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Los campos del delta del Orinoco y su gestión por más de medio siglo
Los poblados y productores asentados en las islas «resguardadas» de las inundaciones del delta del Orinoco viven desde hace unos cuantos años permanentemente inundados

 

Un reconocimiento a los que abandonados por el Estado y enfrentados a los rigores del ambiente aún perseveran en el campo.

Después de más de medio siglo de malbaratamiento de recursos en los campos del delta del Orinoco por parte del Estado venezolano, podríamos «sacar en limpio» y concluir que el único acierto ha sido la cría de búfalos.

Los caminos casi no sirven, el sistema de drenajes no funciona y el de protección de inundaciones se nos derrumba…

Los poblados y productores asentados en las islas «resguardadas» de las inundaciones del río Orinoco, sobremanera los de las islas Tucupita, Cocüina y Manamito, que no son pocos, viven desde hace unos cuantos años permanentemente inundados.

Pese a la calamidad siguen mudos, absortos en su desventura y en actitud de derrota… “Gracias a Dios que tenemos unos bufalitos”, dicen unos. ¡Esos sí «aguantan la pela”!

Gracias a los atributos de ese bovino para defenderse y producir en los humedales; a la perseverancia de las gentes que sobreviven a las arremetidas del Estado contra los campos venezolanos y a sus capacidades para sobrellevar los rigores propios de los desajustes ambientales a raíz del cambio climático… sí, gracias a esas fortalezas las familias deltanas que adoptaron la cría de esa especie han «aguantado la pela». Pero eso no es vida.

La cada vez más difícil cría de búfalos

Pastoreo de búfalos en el delta del Orinoco. Foto: Rogelio Rodríguez.

Los bufalitos” no son la solución al abandono, a la inseguridad, a la privación de combustible, etc. Es decir, a la ausencia de Estado en el área que le compete. Pero “gracias a ellos hay familias deltanas que viven del trabajo y no son parásitos de la nación”.

Ahora bien, los búfalos por sí solos no producen lo deseable. Necesitan ser atendidos en su salud, alimentación, manejo, etc. Y un fundo por sí solo tampoco «anda».

En ese sentido apuntamos que el pastoreo en suelos ácidos de poca sustentación y “permanentemente inundados”, como los que predominan en esas islas, favorece el avance de especies vegetales de poco valor nutritivo y la pérdida de las gramíneas útiles. De allí que el aprovechamiento de esos espacios se limita y reduce de manera creciente. Se incrementa por ello, cada vez más, el número de productores que, después de más de medio siglo, se ven en la necesidad de volver a la trashumancia.

Sí, volver al delta donde la naturaleza sigue su curso y las pasturas son de provecho…

En esos caños hay vida, comentan.

¿Vamos o no en retroceso?

Sí, “el único acierto en nuestros campos ha sido la cría de búfalos”. Son la única certeza con la que cuentan los pocos deltanos que en condiciones inhóspitas aún se ocupan de tareas productivas. Sin embargo, por lo arriba señalado su futuro es incierto…

Haciendo un balance, se podría concluir que en un período de casi 60 años sustituimos la fructífera agricultura tradicional encabezada por margariteños en el delta –la que abastecía a estados vecinos, exportaba a Trinidad y motorizaba la economía del Territorio Federal Delta Amacuro–, por un rebaño de búfalos cuya producción hoy no es equiparable a la actividad económica que generaba la agricultura artesanal de otrora.

Más, mucho más, eran los deltanos que vivían de los conucos que los que hoy viven de una cría de búfalos que puja, junto con sus propietarios, por salir adelante… Y, algo más, para criar búfalos en los deltas no son necesarias obras como las del sistema de diques.

La fiebre desarrollista de tecnócratas y políticos de la década del 60 condujo a la improvisación con el «cierre» del caño Mánamo y no permitió visualizar la posibilidad de conciliar aquella agricultura con la cría de búfalos evitando, entre otras cosas, el desastre ambiental acaecido a raíz de la intervención del delta.

El Estado venezolano yerra reiteradamente en sus «emprendimientos» hacia nuestros campos. Ejemplo reciente es el proyecto arrocero en isla Cocüina. Y, peor aun, “por su habitual abandono de las obras públicas, corremos el riesgo de perderlo todo”.

O actuamos unidos y exigimos con firmeza al Estado que se ocupe de proporcionarnos seguridad ante las inundaciones, y las condiciones requeridas de infraestructura para realizar las tareas de producir; o en medio del abandono sucumbiremos al deterioro y a la inundación.

Tucupita, Delta Amacuro, Venezuela, julio 2022.

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