Y llegó el dÃa fijado apresuradamente por el gobierno de Juan Manuel Santos, para que los colombianos decidieran a través de un Plebiscito los Acuerdos de Paz alcanzados con la guerrilla de la FARC-EP. Y los ciudadanos votaron NO.
El resultado sorprendió a todos, incluyendo a los promotores del NO. La campaña de intimidación y terror habÃa logrado su objetivo. Los colombianos contestaban a las encuestadoras, no sus preferencias reales, sino la opción que no les exponÃa al desprecio y a la estigmatización. Votar NO se habÃa convertido en un pecado, pues desde el gobierno calificaba a sus defensores y partidarios como guerreristas, anti-patriotas y contrarios a la Paz.
Pero analicemos desde esta ribera del Arauca vibrador ¿Qué pasó? Â
Los colombianos desean la paz, eso no está en duda. Después de 52 años de violencia a manos de guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y BACRIM es hora de tener un paÃs donde crecer y desarrollarse sin que te secuestren para que seas guerrillero o porque eres dueño de la tierra, donde transitar por el territorio no signifique perder la vida en un retén, o tener que desplazarte a otro espacio porque la violencia tocó a tu puerta. Colombia, a pesar de ese escenario adverso, ha dado muestras de institucionalidad y democracia que, con el Plebiscito se fortalecen.
Los colombianos apuestan a la paz y para ello, diversos gobiernos antes que el actual lo intentaron, pero no lo lograron. El gobierno subió la apuesta, tanto que parecÃa casi imposible que su Paz no serÃa refrendada.
Santos cometió varios errores, el primero, dio demasiado a cambio prácticamente de nada. La inmunidad y la impunidad del Secretariado eran intolerables para todos. El segundo, firmar los acuerdos  el 26 de septiembre con una puesta en escena internacional que ponÃa aún más presión sobre la gente, pero sin que éstos hubieran sido aprobados, por último, desplegó un discurso poco conciliador, más bien amenazante contra la gente que legÃtimamente querÃa votar NO. Discurso que hoy lo deja mal parado frente a la renegociación. Santos afirmó en Cali hace pocas semanas, que si ganaba el NO regresarÃa la guerra, especÃficamente la guerra urbana, mucho peor que la guerra rural y que además su gobierno tenÃa pruebas de ello.  Cuando Timochenko declaró pocas horas después del Plebiscito que mantienen la tregua y que no usarán las armas ya que la Paz es irreversible, lo dejaron al descubierto. Las amenazas de Santos lucen aún peor que cuando fueron proferidas. Soberbia en el poder y falta de humildad para oÃr las crÃticas.
Pero los ciudadanos, sometidos a una campaña a todas luces desproporcionada por el SI en silencio, leyeron los acuerdos, las 297 páginas  y tomaron una sabia decisión. Dijeron NO a la participación polÃtica del Secretariado en la polÃtica, si antes no pasan una temporada tras las rejas, o en un campamento, pero presos. Dijeron NO a la reforma de facto de la Constitución por la vÃa de la incorporación del bloque de constitucionalidad de los acuerdos. Votaron NO, a la conformación de un tribunal donde los guerrilleros escogieran a los jueces que han de judicializarlos echando por tierra años de preparación y estudios de los magistrados colombianos que hicieron frente al narcotráfico y la violencia. También eligieron NO aceptar la impunidad del Secretariado que con una ventaja desproporcionada usarÃa dinero de los contribuyentes para mantener su seguridad, sentarse en el Congreso sin haber sido elegidos y con 31 emisoras de radio y TV ideologizadas a su favor, sin que rindan cuentas de los miles de millones de dólares acumulados en sus actividades como el mayor cartel de drogas del mundo. Los ciudadanos dijeron NO a la falta de perdón, al no reconocimiento del reclutamiento de menores, al no aceptar que ejecutaron cientos de miles de ciudadanos en juicios sumarios y que violaron, quemaron, exterminaron y destruyeron la vida de 250.000 colombianos, votaron NO hasta que les digan donde están los desparecidos y donde tienen las caletas con los dólares del secuestro, la extorsión, y la droga. Â
Los colombianos, están dispuestos  a perdonar a los miles de jóvenes que fueron reclutados cuando eran niños y que no tuvieron otra opción, pero dijeron NO a la amnistÃa del Secretariado y de los mandos. Dijeron NO a los acuerdos impuestos por el chantaje de las FARC-EP y los Castro, y SI a un nuevo Acuerdo que privilegie la justicia y la reconciliación.
Una paz mal hecha era el tenor de lo que inferÃa de los acuerdos. Leyéndolos, recordaba el Tratado de Versalles de 1919, donde las potencias vencedoras no asumieron responsabilidad alguna y cargaron todo el peso de la paz a Alemania. En los Acuerdos de la Habana, el costo lo pagarÃan los ciudadanos con sus impuestos sin que la FARC-EP se moviera un ápice de su posición de fuerza y mucho menos erogara de sus fondos un peso para aliviar la pena de una guerra absurda.
Colombia ha dado muestras de madurez polÃtica y asà lo reconocen los promotores de ambas opciones. Incluso las FARC-EP. Se impone ahora, la renegociación de los Acuerdos y como dicen los colombianos de pie hay que desantificar y desuribizar la discusión. Sin duda ambos usaron la exageración y la intimidación, el primero la vuelta a la guerra, el segundo,  la comparación con la Venezuela desgarrada por la crisis humanitaria.
La paz no se negocia, se decide. Lo que se negocia es el desarme. Los colombianos decidieron tener paz y esa se alcanzará muy pronto. Por ahora la lección más importante es que los pueblos son capaces de decidir su destino aún en medio de la violencia y la amenaza. Colombia votó: NO a la Impunidad, SI a la Paz. Brindemos por ello y oremos por el fin del conflicto.