Las mentiras del chavismo sobre el Pacto de Puntofijo - Runrun
Las mentiras del chavismo sobre el Pacto de Puntofijo

 

Hoy se cumplen 60 años de la firma del acuerdo que sentó las bases del sistema democrático venezolano que se instaló en 1958   

@pppenaloza

–          ¿La última dictadura, cuál fue aquí en Venezuela? ¿Quién me dice allí de los estudiantes de la Unefa?, preguntó el presidente Hugo Chávez sobre una tarima dispuesta al frente del palacio de Miraflores a los alumnos de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada.

Pasados unos segundos de gritos y algarabía, el mandatario daba la respuesta.

–          Muy bien, Puntofijo, esa fue la última dictadura. Veinte puntos sacaste, catira, veinte puntos, la del pacto de Puntofijo.

El examen no era tan difícil ni tomó a los alumnos por sorpresa. Minutos antes, bajo el incandescente sol de aquel domingo 23 de enero de 2011, el comandante ya había impartido su lección de historia revolucionaria a la muchedumbre que le aclamaba.

“No creo que haya que decir, como a veces decimos, que (el 23 de enero) cayó la última dictadura en Venezuela. ¡No!, porque la última dictadura en Venezuela no fue la de Marcos Pérez Jiménez, la última dictadura en Venezuela fue la dictadura del pacto de Puntofijo, que cayó de manera formal aquel 6 de diciembre de 1998”, sentenció Chávez.

Corrupción. Cúpulas podridas. Traición al pueblo. Violaciones a Derechos Humanos. Tiranía. Pobreza. Oligarquía. Dependencia. Rentismo. Todos los males de la República tienen su origen en el acuerdo que el 31 de octubre de 1958 firmaron Rómulo Betancourt (Acción Democrática), Rafael Caldera (Copei) y Jóvito Villalba (Unión Republicana Democrática), según la interpretación que ha machacado hasta la saciedad el chavismo.

Sin embargo, a contracorriente de la propaganda oficial, políticos y académicos reivindican la importancia de este acuerdo y buscan desmontar las “mentiras” que pretenden desvirtuar uno de los episodios más relevantes de la vida del país.

 

Solo un quinquenio

Antes de entrar en honduras, una aclaratoria. Se trata del Pacto de Puntofijo, no de Punto Fijo. “Caldera vivió en Puntofijo -una sola palabra- en Las Delicias, cerca del actual restaurante Urrutia, hasta que se mudó a Tinajero en Los Chorros en los sesentas. El nombre de la primera casa donde se firmó el pacto (porque Caldera estaba engripado y se reunieron allí) se debe a que por fin tenía casa propia”, clarifica Ramón Guillermo Aveledo, ex secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática.

“En el imaginario colectivo, el pacto de Puntofijo se extendió por 40 años. Pero no es así. El pacto de Puntofijo duró los cinco años del gobierno del presidente Betancourt”, precisa Eduardo Fernández, ex secretario general de Copei.

Fernández recuerda que tras la salida de Betancourt y la llegada del nuevo mandatario Raúl Leoni a Miraflores, “el pacto de Puntofijo se sustituyó por un acuerdo denominado ‘ancha base’, suscrito por el propio Leoni, Villalba y Arturo Uslar Pietri en representación del Frente Nacional Democrático (FND)”.

El dirigente socialcristiano niega que el pacto de Puntofijo se haya limitado a un reparto de cuotas de poder, como permanentemente reitera el chavismo. “Incluía una agenda con asuntos de toda índole que se condensó en el llamado ‘programa mínimo común’, que recogía las propuestas de los tres grandes partidos”, subraya.

No se trataba, entonces, de una mera distribución de cargos burocráticos, sino de apelar a la racionalidad para sostener el sistema que apenas estaba naciendo. “El pacto se firma por el temor de los jefes políticos de los partidos democráticos de un retroceso a la dictadura militar”, enfatiza el candidato presidencial de los verdes en 1988.

¿Mejor o peor?

