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¡Adiós a Madiba! por Beatriz Miranda

Zea
Hace 11 años

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En medio de colores, bailes, cantos y velas, “el país del arco iris”, el continente africano y el mundo despiden a Mandela, el líder universal, que la pequeña aldea de Umata regaló al mundo para “liberar tanto al oprimido como al opresor”.

El 18/07/1918 nació el niño Rolihlahla, hijo del jefe de la tribu de los tembus. El significado de su nombre de pila: arrancar la rama del árbol, o el que se rebela, ya indicaba la misión que aún estaba por venir. Mucho más tarde, eso significó el inicio de la reconciliación nacional de África del Sur, el país de los diamantes, en donde la riqueza de la minoría contrastaba con la exclusión, la desigualdad y la segregación racial de la mayoría.

En 1948, el Partido Nacional Africano vence en las elecciones en la cuales solo los blancos votaron, lo que dio inicio al apartheid. Mandela había ingresado a las filas del Congreso Nacional Africano en 1942, en el que inició su militancia. Soñó con un socialismo africano: antirracista e antiimperialista, África para los africanos. Encontró en la lucha armada un instrumento de defensa y resistencia. Fue acusado por alta traición a la Patria, arrestado y considerado terrorista por Pretoria y hasta hace poco tiempo todavía estaba incluido en el prontuario de la CIA.

En 1962, su discurso en el juicio en Pretoria indicaba el “largo camino hacia la libertad”, no solo de él, sino de todos los africanos, porque para lograr la paz había que emanciparse del odio: “¿Por qué ningún africano en la historia de este país ha tenido nunca el honor de ser juzgado por su propia gente? Me hace sentir un hombre negro en un tribunal del hombre blanco. No debería ser así”.

Durante 27 años, el preso 46664, desde la cárcel de Robben Island, inspiró ideas de libertad, igualdad y rechazo a las injusticias y a toda forma de discriminación. En los trabajos forzados, ante los maltratos y la incomunicación, se apoyó en la fe de aquellos que todo perdieron, pero jamás se entregaron, sabía “que era el amo de su destino, y el capitán de su alma”, y que en sus manos estaba la posibilidad del encuentro de África del Sur.

Mandela nunca se rindió ni tampoco negoció sus ideales. En 1985, cuando las presiones internacionales y el bloqueo antiapartheid se volvieron cada vez más fuertes, le ofrecieron libertad condicional, su “no” contundente le llevó a cinco años más de cárcel.

El 11 de febrero de 1990 el mundo celebraba la libertad de Mandela, el que sería el primer presidente negro de Sudáfrica, el que recordaba la lucha de Martin Luther King. El poder no lo deslumbró y al término de su mandato demostró su desapego y otra vez hizo camino en África, se apropió de temas como el sida y la pobreza y fue mediador en conflictos en Burundi, Congo y Angola.

En un escenario global en donde los líderes son construcciones mediáticas, Madiba hará mucha falta. Todo el mundo ya llora a Madiba, porque grandes como él “no deberían morirse, deberían tornarse encantados”, para que su luz iluminara soluciones políticas, diplomáticas y humanitarias en todos los conflictos que hoy padece el mundo.

Fuente: El Espectador

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