La discusión sobre el aborto o la interrupción voluntaria del embarazo no planificado en Venezuela siempre ha estado rodeada de prejuicios, estigmas, tabúes y mucho desconocimiento. Es un tema polémico ahí donde sea que se mire: ámbitos familiares, políticos, religiosos, sociales.
Usualmente, la conversación suele quedarse en círculos de feministas, activistas, organizaciones o movimientos a favor de los derechos sexuales y reproductivos. A pesar de todo esto, es un hecho: las mujeres abortan. Lo han hecho antes, lo hacen ahora y lo seguirán haciendo. Y lo hacen más de lo que se cree porque es un secreto a voces.
En Runrun.es contactamos a las especialistas: Selene Soto, abogada de la organización Women’s Link; Venus Faddoul, abogada y parte del equipo de la organización 100% Estrógeno; Magdymar León, psicóloga con estudios de la mujer y coordinadora de la Asociación Venezolana para una educación sexual alternativa (Avesa); y Cristina Rosero, abogada y asesora legal del Centro de Derechos Reproductivos.
Hay que hablar del tema.
¿Por qué es necesario que la legalización del aborto esté acompañada de educación sexual y garantías en el acceso a los métodos anticonceptivos?
El aborto no es un tema aislado y tampoco debe ser visto de esa manera. Así como la escasez de métodos anticonceptivos y la falta de educación sexual incide en la cantidad de abortos clandestinos o inseguros, lo mismo pasa al contrario.
Al formar parte de los derechos sexuales y reproductivos, la garantía de reconocimiento de unos derechos beneficia a otros. Pensar en lograr la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo sin tener en cuenta al resto y viceversa, es un despropósito.
Aunque para Cristina Rosero el aborto se ha vuelto la conversación principal, precisamente por el activismo de los movimientos feministas y por ser uno de los puntos más álgidos y estigmatizados alrededor de la salud reproductiva, la defensa por los derechos sexuales y reproductivos es integral.
La abogada del Centro de Derechos Reproductivos manifiesta que la criminalización del aborto genera un ambiente hostil para que esas otras conversaciones se lleven a cabo.
“Si existe un tabú o un reproche a la manera en que las mujeres toman decisiones frente a sus cuerpos y frente a su propia autonomía para decidir el proyecto de vida, va a ser más difícil entender esa concepción que una mujer desea acceder a métodos anticonceptivos para planearlo o que una mujer, por ejemplo, quiera esterilizarse a una edad temprana porque no desea ese rol de madre”.
Señala que la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo permitiría, a largo plazo, tener conversaciones más tranquilas, seguras y efectivas para que las personas tengan acceso a los demás servicios de salud reproductiva.