Explorando Venezuela desde Malasia… Por Orlando Viera Blanco
Venir a Malaysia es una experiencia excitante de contrastes urbanos, culturales y políticos. Es un encuentro con la sencillez de un pueblo que no para de demostrar su amabilidad y humildad. Un pequeño país del sureste asiático, con un tercio del territorio venezolano (327.000 kms2) e igual población (28MM/Hab.), muestra una de las economías más sólidas del planeta. Es uno los destinos turísticos preferidos del mundo, primer productor de semiconductores y primeros en producción de estaño, aceite de palma y caucho en la región… Cuánto no podríamos haber hecho y tenido en Venezuela tan solo con un poco de esa misma humildad, honestidad y sensatez.
Les confieso a mis lectores que el viaje se me ha tornado nostálgico y reflexivo. Llegar a Kuala Lumpur y observar un aeropuerto a lo menos diez veces Maiquetía en dimensión; moderno, habilitado para atender 250 aeronaves de cuerpo ancho en igual número de gates y organizado a tope, me pone a sacar cuentas de nuestro despilfarro. Acceder a la capital por una autopista (Norte-Sur) de cuatro canales a todo asfalto y concreto, a través de hermosos platanales de palma en medio de un desarrollo inmobiliario regio, hasta llegar a un conglomerado de hierro y concreto que ofrece a la vista las torres gemelas más altas del mundo, las Petronas, más metro-rieles, palacetes, centros comerciales, todo ello en medio de un centro financiero, hotelero, cultural y social impresionante, hace inevitable poner el contador en marcha y preguntarse cuántas autopistas, rascacielos, hospitales, viviendas, canchas, universidades, trenes, aeropuertos, y en fin, cuánta vida seria, acomodada y próspera hubiésemos podido tener, si nuestra actitud y probidad, fuese otra. Porque no podemos reducir toda nuestra tragedia a Chávez. Los venezolanos hemos sido agresivos, displicentes e irresponsables en nuestra conducción grupal y ciudadana, amén de los derroches y dejadeces de nuestras elites políticas de ahora y de antes. Como amante y docente de cultura comparada, es inevitable regresar a las líneas positivistas de Taine, Saint-Simon, Hume o Emmanuel Kant, y destacar “el culto a la humanidad de la escuela de Comte“, esto es, la fuerza del espíritu como autoridad moral de los grupos sociales y “la disciplina de la modestia, que es la gran virtud”. El malayo es esencialmente honrado y dispuesto. Un saber positivo que atiende humildemente las cosas. Que se presenta ante ellas sin saltar por encima, sin retrechería, ni lanzarse a juegos de ideas falaces. No pide causas, ni razones, ni explicaciones. Las da. Viven en una sana neutralidad, en paz. Gracias a esta austeridad resuelven su vida día a día… porque lo que hay que decir y repetir, nos hunde a los venezolanos, es la búsqueda de nuestras soluciones, husmeando (y cuestionando) la vida del vecino.
Malaysia en definitiva es un país alegre, jubiloso, emprendedor, con reglas de vida sencillas, pero rendidoras. Para cada ocasión tienen una salida cálida. Si Ud. pide un cigarrillo, le dan dos. Ellos dicen: “si estás feliz, yo estoy feliz“. No les interesa la propina sino el deleite de su cliente. Porque en esa medida volverá y así conservan su trabajo. La visión es ser amable a largo plazo. Cero rapacidad. Cero hostilidad. Si ven a su mujer contenta o agradecida, le dicen: consérvela así. “¡Happy wife, happy life!“. Su sentido familiar viene de sus orígenes Senoi y Samg, tribus nativas de mezcla indonesia y austral, que desarrollaron un profundo afán comunitario, y supieron derrotar a conquistadores portugueses (Alburquerque), ingleses y nipones. No se respiran ni egoísmos, resentimientos o denteras históricas. El Sultanato (trece territorios gobernados por sultanes autónomos) ha sabido integrar la prosperidad de su economía a sus indígenas, mediante la implementación de programas de ayuda para el desarrollo agrícola sustentable. El crecimiento de Malasia en los 80 y 90 fue de un 8% interanual, lo cual les permitió pasar del subdesarrollo a la industrialización. La construcción de megaproyectos urbanos no para. Los centros comerciales, repletos. Su gente, asistencial. Nos perdimos a medianoche por unos callejones y de inmediato “una junta” con un batallón de celulares en mano buscando en Google Map, nos condujo a puerto seguro. Uno siente que la buena fe existe… y uno palma con dolor cómo la hemos perdido en Venezuela. Y no porque hayamos degenerado, sino porque es imposible ayudar a nadie en mi país a media noche, y ¡menos exhibiendo un smartphone, sin perder la vida!
Venir a Malaysia me hizo anhelar más mi Venezuela noble, próspera, trepidante, alegre y en paz. Al escribir estas líneas leo que Gaby Arellano gana FCU en la ULA. También leo que la MUD expresó no poder hablar de Leopoldo López “porque en elecciones no toca ese tema“. Pues nada. El tema es desechar esa soberbia y mezquindad política, y apoyar lo que sí nos sacará adelante: la entereza libertaria y gallarda de nuestros jóvenes. Es lo que hizo grande, próspera e industrial a Malaysia apenas a sus 57 años de independencia… ¡Falta menos!