El Estado invertido - Runrun
Antonio José Monagas Feb 01, 2020 | Actualizado hace 2 semanas
El Estado invertido

La vida en Venezuela, país aplastado por la corrupción y la antidemocracia ejecutada con base en artimañas creadas para descomponer toda elaboración pretérita. Especialmente, aquellas dirigidas a consolidar relaciones entre actores con ideologías políticas marcadamente diferentes y hasta contrarias. Pero, sin que tal diferenciación se prestara para agudizar desencuentros entre factores políticos de contraria fundamentación pues bajo ello dominaba el espíritu democrático. 

Sin embargo, las contingencias que se suscitaron en lo que va de siglo XXI, forzaron a soslayar el hecho de pensar en que la posibilidad real de superar tan aguda brecha, era remitir la situación a un proceso de reconciliación de las diferencias. También conocido como “reconocimiento” de las diferencias. O sea, llegar a un estadio de crisis en que tan grave problema podría resolverse o constreñirse en el fragor de la barbarie que estaba generándose. Y en efecto, así se dieron las circunstancias. Y del mismo modo, continúan dándose.

Emplazar tan crudos hechos, obliga hoy día a revisar la capacidad que detenta la civilidad como bastión de potencialidades sociales, emocionales y culturales. Pero analizada desde la óptica de la política. Así, podrían encauzarse soluciones que armonicen el discurso político que reconoce en el conflicto la vía expedita para argumentar -paradójicamente- las rupturas necesarias que pudieran darse entre las realidades y el status quo. Visto éste, como la condición política bajo la cual se formalizan relaciones institucionales entre los actores sociales y políticos que participan en la movilidad del aparato público. Indistintamente de los intereses que activen a unos y a otros. 

Pero al mismo tiempo, que la política sea entendida como un perseverante proceso de construcción de un orden público, cuyos naturales conflictos requieran de la civilidad como recurso de cambio a ser empleado frente a los embates que exaltan el acentuado problema de un individualismo exasperado. Sobre todo, cuando este individualismo es una de las causas del retroceso que ha padecido el país. Razón por la cual, buena parte de lo que acontece en sus ámbitos de movilidad, ha degradado proporcionalmente la funcionalidad del ejercicio de la política. Y al mismo tiempo, los contenidos de la economía.

Es cuando saltan a la palestra serios reveses desplegados a través de la indolencia, la indiferencia y la injusticia. Frente a estas características propias de la barbarie que está caracterizando la atmósfera social actual, y que sigue detallando capítulos de la historia, la civilidad puede actuar como puntal de procesos sociopolíticos y socioeconómicos capaces de contener tanto desarreglo recurrente. Desarreglos estos que atrofiaron el desarrollo integrador de la sociedad. 

 

He acá una causal de la crisis que afecta países soportados sobre economías movedizas. Economías cuyos trazados contenidos en los lineamientos generales de todo plan nacional, fungen como fundamentos inamovibles del desarrollo prometido. Sin embargo, la declaratoria de motivación que acompaña tan fanfarroneados propósitos, tienden a verse como consideraciones retóricas de solapada caracterización. O mucho peor, pues entre sus bases referenciales suelen ocultarse explicaciones que descifran contundentes configuraciones de la crisis en cuestión.

Aunque estas crisis son manifestaciones del desarreglo que cunde por todo el ámbito de la sociedad venezolana, además acusado como  consecuencia de la fragmentación social inducida desde los primeros años del siglo XXI, no hay duda que han repercutido sobre el contorno y entorno del régimen político en curso. Ese es el mismo problema que detenta un sistema político toda vez que sus criterios no logran dar con respuestas que incidan en torno a la gobernabilidad necesaria para equilibrar el desorden que, para un momento en particular, estaría dándose y contaminando el grueso de la estructura política. 

Es precisamente el problema que determina la contracción funcional de un Estado establecido por la vía constitucional. Es la causa del desafuero que descompuso al Estado venezolano desde que el régimen político obvió razones históricas, jurídicas, políticas, culturales y sociales a partir de las cuales podría consolidarse el sistema político aducido constitucional y jurídicamente. Pero no fue así, dada la conmoción alentada por intereses de naturaleza proselitista y demagógica especialmente. 

Así comenzó a desorganizarse lo que en Venezuela venía fraguándose a través de importantes esfuerzos democráticos que se dirigieron a restablecer el sentido de República. Sentido éste que se ha visto bastante estropeado por múltiples coyunturas y causales. Tantas han sido las contracciones que han apaleado la institucionalidad inspirada en el espíritu democrático perseguido, que tantos cambios equivocadamente administrados, dieron con un resultado inesperado. 

En lo concerniente  a Venezuela, se alcanzó la forma que más insidia y repugnancia pudo formalizarse. Y es cuando el Estado, lejos de avanzar, no sólo fue detenido su desarrollo. Sino además, retrocedido a condiciones inimaginables. Alcanzadas, gracias a la gestión política retrógrada, fascista y dantesca puesta en ejercicio por dirigentes militaristas, lo cual terminó generando la figura, expresión y condición de un Estado invertido.

@ajmonagas