Hay ideas que apenas se enuncian, se sabe que son disparatadas. Si alguien dice que está pensando en montar una venta de aires acondicionados en el Polo Norte, uno sabe de inmediato que fracasará. Lo mismo ocurre con los anuncios gubernamentales sobre el nuevo (¡otro más!) Sistema Complementario de Administración de Divisas. Según estos anuncios, habrá subastas de divisas por regiones, por industrias y por naturaleza jurídica de quienes las requieran. Les faltó decir que se organizarán también por grupos de edades, religión, sexo, color y tamaño de los demandantes. Uno puede advertir de entrada que ese esquema fracasará porque el mundo tiene una larga y riquísima experiencia en materia de esquemas cambiarios que permite saber que mientras más complicados sean éstos, más difícil es que sobrevivan.
Por eso, lo que predomina en el planeta son esquemas cambiarios muy simples; un tipo de cambio único para todas las transacciones. Pensar en organizar subastas por regiones y por industrias supone que habrá numerosos tipos de cambio: la industria metalmecánica del estado Carabobo tendrá un tipo de cambio distinto al de la industria metalmecánica del estado Zulia, que a su vez será distinto a la del sector agrícola de ese mismo estado. Mientras el Gobierno inventa y trata de poner en marcha un esquema cambiario tan extraño como ese, el problema de fondo en materia cambiaria más bien se agrava.
El país tiene una absoluta y creciente dependencia de una sola fuente de divisas que es el petróleo. Las inversiones extranjeras -otra fuente de entrada de divisas- se han reducido igualmente a su mínimo. La demanda, en cambio, sigue exacerbada porque además de las necesidades de importación de una economía que ha visto desaparecer la producción interna, está la desesperación de los venezolanos por sacar fuera del país cualquier bolívar de que dispongan para protegerse de un modelo económico en las que nadie confía. El nuevo Sicad será otro fiasco más.