Entre sueños y pesadillas: Fantasmas en la Casa Blanca por Armando Martini Pietri
Entre sueños y pesadillas: Fantasmas en la Casa Blanca por Armando Martini Pietri

ObamayChávez

 

 

En los años 70 Fidel se puso profético sin pensar que los vaticinios a veces salen, como los premios de lotería. Presagio Castro que cuando en USA hubiese un presidente negro y en el Vaticano un Papa latinoamericano volverían las relaciones de Estados Unidos con Cuba. ¡Y mira tú por dónde la cosa se le dio cuando ya Castro es un recuerdo discutible y engorroso, y quien manda en Cuba y se reúne con el negro (afroamerican, excuse me) en la Casa Blanca y con el argentino en el Vaticano es su hermanito menor, y no Fidel que vive flotando en los mundos exóticos de la ancianidad.

De estrato humilde, de extensa y variada estirpe que va desde África hasta Hawai, estudioso, inteligente, prudente y muy de su familia, Barak Obama nació el 4 de agosto de 1961 en la ciudad de Honolulu y es el actual cuadragésimo cuarto Presidente de los Estados Unidos; y es también, como su país, atlético, animoso y producto de mezclas raciales. 

Cualquier noche de esta semana, avanzado el tiempo hacia la madrugada, con el nudo de la corbata flojo, las mangas de la camisa arremangadas, mientras seguía leyendo informes que era forzoso leer, firmaba papeles que era necesario firmar, estaba Obama aún en su oficina oval, oprimida el alma contra la pared por los innumerables problemas de índole doméstico e internacionales que son de su responsabilidad y que no pueden ser ni delegados ni imputados a terceros en caso de fracaso. 

Se tapa la cara con las manos, cierra los ojos, se masajea las sienes y siente la presencia de alguien más, pero se percata que el agente del Servicio Secreto no se ha inmutado, y si hubiera entrado alguien no autorizado se hubiera armado la de san quintín. Obama sabe que está solo, pero siente también que no lo está. Universitario de elevado nivel y de alta cultura no cree en fantasmas  ni en mensajes del más allá que ni siquiera el Papa Francisco le trajo, y se pone nervioso. Entonces lo ve y no puede pegar un salto, justo por no ser un fantasioso, se lleva un susto de todos los diablos. Hay un hombre robusto y con boina roja sentado en uno de los sofás frente al escritorio presidencial. Impactado, Barack Obama permanece de pie y se da cuenta al mismo tiempo de que el agente que lo custodia no se ha dado cuenta de la presencia de aquel individuo ni del susto presidencial y se mantiene como si todo estuviera normal. Pero no estaba normal, lo reconoció, aquél fastidioso Hugo Chávez estaba allí, ¿pero tú….? 

El presidente afroamericano aturdido, piensa que está demasiado cansado, que ha tomado mucho café, que quizás debería tomarse unos días en Camp David. Pero Chávez es Chávez, sonríe, se afirma en el sofá que ha sostenido tantos traseros ilustres, habla. 

“Tranquilo, Obama”, siente el presidente que le dice aquella voz profunda que recuerda vagamente, “soy yo, sí, Hugo Chávez, supongo que no me habrás olvidado”.

“Pero estás muerto”, reacciona aún nervioso Obama. De repente se da cuenta y exclama “¿qué hago hablando español si apenas lo medio comprendo?”

Chávez se siente dueño de la situación, se pone de pie, se le acerca, ahora es Obama quien se deja caer en su silla ejecutiva. “Mira Obama, vamos a dejar unas cosas en claro para no perder más tiempo; sí, estoy muerto, eso también lo comprenderás tu pero no sé cuándo; nos entendemos porque en el mundo de los muertos no hay idiomas, hay ideas; ese el que está parado ahí, no puede verme ni tiene por qué protegerte los muertos no matamos ni hacemos daño”.

 Confianzudo, Chávez se sienta en el borde del escritorio presidencial, Obama se echa un poco para atrás en su silla. “Quédate tranquilo, ¿sabes por qué decidí visitarte esta noche?”

“La verdad no tengo idea”, responde Obama. 

“Porque nunca me invitaste a la Casa Blanca, ¿además qué te costaba ese pequeño detalle? Y porque te comprendo, también tuve muchas noches como ésta, atiborrado de papeles, todo el mundo esperando decisiones y muchas veces tampoco sabía bien por cuál decidirme, tomara la que tomara alguien se iba a molestar”.

Obama sonríe ligeramente, “a mí me pasa igual, lo malo es que soy el Presidente de la mayor potencia mundial, y muchas veces mis decisiones terminan matando un gentío”. 

“Debe ser bien difícil de llevar”, reconoce Chávez, “pero anímate, camarada, fíjate que andas dialogando con dos de los hombres más inteligentes del mundo y no te ha ido mal”.

Obama sonríe, tiene la tendencia a ser cordial; “ese Papa argentino es cosa seria, no hay forma de pelear con él, al contrario, cuando vienes a darte cuenta tú estás hablando como él y todo el mundo de quien habla es de él. ¿Y sabes quién me ha impresionado gratamente?”

