Lecciones para una paz estable y duradera, por María Elena Arcia Paschen
Buscando elementos que nos ayuden a aportar ideas para el venidero proceso de “reconstrucción”, me dediqué en los últimos días, con mucha curiosidad, a revisar el contenido del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera recientemente firmado por el Gobierno Colombiano y los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
No ha sido fácil para los involucrados en esta negociación poner de lado las diferencias y sentarse a explorar mecanismos para devolver la paz a Colombia luego de más de 50 años de conflicto armado que ha dejado muchas víctimas y heridas en el camino por lo que se han requerido altas dosis de comprensión, generosidad y consciencia de lo preponderante del fin ulterior.
A lo largo del texto se repiten en innumerables oportunidades que la construcción de confianza y la promoción de una cultura de tolerancia, respeto y convivencia en general implican un lenguaje y comportamiento de respeto y dignidad en el ejercicio de la política.
Para ello se incorpora dentro de las acciones a llevar a cabo el diseño de un programa de difusión que promocione el respeto por la diferencia, la crítica y la oposición política partiendo desde el sistema de educación pública y privada en todos sus niveles incluyendo una campaña de divulgación masiva de la cultura de paz, reconciliación, pluralismo y debate libre de ideas ordenándose la creación de una cátedra de cultura política y reconciliación.
Fue fundamental el reconocimiento por las partes de lo ocurrido y el reconocimiento de la sociedad de la necesidad de aprovechar la oportunidad para la paz.
Es cierto que existen profundas diferencias entre lo que han vivido los colombianos en los últimos 50 años y lo que seguimos transitando los venezolanos, pero las fórmulas de solución al final siempre serán muy parecidas si lo que queremos es lograr una transición estable a un sistema de gobierno dirigido a construir una sociedad inclusiva, moderna, tolerante y de progreso para todos.
Las sociedades que deciden avanzar y dejar atrás los conflictos de la naturaleza que sean requieren congregarse alrededor de un Acuerdo que defina las normas y ajustes necesarios para atender los retos que demande la estabilidad.
Muchas de las críticas a ese Acuerdo recientemente firmado se han centrado en la “impunidad” a los involucrados en el conflicto y la reparación a las víctimas. En estos puntos concretos en mi opinión el Acuerdo ha procurado hacer una diferencia entre crímenes de lesa humanidad y los delitos políticos, a fin de establecer un régimen que permita la amnistía en ciertos casos, lo que sin duda genera muchas controversias pero al final no es más que un mecanismo para contribuir a cesar un conflicto para poder garantizar el futuro y bienestar de millones de colombianos. En cuanto a la reparación a las víctimas acuerdan la necesidad de que hayan actividades de reparación individuales o colectivas o con impacto reparador hacia las víctimas teniendo como norte la satisfacción del derecho a la verdad, el reconocimiento de la responsabilidad de quienes participaron, la justicia, la reparación y la no repetición.
A fin de evitar que este Acuerdo pueda ser boicoteado por gobiernos posteriores se establece un mecanismo para que una vez refrendado en pleisbicito nacional por el pueblo colombiano, se incorpore a la Constitución y de esta forma adquiera fuerza constitucional que obligue a respetarlo.
La construcción de la confianza en el otro es fundamental y esto no es inmediato sino que requiere de las transformaciones positivas que se vayan generando en la sociedad producto de la implementación de los términos del Acuerdo entendiendo que éste tiene como objetivo construir un mejor futuro sobre la base de la justicia social, el respeto y la tolerancia.
Felicito a los colombianos por este esfuerzo y la maravillosa oportunidad que le están brindando a las nuevas generaciones que únicamente conocerán el conflicto como parte de su historia.
¡Los venezolanos nos merecemos lo mismo!
El Gobierno de Venezuela participó en este proceso de negociación prestando sus buenos oficios como país acompañante por lo que valdría la pena que esa experiencia se aprovechara para impulsar en nuestro país un proceso que tenga como objetivo alinear las dos visiones de país que pugnan por la supremacía en su dirección intelectual y moral y de esta forma se pueda dar comienzo a una nueva era de progreso y bienestar para los venezolanos.
No esperemos 50 años….