Dos masacres en Siria, seguidas con igual estupor por la comunidad internacional han prendido la alarma. Una alarma que viene sonando con insistencia ante sordos oídos de algunas capitales y temor de las organizaciones de derechos humanos y agencias humanitarias. Casi 200 muertos dejaron ambos hechos en los que los vulnerables de siempre, los niños, llevaron la peor parte mientras un despótico régimen se atornilla en el poder.
Lo que ocurre en este país árabe con pasmosa facilidad puede salirse de las manos. Ya hay de hecho un conflicto que es, bien preludio de una guerra civil o una guerra civil en toda regla. La semántica aquí ya dejó de tener sentido como igual carece de sentido la inacción global a pesar de los llamados urgentes.
Lamentablemente en los organismos internacionales la voz cantante no la llevan los analistas y expertos. Mucho menos los observadores en el terreno y quienes ayudan como pueden a la población civil. La voz cantante la tienen los países miembros y sus muy variopintos intereses que -Dios no permita lo contrario!- deben ser defendidos a como dé lugar.
Las Naciones Unidas han hecho, considerando ese marco, lo que han podido. Hacer más, pasa porque los gobiernos concilien y/o suavicen posturas lo cual es improbable más no imposible.
Recapitulemos qué se ha hecho: varias sesiones especiales del Consejo de Derechos Humanos (cuatro en total) y de la Asamblea General (dos, incluyendo la de esta misma semana); y, decenas de consultas informales, “briefings” y debates en el Consejo de Seguridad.
No se ha aprobado ni una sola sanción económica o financiera. Tampoco un embargo de armas -que se debió haber implementado hace meses-. Sí se crearon tres cosas: una Comisión Internacional de Investigación sobre violaciones de derechos humanos, el puesto de Enviado Especial y la Misión de Supervisión (UNSMIS).
La primera arrojó contundentes informes que hablan taxativamente de crímenes contra la humanidad en Siria. Kofi Annan, designado enviado especial, esbozó un plan de paz de seis puntos de los que destaca el cese al fuego y el diálogo político para una transición. Y la Misión, desplegada en el terreno con un muy restrictivo mandato, le toca verificar el cumplimiento de dicho plan de paz que aunque en vigor, sigue siendo un plan de papel dada la violencia desatada.
La paciencia se agotó y se oyen insistentes rumores que plantean sanciones (similares a las que ha aprobado la UE) y referir la situación de Siria a la Corte Penal Internacional, con lo cual la nueva fiscal de dicho tribunal tendría tremendo estreno.
El uso de la fuerza en aplicación de la doctrina de la responsabilidad de proteger sigue planeando en el horizonte tanto como los planes para un exilio pactado de al Assad, o una cesión gradual de poder.
Cualquiera sea la alternativa, debe ejecutarse ya. Lo contrario no sólo amenazaría la estabilidad del siempre volátil y complejo Medio Oriente sino que dejaría a las víctimas del régimen de Damasco en la absoluta indefensión.
No hay excusas. Luego, contaremos los cadáveres por miles. Ya van aproximadamente diez mil en un año. A ver cuántos más debe haber para que al fin el realismo político se quede en el tintero.
Omar Hernández
Internacionalista
@omarhUN