¡Qué bellas las arrugas!, por Carlos Dorado
¡Qué bellas las arrugas!, por Carlos Dorado

envejecer

 

Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”; solía decirme mi madre ¡Qué gran realidad! Nos acostumbramos a tener y acumular cosas, y con el pasar del tiempo, dejamos de darles  importancia, y las vamos sustituyendo por otras. ¡Somos máquinas de consumo!

Casos podríamos nombrar muchos; pero quizás el más importante, sin lugar a dudas es: ¡La salud! Alguien dijo alguna vez, que el hombre pasa la vida  buscando dinero y sacrificando salud, y termina casi siempre pagando dinero para recuperar la salud.

¿Cómo cambiaría nuestra perspectiva de la vida, si un mal día después de un chequeo médico de rutina, el doctor nos llama y nos dice que lamentablemente nos quedan unos pocos meses de vida?

Me imagino que en esos últimos meses, apreciaríamos las cosas y los momentos, a los cuales antes no les dábamos importancia alguna, y ni  siquiera los notábamos; y seguramente buscaríamos y apreciaríamos hacer cosas y vivir momentos que nunca haríamos, y viviríamos en condiciones normales. ¿Será que tenemos que enfermarnos, para apreciar lo que vale el estar sanos? ¿No es triste que a menudo haya que enfrentarse a la muerte para apreciar plenamente la vida?

Lo anterior, en menor grado se puede llevar a todo lo que tenemos, y lo que vivimos día a día: Desde el primer amor, el cual nos ilusionó y nos hizo perder la cabeza, hasta que el tiempo y la rutina los desvaneció, llegando inclusive a estorbar. El primer trabajo, el primer carro, el primer beso, un atardecer, un baile, una salida a la playa con los amigos.

Cada vez que logramos algo o vivimos algo, comenzamos a perder interés por ese algo, y nos vamos en búsqueda de nuevas cosas y experiencias  ¡Tener lo que buscábamos, termina eliminando el disfrute de lo logrado!

El tenerlo, a veces nos impide el verlo, el no verlo nos impide apreciarlo. Por eso, el saber valorar lo poco o lo mucho que uno pueda tener es un acto de gran sabiduría, que nos evita tener que conocer la miseria para apreciar la felicidad, conocer la oscuridad para apreciar la luz; porque nunca vamos a ser miserables ni ciegos, ya que encontraremos suficientes razones para ver, apreciar y valorar nuestras cosas.

Esa  capacidad para saber valorar y disfrutar lo que se tiene: Un buen estado de salud, la compañía de nuestros afectos y familiares, una buena esposa, unos buenos hijos, el contacto con la naturaleza, una buena conversación, el privilegio de trabajar en aquello que nos gusta ¿No es eso el mejor concepto de felicidad?

Una felicidad que no sólo se basa en esa capacidad de saber valorarlas, sino también en saber en cuánto valorarlas, ya que generalmente solemos cometer el error de sobrevalorar algunas, mientras subvaloramos otras. Las sobrevaloramos al principio, y las subvaluamos al final; sin darnos cuenta de que dejamos que el tiempo nos juegue esa mala pasada de ser nuestro enemigo, cuando debería ser nuestro cómplice ¡Ese maestro que nos va enseñando a apreciarlas día a día, incrementando su valor, por todo lo que nos va dando!

Todo esto vino a mi mente, cuando vi en un spot a una señora mayor con la cara llena de arrugas, que terminaba diciendo: “Respeten mis arrugas, que me llevó toda una vida llegar a tenerlas”

Cuando comprendemos, que hoy o mañana nos vamos a morir y que todo desaparecerá, es que constatamos que la mayor acumulación de cosas no es ni mucho menos, la mayor acumulación de felicidad; pues el saber valorarlas y apreciarlas en su justa medida es la verdadera felicidad.

 

cdoradof@hotmail.com