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Opinión

Si la ensartas, pierdes, y si no, perdiste

Si la ensartas, pierdes, y si no, perdiste, por Carolina Jaimes Branger
Carolina Jaimes Branger
15/11/2021
La Venezuela en la que yo sueño estuvo en ese patio la tarde del sábado pasado

 

@cjaimesb

Yo sabía que el concierto donde se batiría el récord de la orquesta más grande del mundo iba a traer cola. Ciertamente, estamos en una situación de país donde hay tantas necesidades, tantas violaciones a los derechos humanos y tanta destrucción, que pensar en un gasto para que 12.000 músicos batan un récord, puede sonar hasta baladí. Pero el elefante hay que comérselo por pedacitos:

El Sistema es la obra de ascenso social, de propagación de valores y de estimación del trabajo más importante de la historia de Venezuela. Los muchachos tienen casi dos años sin tocar juntos y alguien que pertenece a una orquesta sabe cuán inconveniente puede ser eso, por muchas razones. Quienes forman parte de la institución no necesariamente van a ser músicos profesionales de adultos, pero lo que aprenden en El Sistema los prepara para la vida, sea lo que sea lo que vayan a emprender.

Para las familias, es un círculo virtuoso que toca a todos sus miembros.

Y para el país, es la generación de relevo deseable, porque están preparados en disciplina, orden, responsabilidad, solidaridad, compañerismo… todas cualidades muy deseables en donde se ha perdido casi todo. El concierto del sábado 13 fue como una “renovación de votos”. Una afirmación de que El Sistema está vivo y sigue adelante en su misión.

En la Venezuela de hoy la polarización es tal, que tendemos a ver las cosas blancas o negras. Y ciertamente hay cosas que son totalmente blancas y otras totalmente negras, como la honradez frente a la corrupción, que no admite términos medios. Pero la gran mayoría se dan dentro de una gama de grises.

Por ejemplo, ahí salieron una enorme cantidad de “defensores” del JM de los Ríos -muchos seguramente no sabrán ni dónde queda- a quejarse de que estuvieran botando dinero para batir un récord, cuando los niños morían de mengua en el hospital. ¿Saben desde cuándo nuestros niños mueren de mengua, no solo en el JM de los Ríos, sino en todos los hospitales del país? ¡Desde hace por lo menos cinco o seis años, o más! ¿Acaso esos nuevos dolientes han hecho algo -aparte de la queja contra El Sistema- para remediar eso? ¿O es que me van a decir que eso no les toca? ¡Todos podemos hacer algo para ayudar! ¡Si seguimos esperando por un mesías, Venezuela jamás saldrá adelante! Y si es por los niños, El Sistema ha sacado de la marginalidad a cientos de miles de niños… ¿eso no vale?

También hablaron de los presos políticos. ¡Que cómo era posible que hicieran un concierto cuando en Fuerte Tiuna había personas siendo torturadas! Y pensé en la juez Afiuni, que fue torturada de muchas formas y cuando escuchó a la orquesta penitenciaria tocando a Vivaldi, sintió esperanza. ¿No es posible, acaso, que quienes están siendo torturados en Fuerte Tiuna se sintieran igual?…

Otros aparecieron los “preocupados” por el posible contagio de covid-19, ciertamente un riesgo (aunque el viernes cuando yo estuve en el ensayo todos tenían tapabocas y los únicos que se las quitaron fueron los intérpretes de los instrumentos de viento quienes estaban colocados a distancia prudencial). A todos los que estaban ahí les hicieron, no una, sino dos pruebas de PCR. Pero los críticos no dijeron nada de eso. Y encima, y curiosamente, muchos aseguraban que “El Sistema” había muerto. ¿En qué quedamos, pues? Si ya están muertos, no les va a dar covid.

Ahhh, y los furibundos por la presencia entre los músicos del hijo de Maduro… ¿por qué amargarse por la presencia de uno, cuando había 11.999 por quienes alegrarse?

Video: Venezuela: La Orquesta Más Grande del Mundo #TheLargestOrchestra | Canal en Youtube de El Sistema

Otras críticas fueron en contra de que el concierto se hubiera llevado a cabo en el patio de la Academia Militar. Unos proponían el Parque del Este, otros, la Avenida Bolívar. Incluso hablaron de la autopista. Esto no fue una marcha, ni una concentración. Los niños y los jóvenes pasaron horas ensayando. Necesitaban un lugar donde poder ir al baño. Donde hubiera cerca un puesto de auxilio de emergencias. Un lugar donde sentarse a la sombra en las horas de sol. Un lugar donde las loncheras con los refrigerios estuvieran en un sitio fresco y donde cómodamente les pudieran hacer el PCR. Además, los lugares no hacen a las personas. Las personas hacen los lugares. La rabia que muchos sienten por los recintos militares, que comparto, no debería dirigirse hacia El Sistema ni a los muchachos.

Más todavía: la elección de la Marcha eslava como pieza para romper el récord. Alguien a quien quiero y admiro escribió: “escogieron una marcha militar, para ser tocada en una academia militar, para lavarle la cara a un régimen militar”. La Marcha eslava de Tchaikovsky era una de las piezas favoritas del maestro Abreu. Y paradójicamente, la Marcha eslava no fue compuesta para hacer apología de una gloria militar, todo lo contrario: Tchaikovsky la compuso especialmente para ser ejecutada en un concierto para recaudar fondos a favor de los voluntarios rusos heridos en la guerra de Serbia contra Turquía, que ganaron los turcos.

Y para quienes usan como argumento que “le lavaron la cara a Maduro (y al régimen)” les tengo una buena noticia: hace falta mucho más que un concierto para que eso suceda. El mundo civilizado está al tanto de los desmanes del régimen venezolano y está actuando en consecuencia. ¿O es que creen que son cogidos a lazo y que unos muchachos tocando pueden “lavar” las denuncias soportadas con expedientes, testigos y documentos audiovisuales?

En fin, la Venezuela en la que yo sueño estuvo en ese patio la tarde del sábado pasado. Por la gran mayoría de los comentarios que leí, la también mayoría la disfrutó.

No podemos estar latigándonos todo el tiempo. Eso es masoquismo. Lo que mi mamá describía invocando el refrán que dice “si la ensartas, pierdes, y si no, perdiste”. Merecemos un momento de alegría, de ver algo bien concebido y mejor puesto en marcha. De ver más allá del presente que nos agobia y soñar que podemos tener un país diferente. Y para los venezolanos de la diáspora, estoy segura de que fue un momento de nostalgia, pero también de identificación con lo bueno que nos queda en el país.

Yo sí me siento muy contenta de que esto haya ocurrido. Y como dije en Twitter, ¡esta alegría que siento no me la quita nadie, carajo!

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