Yesterday - Runrun
Julio Castillo Sagarzazu Ago 11, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Yesterday

@juliocasagar

Para muchos de nuestros contemporáneos Yesterday, de Los Beatles, es la banda sonora de la juventud. Su título sirve para evocar y trasladarnos a esos años y, a veces, plantearnos si es cierto la vieja conseja de acuerdo con la cual todo tiempo pasado fue mejor.

En días pasados, en uno de los muchos chats de redes sociales en los que participamos, se planteó una interesante, y desgraciadamente efímera, discusión acerca de si hablar de los tiempos de oro de la democracia venezolana, de sus obras y sus líderes, era adoptar una conducta lastimera y nostálgica que reflejaba una pérdida de la esperanza o haber abandonado la lucha por un mejor futuro.

Veamos. La nostalgia y el recuerdo de buenos momentos vividos son conductas naturales y hasta positivas de los seres humanos. Tendemos a recordar los acontecimientos agradables y a olvidar los desagradables. Sin este mecanismo del cerebro humano, nuestra especie habría tenido mucho más difícil su supervivencia. Este tamiz hedónico es, en gran parte, responsable de las habilidades de resiliencia y sobrevivencia que hemos desarrollado.

Pero en Venezuela, evocar estos logros que tuvimos como sociedad tiene adicionalmente una especial importancia para dibujar el porvenir y es también una importante herramienta de pedagogía política.

¿Por qué? Pues porque nuestro país llegó a ser en un momento el que mayor crecimiento per cápita de todo el planeta; porque batimos récords en años consecutivos de crecimiento económico; porque llegamos a tener la empresa pública más rentable de la tierra; porque nuestros índices de escolaridad fueron los mejores de la América Latina, incluyendo al Chile de Andrés Bello; porque nuestra democracia era la más estable y consolidada de la región.

Y si una vez tuvimos eso, pues sencillamente tenemos el material para volverlo a tener. Allí radica, entre otras cosas, la importancia de recordar esa realidad.

Lo otro importante tiene que ver con la enseñanza de no tropezar dos veces con la misma piedra y con la obligación que tenemos de amarrarnos a los mástiles de los barcos, como Ulises, para no volver a dejarnos cautivar por los cantos de sirena de otro populista elocuente, vengador y émulo chimbo de Robin Hood que venga a hacer caer por inocente a tanta gente culta y bien informada que se dejó seducir.

De manera que dibujar aquel país que tuvimos no tiene nada que ver con la nostalgia, la “saudade” de portugueses y brasileños o la “morriña” de los gallegos; sino que más bien, como hemos dicho, nuestro deber debería ser convertirlo en añoranza por esos tiempos que podemos volver a conquistar. Esa añoranza que es una mezcla de nostalgia con esperanza.

Es esta perspectiva una de las tareas que tendríamos pendientes. Una de las vacunas contra el populismo barato que necesitamos inocular cuando recobremos la democracia y la libertad, es la de rescatar en nuestra escuela y liceos, aquella maravillosa asignatura llamada Formación Social Moral y Cívica que nos enseñe a formar nuevos ciudadanos en valores democráticos y en decencia pública.

Vamos a necesitar un proceso de “desintoxicación” no solamente de la parafernalia ramplona que los libros y catecismos chavistas obligaron a los docentes a usar para impartir a nuestros niños, sino también una nueva perspectiva de nuestra historia contemporánea para poner en valor a todo el liderazgo político y social de nuestros años democráticos.

Un liderazgo que tuvo la entereza de derrotar a la subversión castrista cuando quiso apoderarse, a través de la violencia, de nuestro país y que fue el que pudo construir las bases de esa Venezuela que con justa añoranza queremos recobrar.

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La historia no puede y no debe echarse hacia atrás. También es necesario desarrollar el espíritu crítico de nuestros jóvenes para que sean capaces de juzgar los errores de los líderes de ese momento y para que los eviten, cuando les toque la responsabilidad de conducir los destinos de esta tierra de gracia. Errores que, sin ninguna duda, fueron los polvos que nos trajeron estos lodos.

Yesterday existirá por siempre. Y cada vez que la escuchemos evocaremos una parte de nuestra historia que ha quedado atrás. Nuestro compromiso es convertir esa añoranza, como dice Silvio Rodríguez en su Canción del Elegido, en “un arma cargada de futuro”.

 

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