“¿Raúl Castro?”, se adelanta Chávez.

“Efectivamente, es un tipo astuto y simpático cuando quiere, es de los que se va metiendo poco a poco…”, describe Obama. Y se pregunta “a lo mejor si mis antecesores hubieran podido hablar con él hace años, las cosas no hubieran llegado hasta donde llegaron, ¿qué piensas tú, que los conoces a los dos?

 

Título de caja

 

“Raúl nunca se hubiera atrevido a nada si Fidel estuviera sano”. Hace una pausa, camina alrededor, se acerca a uno de los ventanales. “Mira, Obama, la revolución cubana es Fidel, y eso lo sabe él y Raúl, lo saben todos los que sobreviven en el poder en La Habana. Igual que yo, la revolución venezolana soy yo, y me morí”.

Vuelve a sentarse, se yergue ligeramente y acerca la cara al Presidente estadounidense: “la diferencia es que Fidel estaba claro en eso, y aunque le dio el poder militar a su hermano, siempre todo el mundo estuvo claro que el poder no eran unos aviones ni unos kalashnikov, el poder era Fidel que ha podido apartar a Raúl cuando quisiera, ¿y sabes por qué no lo hizo? ¡Porque Raúl tenía el poder pero ni era Fidel ni sabía cómo serlo, ése es el poder de verdad! Además Raúl es fervientemente leal porque nunca aspiró quitarle el puesto a su hermano. Con una ventaja que tuvo Fidel en La Habana y tuve yo en Caracas, pero que tú no tienes a pesar de toda tu fuerza y que ya tampoco tienen los jefes chinos: nosotros no teníamos que consultar a nadie, pensábamos, se nos ocurrían vainas, se hacían y punto. Tú no puedes hacer eso, aquí no importa cuántas superflotas ni cuántos marines tengas, y mucho menos puede hacerlo el pobre Nicolás allá en Caracas”.

“es cierto”, riposta Obama que empieza a cogerle el gusto al debate, después todo él también es político profesional, “pero buena parte de los problemas que están acabando con Maduro los creaste tu, lo que pasa es que a él le están tocado con mucho menos dinero, y peor aún, él no los inventó los heredo”. 

“Ni sabe qué hacer”, señala Chávez. Se vuelve a poner de pie. “No entiende a los banqueros, no comprende a los empresarios desde Lorenzo Mendoza hasta el último bodeguero, mucho menos concibe a los militares que además creo que lo asustan y él cree ganárselos dándoles cargos que no saben desempeñar”.

Camina un poco, suspira, “yo siempre supe que Nicolás no era la gran cosa, pensé que en una emergencia como mi cáncer sería lo que ha sido Raúl con Fidel, el tipo sin ideas propias pero capaz de seguir un camino. Pero no asume responsabilidades, está rodeado de incompetentes escogidos por él mismo y después dice que está cumpliendo instrucciones mías, cada vez que pone una torta –que es muy frecuente- sale corriendo al Cuartel de la Montaña dizque a buscar inspiración, ¡qué bolas!”

Chávez toma aire, se acomoda la boina roja, no quiere seguir con el tema. 

“Oye, Obama, ¿de verdad vas a levantar el embargo cubano y devolver Guantánamo?”

Obama duda y dice de repente: “Chávez, ya que estás aquí, ¿te gustaría conocer la Casa Blanca?” 

“Déjate de pendejadas, Barack, ¿crees que vine a hacer turismo? ¡Aquí estamos bien!”

“Como quieras”, Obama sale de atrás del escritorio, el agente del Servicio Secreto está profundamente dormido. Obama reflexiona: “Si John Edgar Hoover estuviera vivo tú ya estarías preso…”.

“Si Hoover estuviera vivo tú no serías Presidente”, responde Chávez. “¿No fue el mismo pendejo que inventó decenas de fórmulas para asesinar a Fidel y resulta que se murió primero y nunca pudo matarlo? Era gay y encima racista, odiaba a los negros, ¿o me vas a negar eso? ¿Ni me vas a negar que buena parte de su poder y de su permanencia en el cargo durante 8 presidencias se debió a que era un extorsionador?”

 Obama cambia el tema y reta a Chávez: “¿no te gustaría siquiera conocer el salón donde se firman los tratados internacionales, donde se firmó el tratado para bases militares en Colombia, y donde a lo mejor firmamos otro con Guyana?”

Hugo Chávez se molesta y responde: “jamás firmaremos un tratado de bases militares. Criticamos muy duro a Colombia en su momento. Y Maduro y Diosdado no permitirán semejante grosería en Guyana. El Esequibo es venezolano y lo defenderemos con la vida.”

Obama sonríe ligeramente y responde: “Mira Chávez, ¿de verdad crees que esos militares tuyos van a invadir Guyana para pelear allá? ¿Y crees que los brasileños van a dejar a sus empresarios abandonados en el Esequibo?” 

“Chávez”, responde calmadamente “Y supongo que tu mandarás tu flota a defender a la Exxon Móvil?»

