El reportaje de The New York Times o la "verdad" de los condicionales, por Iván Gabaldón Heredia - Runrun
El reportaje de The New York Times o la «verdad» de los condicionales, por Iván Gabaldón Heredia

Sobre el polémico reportaje de The New York Times que pone la responsabilidad de la quema de ayuda humanitaria sobre los hombros de la oposición venezolana, y sin negar a priori que eso podría haber sucedido (al parecer por accidente de ser cierta esa versión del NYT), comparto algunas consideraciones personales:

Es posible argumentar que la óptica del NYT en esa nota tenga como marco una línea editorial de severa crítica a la administración del abominable hombre naranja que gobierna en los Estados Unidos, línea crítica que en general se agradece. Esta nota habría otorgado una oportunidad perfecta para exhibir como mentirosos a John Bolton, consejero de Seguridad del gobierno de EEUU; a Mike Pompeo, secretario de Estado, etc. Buscaría demostrar el NYT cómo el tema Venezuela es manejado con oportunismo por la actual administración norteamericana para fines de política interna en EEUU, cosa muy probablemente cierta. Lamentablemente, en mi opinión, estaría haciendo lo mismo el NYT en pos de su agenda también hacia el interior de los EEUU.

Se argumenta, por contraparte, que dicha línea editorial no existe, pues el NYT sería prístinamente objetivo. El punto es debatible. No dudo que exista separación entre el departamento editorial y el noticioso del NYT, cosa que ha sido tema de debate en tiempos recientes. A la vez, es innegable que todo medio informativo tiene una orientación o tendencia de base, aunque ejerza buen periodismo (tendencia influenciada por la ubicación geográfica del medio, su tradición profesional e intelectual, la selección de sus periodistas y jefes de redacción, el público target al que se dirige e, incluso, a la conformación accionaria de sus propietarios). Negarlo sería negar, por ejemplo, las diferencias entre medios como el NYT y Fox News.

Uno de los problemas con el reportaje en cuestión es que se cubre las espaldas con el uso de palabras que implican presunciones especulativas, como por ejemplo: «Parece que fue la misma oposición» o “reconstrucción de lo sucedido sugiere que un cóctel molotov lanzado por un manifestante…”.

«Parece», «sugiere», pero el resultado final, la percepción que prevalece después de la lectura, es que ciertamente fue la oposición la que quemó el camión, e incluso queda insinuado como subtexto que hubo un complot acordado entre oposición y gobiernos de EEUU y Colombia para hacerlo de esa manera y culpar al régimen chavista. En realidad los acontecimientos se estaban desarrollando en tiempo real y de manera caótica, al igual que las declaraciones en torno a los mismos. No se desarrollaban en la comodidad de la sala de edición de video con aire acondicionado de los periodistas del NYT, a lo largo de días de pausado trabajo.

De hecho, y peor aún, más adelante el texto da directamente la razón a Nicolás Maduro cuando dice: «…la afirmación que sí sería confirmada por evidencia es la de que fueron los manifestantes quienes empezaron el incendio. ‘Trataron de montar el falso positivo de que supuestamente el pueblo’ había quemado los vehículos de carga ‘que traían comida podrida’, dijo Maduro el 27 de Febrero».

De nuevo el condicional, «sería confirmada», pero dando finalmente peso al discurso de Maduro.

Por cierto, si bien el reportaje del NYT trata de hilar muy fino en su indagación de los verdaderos contenidos de esas cajas quemadas (¿contenían realmente medicinas, o solamente implementos de uso médico como guantes y tapabocas, que en todo caso también son necesarios?), el periodista del NYT no se detiene a dedicar ni una frase a desmentir la aseveración de Maduro de que se trataba de «comida podrida».

El reportaje también incluye un link a otra nota del NYT en la cual se reflejaría cómo «el gobierno también ha hecho afirmaciones sin fundamentos». Sin embargo, al revisar esa nota, no se dice nada sobre la campaña de desinformación que acometió el régimen el mismo día de los acontecimientos, utilizando un video editado donde se exhibe a personas que aparentemente sostienen botellas de agua, pero que estarían quemando los camiones según la versión oficial. Versión de los hechos que, dicho sea de paso, no coincide con la versión del NYT.

Tampoco menciona ninguna de las dos notas la presencia de presidiarios armados para enfrentar a la población civil, movilizados con la presencia personal de Iris Valera, como se pudo ver claramente en los medios audiovisuales durante esos días. De hecho, le otorgan un rostro benévolo a los represores del régimen al incluir en el video la toma de un policía que pide tregua, cosa que puede haber sucedido pero que no configura un retrato completo de la actitud comprobadamente despiadada y violatoria de los DDHH exhibida durante años por esas fuerzas represivas
envilecidas en contra de la población civil.

Y finalmente, el supuesto carácter casi como de peritaje forense del que presume este trabajo del NYT ni siquiera establece la identidad del individuo que, accidentalmente o no, habría lanzado la molotov que «habría» iniciado el incendio. ¿Quién es?, ¿Podría tratarse, por ejemplo, de un infiltrado? Y en todo caso, ¿bastaría con ese trapo que se habría desprendido de la molotov para generar tan rápidamente un fuego de esa magnitud?. Creo que ese video del NYT difícilmente tendría peso probatorio en un hipotético proceso legal serio para establecer las responsabilidades a que hubiere lugar.

Son demasiadas las preguntas que quedan en el aire y no me queda claro que este reportaje «acerca la comprensión del hecho a lo que realmente pasó”, como argumenta un respetado colega que trabaja en ese medio (de cuyo profesionalismo y compromiso ético, es pertinente aclarar, no tengo ninguna duda). Se trata de situaciones caóticas y complejas que, para ser justos, difícilmente pueden ser explicadas a cabalidad en un reportaje con ese número de palabras y tantas suposiciones condicionales.

Yo seguiré leyendo el NYT (con ojo crítico, como hago con todos los medios), pero no creo que ese medio esté exento de la tentación tan en boga del «click-bait», entre otros males que pueden afectar al ejercicio periodístico en la actualidad. En este caso debe haber sido muy fuerte la tentación de presumir de lo que se supone habría sido un gran «scoop», al develar esa versión de los hechos de la manera que lo hicieron.

Definitivamente, no voy a poner este reportaje en mi carpeta de «grandes reportajes de todos los tiempos» como «ejemplo de excelencia periodística». Tampoco le quito todo mérito al resto del seguimiento que ha venido haciendo el NYT de la complejísima situación en Venezuela. Ni tan calvo, ni con dos pelucas.