El secretario general de AD, Henry Ramos Allup, reta a cualquiera a comparar los logros alcanzados en los denostados cuarenta años con la obra de la revolución bolivariana. Aunque rechaza la “definición histórica atrabiliaria de IV República o ‘puntofijismo’”, defiende que “el sistema de conciliación de partidos que rigió de 1958 a 1998 fue un gran acuerdo que institucionalizó la democracia en Venezuela y permitió grandes avances”.

“La descentralización, el establecimiento de la pequeña y mediana industria, la nacionalización del hierro y el petróleo, la creación de las empresas básicas”, enumera Ramos Allup parte de los éxitos cosechados en esas cuatro décadas.

Fernández coincide con su antiguo rival político. “Sostengo que ha sido el mejor periodo de la historia de Venezuela independiente”, afirma. “Antes de esta etapa, la historia nacional estuvo marcada por guerras y dictaduras. Nunca tuvimos tanta democracia, estabilidad política, progreso económico y mejoramiento social”.

Al igual que el líder adeco, el socialcristiano llama a contrastar el pasado con el presente. “Sufrimos una crisis económica gravísima con inflación y recesión, una corrupción sin precedentes, una polarización que conspira contra la unidad nacional y un deterioro de todas las manifestaciones de la vida nacional. El chavismo llegó con la promesa de corregir los errores y no ha resuelto ni uno de esos problemas”, asevera.

Apertura y alternancia

En su Agenda Alternativa Bolivariana de 1996, Chávez carga contra el pacto de Puntofijo, acusándolo de haber instaurado el “modelo adeco-copeyano” que “devino en una crisis avalancha que hoy es ya una verdadera catástrofe moral, económica, política y social”. ¿El acuerdo que cumple 60 años dio como fruto la ‘guanábana’?

“El bipartidismo no fue un pacto sino el resultado de la voluntad electoral de la mayoría de los venezolanos”, contesta Fernández, quien opina que ese sistema sentó sus bases con el triunfo de Caldera en 1968, se acentuó en 1973 en la elección entre Carlos Andrés Pérez (AD) y Lorenzo Fernández (Copei) y feneció en 1988, con el proceso que llevó a Pérez por segunda vez al palacio de Miraflores.

Ramos Allup señala que antes de la entronización del chavismo y su propuesta hegemónica, en el país existía un “sistema pluripartidista”. “El régimen de conciliación de partidos se distinguió por la apertura del espectro político y la alternancia en el ejercicio del Poder Ejecutivo”, agrega. Sobre ese último punto, destaca que incluso en aquellos casos en que AD repitió el triunfo en las presidenciales, “el candidato no tenía el apoyo del Presidente. Leoni no era el candidato de Betancourt ni CAP el de Jaime Lusinchi”, ilustra.

Siempre enemigos

Detrás de la condena al pacto de Puntofijo se esconde la censura a cualquier posibilidad de diálogo o entendimiento entre las fuerzas políticas, advierte la investigadora social Margarita López Maya. “Gracias al discurso chavista se fue inculcando la idea de que un pacto político connota trampa, engaño. Dialogar o negociar intereses y llegar a acuerdos políticos entre partidos ha sido prácticamente para el chavismo un sinónimo de traición al ‘pueblo’”, observa la historiadora.

“Muchas democracias surgen de una combinación de movilizaciones populares y acuerdos políticos. Una lleva al otro. El pacto de Puntofijo ha sido un ejemplo para otros pactos políticos como los que permitieron la emergencia de la democracia española y la chilena”, precisa López Maya, quien resalta la magnitud de este acuerdo en el marco de una Venezuela con “escasa cultura democrática y dominada desde su independencia por caudillos militaristas y autoritarios”.

Partiendo de esa realidad de 1958, el escritor Francisco Suniaga concluye que el pacto de Puntofijo fue un acto de responsabilidad política. “Fue la piedra fundacional de una institucionalidad que duró cuarenta años y que solo ahora, en medio de este terrorífico desastre, es valorada en su dimensión real”, razona.

“En torno a ese núcleo se tejió la vasta red de instituciones democráticas necesarias para la construcción de un régimen de libertades como el que en efecto tuvimos. Gracias a Puntofijo se pudo sobrevivir a conspiraciones y golpes militares de derecha e izquierda, incluso a un movimiento guerrillero impulsado desde la Cuba castrista”, recalca el autor de El Pasajero de Truman.