El profesor de derecho constitucional no se altera: “somos la mayor potencia naval de la historia, no necesitamos hacer ese paseo, tus militares –los que de verdad son profesionales- saben cómo es la cosa, cuál es la realidad. Mira, comandante -¿es así como te gusta que te llamen, no?”

“Fue teniente coronel del Ejército, paracaidista y como Presidente comandante en jefe de la fuerza armada venezolana revolucionaria y bolivariana…”.

“Bueno, comandante”, sigue Obama, “¿sabías que la IV Flota, o sea la Flota del Caribe no tiene buques propios? No los necesita, una orden mía y pongo en cualquier país del Caribe un súper portaviones con más, mejores aviones y pilotos que Venezuela y Colombia juntos, y un par de submarinos, todos buques nucleares, Chávez, en una hora te quedas sin bases aéreas ni aviones y, tal como están las cosas este año, sin instalaciones petroleras” 

“Nuestros Sukhois…”, intenta decir Chávez. 

“los Sukhois ni siquiera llegarán a despegar, comandante, ni los pocos F-16 que te quedan, ni los avioncitos chinos, ni saldrán tus barquitos a navegar… ¿O no has oído hablar de nuestros bombarderos que dejan ciegos a los radares y pueden volar miles de kilómetros para descargar bombas inteligentes?”

“Tus aparatos militares son juguetes, comandante, te dejaste engañar por los rusos que necesitaban vender miles de millones de dólares en equipos obsoletos y que nosotros conocemos al dedillo, ¿o tú crees que los satélites son sólo para descubrir huecos en la Luna y agua en Marte?”

Chávez está en silencio, piensa, saca cuentas.

El 44 Presidente de los Estados Unidos remata: “No te preocupes, Chávez, nada de eso va a pasar. Si tu quieres mandar unos soldados al Esequibo y atacar la plataforma de la Exxon Mobil, el problema es de Maduro porque el mundo, empezando por Petrocaribe le van a caer encima, lo van a echar de la organizaciones internacionales”.

El licenciado en artes liberales y abogado no suelta el mando de la conversación. “¿Por qué crees que Granger anda alzado contra Maduro? Porque sabe que es así, esta consciente que si Maduro fuera un poquito inteligente con unas cuantas llamadas y reuniones arregla las diferencias con la Exxon, y si tu país se arregla con la Exxon, y lo lógico es que se arreglen, producen lo mismo, Granger y su equipo sabe que se quedan en el aire. Y trata de hacerle entender a Maduro lo que tiene que hacer es ver cómo logra que tu chavismo no quede tan golpeado en las próximas elecciones; si yo fuera tu lo convencería de renunciar en enero para convocar nuevas elecciones presidenciales y que se joda otro, mientras él se va del país a ver qué hace”

“La cosa no está fácil”, reconoce Chávez, “pero tampoco tan mala, el chavismo es una gran fuerza popular”.

“es innegable”, reconoce el abogado Obama, “pero el chavismo no está con Maduro, los chavistas están hartos de que les echen las culpas a ellos, Chávez, ¿no te das cuenta que entre el petróleo como lo que es, un negocio, y las sandeces tuyas primero agigantadas por Maduro después, no tienes salida?»

“Seguimos siendo la gran renovación revolucionaria en América Latina, Obama”, argumenta, y casi amenaza Chávez, molesto.

“Eso no importa, Chávez”, responde tranquilo Obama. Y sigue sin parar: “el gran país del Caribe va a ser Cuba en cuanto suspendamos el fulano embargo y cambiemos un par de limitaciones y miles de millones de dólares de empresarios –empresarios, Hugo, no el Gobierno- van a adueñarse de la isla y la van a convertir en la verdadera perla del Caribe”.

“Eres un gringo exagerado, Obama”, murmura Chávez, “un capitalista…”.

Dice el presidente afroamericano y abogado: “¿Sabes qué es lo mejor de todo, comandante? Que en cuanto terminemos de cuadrar las cosas con Cuba, vamos a ayudar a quienes queden en tu lugar, ¡hasta a Maduro!”. Y las cosas volverán a la normalidad pero sin colas, con una vida más cara porque ustedes destruyeron su propia producción y van a necesitar a nuestros empresarios y a nuestro poder económico. Somos los únicos que podemos hacerlo, comandante, porque Estados Unidos está quebrado como Estado pero su economía es la más poderosa y ágil del mundo”. 

Se hace silencio, las luces parecen bajar, atenuarse, Obama se echa para atrás en su sillón ejecutivo. Y dice en voz muy suave: “Raúl Castro lo sabe, Dilma Rousseff lo sabe, David Granger lo sabe y lo teme. El único que no se ha enterado parece que es tu hijo Maduro”.

El agente del Servicio Secreto parpadea, está un poco desconcertado, mira hacia el Presidente Obama que sonríe y esta vez sí muestra los dientes, su famosa sonrisa. Y pide que le traigan un whisky escocés suave antes de irse a dormir.

 

@ArmandoMartini