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Pinceladas de la Política Exterior Venezolana por Leopoldo E. Colmenares G.

A poco más de dos meses para que los venezolanos tomemos la decisión de o bien continuar con el decimonónico régimen que dirige los destinos del país o escoger la opción del cambio que conduzca a la nación por la senda del progreso y la modernidad, es conveniente efectuar una revisión, que por cuestiones de espacio no podrá ser exhaustiva, de la política exterior del auto denominado “gobierno bolivariano”, así como algunas de las consecuencias que ésta ha traído al país.

Uno de los principales objetivos estratégicos de la política exterior venezolana consiste en la llamada búsqueda de un mundo multipolar, el cual se ha tergiversado dramáticamente convirtiéndose, básicamente, en un reto constante e innecesario hacia los Estados Unidos de América, así como en la alianza y/o apoyo a aquellas naciones hostiles a este país.

Es así como Venezuela ha cultivado fuertes lazos con gobiernos como los de Cuba, Irán, Bielorrusia, Siria, Libia, Iraq y hasta Zimbabwe, cuyo denominador común, además de la anteriormente mencionada hostilidad hacia los Estados Unidos, viene dada por la presencia de regímenes despóticos y violadores de los derechos humanos. Demás está aclarar que con la caída de los dictadores libio e iraquí tales relaciones se han minimizado.

Lo antes señalado ha generado como consecuencia que Venezuela sea vista en el concierto de naciones como un país cercano a las tiranías, defensor de dictadores y que le ha dado la espalda a los pueblos sometidos a longevas y sangrientas autocracias.

En el mismo orden de ideas la búsqueda de la multipolaridad ha devenido en un desenfrenado relacionamiento tanto con la República Popular China como con la Federación Rusa, que ha traído como consecuencia la protocolización de obscuros contratos para la obtención de un préstamo por 30 mil millones de dólares con la primera nación y la compra de astronómicas cifras en armamento a los rusos, que pudieran rondar los 10 mil millones de dólares.

El préstamo a los chinos, compromete la renta petrolera venezolana ya que este debe pagarse con envíos de petróleo a futuro, hipotecando así el futuro inmediato del país, mientras que la compra de armas, sencillamente, ha desviado grandes cantidades de recursos que bien pudieran ser utilizados en cuestiones prioritarias para el país como lo son educación, seguridad ciudadana, vivienda, hospitales, etc.

Como un último aspecto a mencionar de la delirante política exterior venezolana, se debe mencionar el objetivo de exportar la llamada revolución bolivariana hacia otras naciones de América Latina. Esta política ha sido construida fundamentalmente utilizando como vectores estratégicos la firma de acuerdos energéticos para el suministro de petróleo, la colaboración en programas sociales (la llamada internacionalización de las misiones), ayudas económicas directas y la puesta en marcha del canal de noticias TeleSur.

Los costos de mantener tal política son incuantificables, lo que lo convierte en un verdadero exabrupto cuando se evalúa, por ejemplo, el terrible estado en que se encuentra la infraestructura del país.

En conclusión, se puede señalar que la política exterior venezolana, como mínimo, ha traído como consecuencia el despilfarro de mil millonarias cifras en dólares, una tergiversación de las tradiciones democráticas del país y la injerencia en los asuntos internos de otras naciones.

@leopoldocolmena

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A poco más de dos meses para que los venezolanos tomemos la decisión de o bien continuar con el decimonónico régimen que dirige los destinos del país o escoger la opción del cambio que conduzca a la nación por la senda del progreso y la modernidad, es conveniente efectuar una revisión, que por cuestiones de espacio no podrá ser exhaustiva, de la política exterior del auto denominado “gobierno bolivariano”, así como algunas de las consecuencias que ésta ha traído al país.

Uno de los principales objetivos estratégicos de la política exterior venezolana consiste en la llamada búsqueda de un mundo multipolar, el cual se ha tergiversado dramáticamente convirtiéndose, básicamente, en un reto constante e innecesario hacia los Estados Unidos de América, así como en la alianza y/o apoyo a aquellas naciones hostiles a este país.

Es así como Venezuela ha cultivado fuertes lazos con gobiernos como los de Cuba, Irán, Bielorrusia, Siria, Libia, Iraq y hasta Zimbabwe, cuyo denominador común, además de la anteriormente mencionada hostilidad hacia los Estados Unidos, viene dada por la presencia de regímenes despóticos y violadores de los derechos humanos. Demás está aclarar que con la caída de los dictadores libio e iraquí tales relaciones se han minimizado.

Lo antes señalado ha generado como consecuencia que Venezuela sea vista en el concierto de naciones como un país cercano a las tiranías, defensor de dictadores y que le ha dado la espalda a los pueblos sometidos a longevas y sangrientas autocracias.

En el mismo orden de ideas la búsqueda de la multipolaridad ha devenido en un desenfrenado relacionamiento tanto con la República Popular China como con la Federación Rusa, que ha traído como consecuencia la protocolización de obscuros contratos para la obtención de un préstamo por 30 mil millones de dólares con la primera nación y la compra de astronómicas cifras en armamento a los rusos, que pudieran rondar los 10 mil millones de dólares.

El préstamo a los chinos, compromete la renta petrolera venezolana ya que este debe pagarse con envíos de petróleo a futuro, hipotecando así el futuro inmediato del país, mientras que la compra de armas, sencillamente, ha desviado grandes cantidades de recursos que bien pudieran ser utilizados en cuestiones prioritarias para el país como lo son educación, seguridad ciudadana, vivienda, hospitales, etc.

Como un último aspecto a mencionar de la delirante política exterior venezolana, se debe mencionar el objetivo de exportar la llamada revolución bolivariana hacia otras naciones de América Latina. Esta política ha sido construida fundamentalmente utilizando como vectores estratégicos la firma de acuerdos energéticos para el suministro de petróleo, la colaboración en programas sociales (la llamada internacionalización de las misiones), ayudas económicas directas y la puesta en marcha del canal de noticias TeleSur.

Los costos de mantener tal política son incuantificables, lo que lo convierte en un verdadero exabrupto cuando se evalúa, por ejemplo, el terrible estado en que se encuentra la infraestructura del país.

En conclusión, se puede señalar que la política exterior venezolana, como mínimo, ha traído como consecuencia el despilfarro de mil millonarias cifras en dólares, una tergiversación de las tradiciones democráticas del país y la injerencia en los asuntos internos de otras naciones.

@leopoldocolmena

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