¿Entrevistas o autopsias? por Valdimir Villegas @VladiVillegas
El amigo Tulio Hernández, a quien respeto y estimo, ha deslizado algunas críticas a la entrevista que en días pasados le hice a la ministra para el Régimen Penitenciario, Iris Varela, porque según su óptica no le hice preguntas que en su criterio eran esenciales y consustanciales con lo que él define como periodismo “crítico”, una categoría sobre la cual pudiéramos estar discutiendo, divagando y teorizando por tiempo ilimitado.
No soy refractario a las críticas, y menos cuando vienen de voces respetables como la de Tulio, o las que recientemente también me formulara Alberto Quirós Corradi. Esa es parte de la dinámica democrática que debemos cuidar, alentar y promover. Siempre es posible ser más incisivo, ser más agudo y más insistente en el planteamiento de temas a un entrevistado. Ahí cuenta mucho el estilo periodístico, la manera como el entrevistado y el entrevistador llevan adelante el rol que les corresponde. Parto del principio de que una entrevista no puede ser ni irrespetuosa ni complaciente, y ambos extremos son por demás protuberantes en tiempos de polarización.
Por cierto, y que me perdone Tulio si miento, jamás he leído o escuchado una crítica suya al periodismo extremista que en nombre de una supuesta postura crítica utiliza balas de cañón para atizar al Gobierno y pétalos de rosa para los dirigentes opositores. Eso lo hemos visto en exceso entre los colegas claramente identificados con la oposición. Como hemos visto entre los colegas que trabajan en medios del Estado la misma actitud con los funcionarios de Gobierno y dirigentes pesuvistas. Es el mal de nuestro tiempo en el periodismo venezolano. Algunos esperan que este servidor lleve a sus entrevistados a una especie de patíbulo, sobre todo si se trata de funcionarios o dirigentes chavistas. Y por eso entiendo las críticas.
Pero me llama la atención que también desde el chavismo, y sin la cordialidad de Tulio, me han llovido severas críticas vía Twitter, porque supuestamente intento acribillar a los invitados rojos rojitos. Esos son los signos de la polarización. Si el entrevistado es de mi misma parcela no puede ser acosado ni incomodado con ciertas preguntas. Pero si se trata de alguien a quien adverso no hay que hacerle una entrevista sino una autopsia. O cuando menos un interrogatorio tipo policial. Pues bien, estoy tratando de hacer mi trabajo con la intención de que el invitado, del signo que sea, diga sus verdades, responda mis inquietudes y las del público que toma la iniciativa de participar con sus tweets.
Ciertamente son pocas las ocasiones en las cuales se logra con facilidad una entrevista con invitados del gabinete, y cuando eso ocurre la idea es obtener el mayor provecho de esa conversación. Eso intento, y seguramente no siempre lo lograré. Y seguiré siendo objeto de críticas, pero estoy claro en cuanto a la necesidad de que los espacios en los cuales me desenvuelvo, tanto en radio como en televisión, contribuyan a la creación de un clima favorable a un debate de altura, sin concesiones ni a la adulancia ni al atropello. Creo que ambos extremos han contaminado el ejercicio del periodismo. Hay quienes esperan que yo llame ladrón o corrupto a un funcionario o dirigente, pero no se atreven a investigar o a formular una denuncia con alguna base. Y eso no quiere decir que no haya corruptos en el Gobierno, porque hasta el propio Nicolás Maduro dice estar cazando pillos, como seguramente también los hay en la oposición. Pero no acostumbro asumir acusaciones que no puedo sustentar. Y en definitiva un programa de televisión no es un tribunal. Los entrevistados dicen sus verdades y pobre de ellos si la realidad los desmiente y si quienes los ven y escuchan no les creen.
Pese a estas reflexiones personales, acojo de buena fe las críticas de todos, incluidas las de Tulio, Alberto Quirós Corradi, y unas que recientemente me formulara en persona Eleazar Díaz Rangel, con respecto a la necesidad de repreguntar e insistir en temas que el invitado quiere esquivar. Pero siempre bajo la tónica de que una entrevista no es un interrogatorio ni mucho menos una autopsia.
Fuente: El Nacional