esto que saber construir al enemigo. Dibujar una línea clara que señale a los responsables de la destrucción del país y convencer que la solución transversal a los múltiples problemas tiene como primer paso la salida de estos de Miraflores. 

La desafección política que ha vivido Venezuela, durante los últimos años, no es definitiva. La vocación democrática empieza a brotar una vez más con este nuevo intento de lucha que tiene enfrente la posibilidad de una elección presidencial el próximo año. Pero convencer a los venezolanos de intentarlo otra vez es una tarea compleja. Novedad, contraste, independencia, confianza y un relato integrador deben ser parte de esta nueva fórmula. 

* Periodista y politólogo. Maestrando en Comunicación Política.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El candidato debe ser capaz de construir un nuevo “nosotros”. Una nueva visión integradora que trascienda de las luchas particulares, pero que logre atenderlas

 

@ManuelRoa

Pescar en el chavismo crítico. Romper la polarización. Hablar de las necesidades de la gente sin tanta ideología y abstracciones. Ser capaz de trabajar con todos los actores políticos. Cuatro consejos que pudieron haber servido en algún momento en el país, pero que en 2023 solo debiera atender un candidato que pretenda la irrelevancia política.

La hegemonía chavista hizo aguas. El país donde Chávez seguía siendo el político más popular, incluso luego de haber muerto, ya no existe. La fotografía cambió. Venezuela sigue siendo profundamente pobre, sí, pero cometen un error los que siguen entendiendo pobreza como sinónimo de simpatía socialista. En el país sigue habiendo dos bloques políticos contradictorios, sí, pero se equivocan los que creen que la relación de fuerzas alcanza para seguir hablándole a la ciudadanía en los códigos de la polarización. Los venezolanos coquetean con la antipolítica, sí, pero leen mal el dato los que ven esto como un anhelo ciudadano por discursos y propuestas aterrizadas solo a sus necesidades inmediatas. 

Hablarle a la mayoría del país es sin duda el primer consejo que debe atender un candidato que busca ser popular. Más del 80 % de los venezolanos viven en situación de pobreza. Muchas de estas personas vieron cómo la dictadura los hizo retroceder económica y socialmente, haciéndolos abandonar su estilo de vida de clase media. A otras les quitó cualquier posibilidad de salir de esa situación a través de su propio esfuerzo. Pese a que algunos fueron persuadidos por el discurso del Estado protector, promovido por el chavismo, la realidad demoledora los hizo tomar conciencia de que esa no era la receta y están ávidos de un discurso que les explique qué camino alternativo existe. Un discurso novedoso y contrastante a la hegemonía agonizante resulta hoy mucho más rentable electoralmente que uno que juegue a ser una mala copia de los causantes de la destrucción del país.

El candidato tiene que dejar la pretensión de pescar en el famoso “chavismo crítico”. Hoy el chavismo tiene, según las principales encuestas, un techo electoral que ronda los 25 puntos, sumando tanto a su voto duro, como a sus bases disidentes. Ya no es solo innecesario intentar pescar ahí, sino que además resulta inoportuno e inconveniente. Venezuela es hoy un país antichavista. Realidad que también confirma lo inadecuado de insistir en usar los códigos de la polarización. Anclar el relato en la reconciliación entre chavistas y opositores es una estrategia que ya no encuentra interlocutores. La línea discursiva de la unidad nacional y el reencuentro consigue un mejor terreno en la posibilidad de reunir a la diáspora, que supera los 7 millones de venezolanos, con quienes aún viven en el país. Esa es hoy la mayor fractura de la nación

Si bien, para empresas como Delphos, hoy la mayoría del país no logra identificarse ni con el chavismo, ni con la oposición, cometería un error el candidato que crea que este grupo de posibles electores va a responder a los incentivos propios de un centro político desideologizado. Este 39,8 % de venezolanos debiera entenderse a través del clivaje arriba/abajo y no en el tradicional derecha/izquierda. Estas personas rechazan al chavismo por obvias razones, y a la oposición tradicional por las frustraciones del pasado y en gran medida por vincularla con los intereses de la misma dictadura. Los ven como corresponsables de que en el país nada cambie. La estrategia chavista en este sentido ha sido exitosa. Los candidatos de partidos tradicionales juegan con el terreno en contra y como primer paso tendrán que hacerse cargo de las causas de sus niveles de rechazo. Sin duda, un candidato independiente, o fuera del G4, es una mejor apuesta electoral en la Venezuela de 2023.

El candidato debe ser capaz de construir un nuevo “nosotros”. Una nueva visión integradora que trascienda de las luchas particulares, pero que logre atenderlas. Es cierto que hoy los venezolanos están más dispuestos a luchar por derechos laborales, por el alto costo de la vida o por servicios básicos que en contra de la dictadura. Pero también la posibilidad de luchar contra el gobierno ha crecido en los últimos meses. La candidatura ideal será la que logre hermanar esas muchas demandas en una estrategia dirigida a lograr el fin de la dictadura. No hay mejor pegamento para esto que saber construir al enemigo. Dibujar una línea clara que señale a los responsables de la destrucción del país y convencer que la solución transversal a los múltiples problemas tiene como primer paso la salida de estos de Miraflores. 