Sobre el gallo

Suniaga considera injusto criticar el acuerdo del 31 de octubre de 1958 por la exclusión del Partido Comunista de Venezuela (PCV).  “En 1958, la Guerra Fría estaba en su apogeo y, en ese contexto, era políticamente inconveniente incluirlo. Aunque eso no obstaba para que formara parte de él como factor de oposición democrática leal, lo que ocurrió a partir de 1968. Ese año, con el triunfo de Caldera y la derrota de AD, hasta entonces hegemón de la política criolla, se dieron dos eventos  que consolidaron Puntofijo: la alternancia democrática y la pacificación”, expone.

López Maya refuta la tesis chavista de que marginar al PCV era lo mismo que echar a un lado al “pueblo”. “Esta aseveración está ligada a la idea de que el PCV representaba los intereses del pueblo y al no invitársele a firmar el acuerdo, las mayorías populares quedaron excluidas. Pero resulta que AD tenía un caudal electoral muy superior al PCV, lo que quedó demostrado en las elecciones poco después”, abunda la académica.

“El discurso populista considera que el concepto ‘pueblo’ alude a un sujeto político monolítico e indivisible. No puede reconocer el pluralismo que existe en el conjunto que conforma el pueblo de una nación. En las elecciones de ese año y en las elecciones siguientes las mayorías populares demostraron con creces que apoyaban esa democracia representativa que había nacido de varios acuerdos, entre ellos el de los partidos que firmaron el de Puntofijo”, puntualiza la doctora en Ciencias Sociales.

La izquierda radical, además, descalificaba a la democracia venezolana, tildándola de falsa y burguesa, rememora López Maya. “Esperaban hacer la revolución en Venezuela para seguir el modelo cubano. Sin embargo, el fraude del socialismo soviético y su versión tropicalizada en Cuba, evidenciaron que ese socialismo no era democrático”.

Releer la lección    

Chávez vendió su revolución como la continuación de la gesta independentista. Al frente del bando patriota, el nuevo libertador prometía barrer con la oligarquía entreguista que había mancillado a la República. “El discurso chavista considera que en Venezuela nada cambió desde 1830 hasta que ellos llegaron, y que la democracia que surgió con los acuerdos políticos como Puntofijo fue más de lo mismo o hasta peor que lo anterior. Todo eso es falso”, espeta López Maya.

La profesora de la Universidad Central de Venezuela comenta que “la hegemonía partidista que surgió en 1958 es distinta a etapas anteriores, cuando en el bloque hegemónico tenía una presencia protagónica, además de intereses comerciales o de propietarios, los intereses caudillistas y militares”.

El proyecto modernizador que se abrió con el pacto de Puntofijo, refiere López Maya, fue encabezado por organizaciones políticas con liderazgos provenientes de capas medias y obreras de la sociedad venezolana, “que hasta entonces no habían jugado roles significativos en el bloque en el poder”. Por ese motivo, descarta que ese sistema pueda tacharse de oligárquico. “En la democracia de 1958 vimos unas nuevas élites políticas surgidas de abajo y un proyecto democrático que no había existido antes, salvo en el breve interregno de 1945-1948”.

López Maya estima que esa “simplificación del chavismo de la historia republicana de Venezuela, es de las mentiras más perjudiciales que han pasado a ser historia oficial, desvalorizando las luchas democráticas de los venezolanos en el siglo XX”.

Si se trata de mirar hacia atrás, Suniaga expresa que el Pacto de Puntofijo legó al país un bien que jamás había disfrutado: la convivencia democrática. “Una nueva transición democrática, como la que ya ha comenzado, tendrá, en su momento, que derivar grandes lecciones de Puntofijo, un experimento político Made in Venezuela, que fue extraordinariamente exitoso. Tanto que son sus pautas las que guían a los demócratas en medio de esta oscuridad roja, rojita y bolivariana. Nunca más”.

(Este trabajo fue publicado inicialmente en El Estímulo, en el año 2015. Fue actualizado para Runrun.es).