Contra el odio y por la paz (y II), por Armando Durán
Sep 19, 2017 | Actualizado hace 7 años
Contra el odio y por la paz (y II), por Armando Durán

MaduroConstituyente

 

El segundo capítulo de esta penosa confabulación por imponer su voluntad personal lo está intentando escribir Nicolás Maduro en el amable paraje caribeño de República Dominicana. Casi el mismo escenario, casi con los mismos protagonistas de aquella fallida intentona del año pasado por recomponer los hilos de la cohabitación puestos en peligro por negar Maduro la celebración del referéndum revocatorio de su mandato, utilizando ahora el mismo argumento de “o nos entendemos o nos matamos” y las mismas mentiras de antaño. Vaya, el mismo perro con diferente collar. Sobre todo, con el mismo objetivo de los últimos 15 años.

Recuerden, a partir de la Mesa de Negociación y Acuerdos que César Gaviria y Jimmy Carter le montaron a Hugo Chávez, la finalidad de este artilugio siempre ha sido la misma: venderles mentiras por verdades a propios y extraños. Ni el régimen ha estado nunca por la paz, ni la alianza opositora, antes Coordinadora Democrática y desde 2009 MUD, está por cambiar de presidente, gobierno y régimen. Convivir, es decir, participar del botín, aunque sea como socios minoritarios, es desde entonces la regla principal del juego político venezolano.

Lo cierto es que Maduro, igual que Chávez, hace y deshace lo que tenga que hacer y deshacer para reducir la oposición a casi nada, cuidándose mucho de dejarla al menos con un hilo de vida, como evidencia de que en Venezuela hay democracia, sin duda leve y heterodoxa, pero democracia al fin y al cabo. Con oposición, elecciones y hasta algo de libertad de prensa. La misma razón por la que los principales partidos de la oposición practican una oposición meramente formal, como si en efecto viviéramos en un universo de normalidad democrática.

A veces, sin embargo, como ocurrió durante los recientes y dolorosos cuatro meses de manifestaciones populares de protesta, no bastó el tremendismo verbal de la oposición ni las fuerzas represivas del régimen para evitar que la situación se les fuera de las manos. En el último momento, sin embargo, lograron impedir que la sangre derramada llegara al río. Como tantas otras veces, tan pronto como se percibió el peligro, de repente, una vez más surgió la misma fórmula mágica.

La herramienta disuasiva empleada el año pasado para neutralizar la inminencia de un peligro mortal fue la vergonzosa instalación de una llamada Mesa de Diálogo, auspiciada, nada más y nada menos, que por el Vaticano y el gobierno de Estados Unidos. Ya sabemos cómo terminó aquella patética burla. Este año, el caramelito envenenado de la piñata fue el inesperado anuncio de Tibisay Lucena, elecciones regionales en octubre a cambio, es lo que venía planteando José Luis Rodríguez Zapatero en sus reuniones con la oposición, de desmovilizar la calle. En un primer momento, la MUD y Leopoldo López se negaron a escuchar esa trucada melodía, pero al final, acorralados por una realidad que cada día se les tornaba más indeseable, aceptaron la transacción porque, ya se sabe, más vale agarrar, aunque sea fallo, que la anarquía de los nuevos tiempos. No obstante, tuvieron que pagar una costosa penalidad: hacerse los locos ante el grosero fraude electoral del 31 de julio.

La respuesta del oficialismo no se hizo esperar. Una vez instalada, la espuria constituyente anunció que pronto aprobaría una ley “contra el odio y por la paz”, ¡habrase visto!, pero también en este caso, al menos por ahora, la amenaza oficialista tampoco ha pasado del tremendismo verbal. Por su parte, Julio Borges y Freddy Guevara fueron recibidos por los principales jefes de gobierno europeos con todos los honores y recibieron de ellos el más absoluto y cálido respaldo a la legítima autoridad de la Asamblea Nacional y contra la ilegítima constituyente. Lamentablemente, simple teatro, pues de inmediato, por sorpresa y con alevosía, el propio Borges y otros cinco delegados, en representación de tres partidos de la MUD, desembarcaban en República Dominicana para negociar con Delcy y Jorge Rodríguez la solución política de la crisis. ¿Precio del eventual acuerdo en esta última versión de las claudicaciones opositoras? Reconocer la legalidad de la ANC, convivir con ella y aprobar en la Asamblea Nacional los créditos y los proyectos internacionales que necesita el régimen desesperadamente. Contra el odio, por supuesto, y por la paz.

@aduran111

El Nacional