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“Políticos” que no saben de política

@ajmonagas

Escribir sobre la cuestión política parte de entender la política en términos de su quehacer o su discurrir. Para lograrlo, primeramente debe tenerse claro que antes de que Platón se diera a la tarea de advertir la condición política del hombre social, debe reconocerse lo que luego Aristóteles definió como el “zoon politikón”. Un tanto para referir la esencia del hombre como “animal político”.

Con esto busca significarse que el hombre es por naturaleza un ser político. Esto hace ver la condición de político que muestra el hombre desde el mismo momento que logra expresar sus intereses y necesidades. De esa forma, puede comenzar a apreciar su capacidad intelectual, emocional y física para organizar la vida en sociedad. Y que consigue hacerlo al desarrollar su conciencia y demostrar sus aptitudes para conciliar la vida.

El problema que acá quiere hacerse notar es la confusión que se tiene entre la figura del hombre-político y del político-individuo. O sea, la condición política del ser humano no distingue momentos en que la presunción se impone sobre la razón. Aunque la naturaleza política no abandona al ser humano en su devenir social, cultural y económico, la soberbia y la vanidad lo llevan a actuar desprendido de la razón política propiamente.

Vivir esta tentación o desviación desde un cargo político (de gobierno), le impide comprender  el significado de un cargo de  representación popular. En consecuencia, el individuo se ve afectado en cuanto a la actuación política desempeñada. Por eso, muchas veces se arroga una impostura que lo distancia del carácter político y del papel que infunde el conocimiento cabal de la política.

Esto termina marcando una diferenciación entre el hombre-político y el individuo-político. Finalmente, el individuo asume un comportamiento social disociado del que pudo mostrar antes de verse imbuido en un ámbito de compromisos determinados por el ejercicio de la política.

De ahí que esta disertación busca aludir a “políticos” que no saben de política. Más, luego de comprender que la política, según Hannah Arendt, “reposa sobre un hecho: la pluralidad humana”.

Resulta una incongruencia de “solemnidad” que muchos de quienes usurpan cargos públicos, alcanzados incluso por votación popular (manipulada), no sepan de política. De su concepción, implicaciones y facultades. Suponen que el solo hecho de haber alcanzado un curul o la responsabilidad que compromete la función pública o de gobierno, es razón suficiente para abusar de atribuciones y decisiones. Además, tomadas al voleo. Desconocen el manejo ecuánime de las relaciones de poder y sus correspondientes exigencias administrativas.

¿Y así es cómo se gobierna?

De manera que el ejercicio de la política se vuelve un relajo de máxima jerarquía. La administración de gobierno se convierte en un enjambre de decisiones que terminan conculcando derechos, libertades y preceptos sin razón alguna. No se tiene idea de lo que engloba la coordinación de políticas. Muchos menos, su formulación, gerencia y evaluación.

La tendencia a manejar coyunturas sin siquiera tener claridad de conceptos (aislacionismo, autonomía, centrismo, coerción, desarrollo, estrategia, funcionalismo, humanismo, interés nacional, liberalismo, burocracia, formas de Estado, formas de gobierno, meritocracia, nacionalismo, filosofía de gestión política, negociación, derechos humanos, táctica, tecnocracia, soberanía, teoría crítica de la sociedad, entre muchos más) conduce a enredos operativos e instrumentales que entraban toda gestión política posible.

Estos “políticos” que insisten solo en enquistarse en el poder, por razones más sociales que ideológicas, y que la teoría política califica de “politiqueros”, cuentan apenas con la suerte. O también con el factor aleatorio que consiguen bajo arreglos de oscura y pervertida consistencia. Ni siquiera se forman para luego detentar encargos como funcionarios. Porque ni un libro sobre ideología, o de normativa administrativa terminan leyendo por completo.

Habría que preguntarles sobre el concepto de política que mejor pueden exponer, para advertir la precariedad y mediocridad de sus pensamientos políticos. Y lo que se atreven a explicar o declarar, es solo una retahíla de consideraciones “traídas de los pelos”, pues no son capaces de articular una opinión que relativamente pueda exaltar la condición que se arrogan al hacerse llamar “políticos”. Así, para no mentarse “politiqueros”.

Estos personajes de marras pululan por doquier, como si se tratara de los bucaneros, corsarios o filibusteros que merodearon los mares del planeta cometiendo cuanto exceso les era posible. Vale esta analogía pues estos politiqueros, igualmente, andan tras la primera aventura de la que puedan aprovecharse “a manos llenas”. A la caza de la primera oportunidad para usurpar, taimar o trampear. Asimismo, para someter al otro afincado en su pretensión que le confiere un cargo público. Es decir, para abusar del poder político investido. Son, definitivamente, ni más ni menos, personajes que maltratan, humillan y decepcionan. Son “políticos” que no saben de política.

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