Diosdado, el zar de la moringa por Carlos Valero
Diosdado, el zar de la moringa por Carlos Valero

DiosdadoCabello-

 

Me gustó mucho lo que ocurrió el 15 de enero en la Asamblea Nacional. Por primera vez en muchos años, el país observó algo parecido a una “rendición de cuentas” del poder ejecutivo al poder legislativo. Hubo problemas de coordinación con la casa militar sobre el tema de los periodistas dentro del Hemiciclo y las barras del gobierno intentaron, sin lograrlo, opacar el discurso de Henry Ramos Allup, quien con mucha veteranía en varias ocasiones controló sus gritos histéricos. Además, en esa sesión que no dudo en calificar de histórica, ocurrió una extraña coincidencia entre Nicolás Maduro y Henry Ramos. Ambos trataron en tono burlesco y despectivo, al otrora hombre fuerte de la revolución, Diosdado Cabello, relegándolo a la estratégica misión de proveer moringa, tanto para los opositores como para los diputados oficialistas. Para los representantes de los dos únicos poderes que emanan del pueblo, Cabello quedo para solucionar los problemas de salud, distribuyendo la mágica hoja proveniente de la India, Bangladesh y Afganistán, y cuyas propiedades curativas, según curan desde el cáncer hasta la impotencia sexual.

En política no hay palabras sueltas ni gestos desarticulados, mucho menos cuando se realiza, en cadena nacional y con el interés de todos los venezolanos, un acto como el ocurrido el pasado viernes 15 de enero. La forma como Maduro trató a Diosdado Cabello no es gratis y viene a ratificar lo que se rumora en los pasillos del Palacio Legislativo. Existe un intento, hasta ahora eficaz pero costoso para el PSUV, de relegar a Cabello a un segundo o tercer plano por parte de Maduro, Cilia y el gobernador de Aragua, Tareck. Dentro de la lucha intestina por el poder al interior del PSUV, Cabello perdió casi toda la influencia que tenía en el gabinete; ya no preside el principal poder en un sistema democrático, como lo es la AN, y todas sus gritos afirmando que sería desconocida la nueva asamblea, afirmando que no habría ni un centavo para pagar la luz, fueron desmentidos por Maduro cada vez que se refería a HRA como el Diputado Presidente de la Asamblea Nacional, cuando ordenó a los ministros ponerse a la orden de la AN y cuando escuchó, cual muchacho regañado, el discurso de HRA que en menos de treinta minutos desmontó las bases del discurso oficialista.

Sobre el contenido del discurso de Maduro, podríamos, haciendo  esfuerzo de síntesis, expresar que lo más relevante es su absoluta desconexión con los problemas económicos y peor aún de las vías para solucionarlo. Se mostró inseguro, incómodo y sudoroso cuando abordó el tema económico y financiero, insistiendo en la guerra económica y culpando al imperio por la caída de los precios del petróleo. Para él la economía sigue siendo un problema de flujo de caja y logística. En lo político resaltó el llamado a constituir una comisión de la verdad, que fue por cierto una de las conclusiones y promesas no cumplidas de la “mesa de concertación y diálogo”, coordinada por Gaviria después de los sucesos de abril del año 2002, y que en mi opinión, debemos poner a funcionar de inmediato. Destaca en este discurso la ausencia de una frase referida al tema de la seguridad personal. El discurso de Maduro, así como el gabinete recién nombrado, solo anticipan la profundización de la crisis económica. Sigue, citando a Octavio Paz, con una ceguera ideológica que le impide pensar.

El poder de democracia es por definición limitado, temporal, se obtiene por delegación de los electores y quienes lo ejercen están obligados a rendir cuentas a los verdaderos dueños del mismo, a saber, el ciudadano, a través de los mecanismos institucionales que define la Constitución y las leyes de la República. En nuestro país, por casi 17 años, quienes han ejercido el poder asumen que la ecuación es inversa. Se sienten amos absolutos de la verdad, imbuidos de una prepotencia sin límites, se asumieron como los dueños del país, relegando al ciudadano a un rol de mero elector sin ningún control de la gestión pública, porque hacer una revolución es demasiado sublime como para dejar que un puñado de paisas inconformes opinen sobre ella. El partido, dueño y señor de todo, está por encima del bien, el mal y la Constitución. Sin embargo, el 6D esta situación anómala cambió radicalmente y hoy el  pueblo, a través de la AN, vuelve a retomar el control sobre los poderosos. El plano al que ha sido relegado Cabello trae para el país una buena y una mala noticia. La buena, Diosdado pierde influencia en el seno de PSUV y pronto estará, cual Rafael Ramírez o Elías Jaua, sometido a un despido indirecto, degradado a una responsabilidad menor. La mala, que de esa disputa Maduro-Cabello no puede salir nada bueno para el país, porque los dos representan el atraso y la barbarie política.

Si personajes como Diosdado Cabello no entienden el poder del mandato popular, quedarán relegados a simples y ordinarios surtidores de moringa, segundones sin voz ni mando.

 

@carlosvalero08