El término “cinismo” viene, como todo, de la antigua Grecia. El remoto origen de la palabra tiene que ver con los canes. Perro en griego se decÃa “kynos” (de allà kynikos). Esto se sabe porque en la ciudad de Éfeso, en algunos portales se han hallado inscripciones talladas en la piedra que dicen: “¡oftalmòs, kynos bravo!”. En la plaza del perro ágil (o mausoleo del perro) nació la escuela de los cÃnicos, cuyo mayor exponente es Diógenes, que pasó a la historia de la filosofÃa con el nombre “Diógenes el cÃnico”. Sus anécdotas son bastante conocidas. Cuentan que andaba con una lámpara a plena luz del dÃa, como buscando algo que se le habÃa perdido y le preguntaban: “¿pero bueno, Diógenes, chico, que estás buscando?” Y él respondÃa: “busco a un hombre”. En Venezuela habrÃamos rematado con un patético  “¡ayyyy papá, se perdió esa cosecha!”. Sin embargo, los contemporáneos de Diógenes sabÃan que lo que el filósofo querÃa decir era que la humanidad de la Grecia  de sus contemporáneos -como en la Venezuela de hoy- estaba tan ausente, que ni aún con una lámpara encendida a medio dÃa era posible hallar a un hombre digno de tal condición. Cuando lo desterraron de SÃnope, su polis natal, el gran exponente de la escuela cÃnica dijo: “ellos me condenaron a irme, pero yo los condené a quedarse”.
La palabra cinismo, tal como la usamos hoy, poco tiene que ver con la dignidad de la escuela filosófica, por el contrario, se refiere fundamentalmente a  la exhibición de una  “conducta descarada para mentir o hacer cosas indebidas”, sinónimos de cinismo son: descaro, desfachatez, desvergüenza, impudicia. Creo que no hace falta mayor explicación, a buen entendedor no hay que mostrarle el collar, para seguir con los canes. Este tiempo de cinismo en que vivimos, del malo, del moderno, llega a tales cotas de surrealismo que  la crónica  de esta época solo podrÃa ser escrita a dos manos por Ionesco y GarcÃa Márquez.
Esta semana, ante las denuncias de su esposa, Lilian Tintori, de la incomunicación pública y notoria en la que se encuentra Leopoldo López -un dirigente polÃtico privado de su libertad casualmente  por expresar sus opiniones polÃticas en el mismo paÃs en el cual fue jefe de estado una persona que después de dar un golpe militar, recibÃa visitas regularmente y organizaba en  la cárcel  su plataforma polÃtica para la conquista del poder- nos dicen, desde los organismos encargados de vigilar la legalidad, que se va a  investigar si a Leopoldo López se le han violado por casualidad, en una de esas, vaya usted a saber y Dios nos libre, sus derechos humanos. Como si su sola injustificada prisión no fuese ya suficiente prueba de ello.  ¡O tempora, o mores!, como dirÃa Marco Tulio.
Condenaron a Leopoldo López a la cárcel, pero -como vislumbrarÃa Diógenes- quienes lo encarcelan  llevan la peor parte: están condenados a la injusticia y eso sà que será para sus almas una cadena perpetua.