La desafección política que ha vivido Venezuela, durante los últimos años, no es definitiva. La vocación democrática empieza a brotar una vez más con este nuevo intento de lucha que tiene enfrente la posibilidad de una elección presidencial el próximo año. Pero convencer a los venezolanos de intentarlo otra vez es una tarea compleja. Novedad, contraste, independencia, confianza y un relato integrador deben ser parte de esta nueva fórmula. 

* Periodista y politólogo. Maestrando en Comunicación Política.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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El candidato debe ser capaz de construir un nuevo “nosotros”. Una nueva visión integradora que trascienda de las luchas particulares, pero que logre atenderlas

 

@ManuelRoa

Pescar en el chavismo crítico. Romper la polarización. Hablar de las necesidades de la gente sin tanta ideología y abstracciones. Ser capaz de trabajar con todos los actores políticos. Cuatro consejos que pudieron haber servido en algún momento en el país, pero que en 2023 solo debiera atender un candidato que pretenda la irrelevancia política.

La hegemonía chavista hizo aguas. El país donde Chávez seguía siendo el político más popular, incluso luego de haber muerto, ya no existe. La fotografía cambió. Venezuela sigue siendo profundamente pobre, sí, pero cometen un error los que siguen entendiendo pobreza como sinónimo de simpatía socialista. En el país sigue habiendo dos bloques políticos contradictorios, sí, pero se equivocan los que creen que la relación de fuerzas alcanza para seguir hablándole a la ciudadanía en los códigos de la polarización. Los venezolanos coquetean con la antipolítica, sí, pero leen mal el dato los que ven esto como un anhelo ciudadano por discursos y propuestas aterrizadas solo a sus necesidades inmediatas. 

Hablarle a la mayoría del país es sin duda el primer consejo que debe atender un candidato que busca ser popular. Más del 80 % de los venezolanos viven en situación de pobreza. Muchas de estas personas vieron cómo la dictadura los hizo retroceder económica y socialmente, haciéndolos abandonar su estilo de vida de clase media. A otras les quitó cualquier posibilidad de salir de esa situación a través de su propio esfuerzo. Pese a que algunos fueron persuadidos por el discurso del Estado protector, promovido por el chavismo, la realidad demoledora los hizo tomar conciencia de que esa no era la receta y están ávidos de un discurso que les explique qué camino alternativo existe. Un discurso novedoso y contrastante a la hegemonía agonizante resulta hoy mucho más rentable electoralmente que uno que juegue a ser una mala copia de los causantes de la destrucción del país.

El candidato tiene que dejar la pretensión de pescar en el famoso “chavismo crítico”. Hoy el chavismo tiene, según las principales encuestas, un techo electoral que ronda los 25 puntos, sumando tanto a su voto duro, como a sus bases disidentes. Ya no es solo innecesario intentar pescar ahí, sino que además resulta inoportuno e inconveniente. Venezuela es hoy un país antichavista. Realidad que también confirma lo inadecuado de insistir en usar los códigos de la polarización. Anclar el relato en la reconciliación entre chavistas y opositores es una estrategia que ya no encuentra interlocutores. La línea discursiva de la unidad nacional y el reencuentro consigue un mejor terreno en la posibilidad de reunir a la diáspora, que supera los 7 millones de venezolanos, con quienes aún viven en el país. Esa es hoy la mayor fractura de la nación

Si bien, para empresas como Delphos, hoy la mayoría del país no logra identificarse ni con el chavismo, ni con la oposición, cometería un error el candidato que crea que este grupo de posibles electores va a responder a los incentivos propios de un centro político desideologizado. Este 39,8 % de venezolanos debiera entenderse a través del clivaje arriba/abajo y no en el tradicional derecha/izquierda. Estas personas rechazan al chavismo por obvias razones, y a la oposición tradicional por las frustraciones del pasado y en gran medida por vincularla con los intereses de la misma dictadura. Los ven como corresponsables de que en el país nada cambie. La estrategia chavista en este sentido ha sido exitosa. Los candidatos de partidos tradicionales juegan con el terreno en contra y como primer paso tendrán que hacerse cargo de las causas de sus niveles de rechazo. Sin duda, un candidato independiente, o fuera del G4, es una mejor apuesta electoral en la Venezuela de 2023.

El candidato debe ser capaz de construir un nuevo “nosotros”. Una nueva visión integradora que trascienda de las luchas particulares, pero que logre atenderlas. Es cierto que hoy los venezolanos están más dispuestos a luchar por derechos laborales, por el alto costo de la vida o por servicios básicos que en contra de la dictadura. Pero también la posibilidad de luchar contra el gobierno ha crecido en los últimos meses. La candidatura ideal será la que logre hermanar esas muchas demandas en una estrategia dirigida a lograr el fin de la dictadura. No hay mejor pegamento para esto que saber construir al enemigo. Dibujar una línea clara que señale a los responsables de la destrucción del país y convencer que la solución transversal a los múltiples problemas tiene como primer paso la salida de estos de Miraflores. 

La desafección política que ha vivido Venezuela, durante los últimos años, no es definitiva. La vocación democrática empieza a brotar una vez más con este nuevo intento de lucha que tiene enfrente la posibilidad de una elección presidencial el próximo año. Pero convencer a los venezolanos de intentarlo otra vez es una tarea compleja. Novedad, contraste, independencia, confianza y un relato integrador deben ser parte de esta nueva fórmula. 

* Periodista y politólogo. Maestrando en Comunicación Política.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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