¡Soy Robin Williams! por Carlos Dorado

Hace unos quince años, estando yo en Tailandia, observé con cierta preocupación cómo un grupo turístico de unos veinte japoneses comenzó a mirarme y saludarme con el gesto típico de inclinación que suelen hacer ellos. Me resultó muy curioso. ¿Por qué les llamo la atención? Hasta que uno expresó: ¡Robin William!, y todos comenzaron a decir: ¡Picture, picture! Traté de explicarles en Inglés que yo no era Robin Williams, que quizás tenía cierto parecido; pero que no era. Fueron inútiles mis esfuerzos, y la palabra “picture” era repetida por todos, hasta que uno se puso a mi lado y otro comenzó a disparar su cámara. Fue algo imparable, y uno a uno se fueron tomando la foto conmigo, y quizás me tengan en sus casas, con un gran orgullo, creyendo que conocieron a Robin William.
Después me sucedió algo parecido en un vuelo regresando de El Cairo, y en otras muchas ocasiones me topé con alguien, que creía que yo era Robin William. En algunos casos, cuando me preguntaban: ¿es Ud. Robin William? Les solía responder: “No, Brad Pitt”. Por supuesto, que si tuviese que elegir un parecido, no sería el de Robin Williams, quien no creo que se haya destacado por su belleza; pero sin lugar a dudas que fue una persona de un grandísimo talento, y quizás uno de los mejores comediantes que ha conocido el mundo. No sé si fue por el parecido, pero fui un gran admirador y fanático de sus películas.
Mis hijos, que han vivido conmigo algunas de esas anécdotas, quedaron impactados cuando leyeron que Robin Williams se había suicidado, y quizás por el hecho de que hacía reír y feliz a mucha gente, nunca se pensaría que fuese el triste payaso del circo: quien logra hacer feliz a todo el mundo, menos a sí mismo. Hablando con ellos sobre este triste acontecimiento, me repitieron la frase que siempre les recuerdo: “¿Cuál es el objetivo de la vida? Ser Felices, y el fin justifica los medios, siempre y cuando los mismos sean legales y correctos”
¿Cómo es posible que un hombre exitoso, famoso, y millonario haya tomado una decisión tan grave? La riqueza y la fama puede hacer que una persona sea más afortunada que otra; pero no pueden hacerla más feliz, ya que la felicidad no debe depender de la buena o mala fortuna. La felicidad está construida al igual que los grandes rascacielos de pequeños detalles (perdón ladrillos), bien puestos uno sobre otro, y la verdadera felicidad está en lo sencillo, por eso casi todo el mundo puede ser feliz sin necesidad de ser rico y famoso; ya que la felicidad extraordinaria generalmente se alimenta de cosas ordinarias, y sería suficiente con cuidar más y mejor lo que más valoramos. ¿Qué es lo que más valoramos? ¡A lo mejor ahí está el error!
Para ser felices es importante conocernos, saber quiénes somos, qué tenemos y qué queremos, sin engañarnos y luchando por aquello que podemos mejorar y no deseando aquello que sabemos que no podemos lograr. Todo tiene solución, menos la muerte; y quizás hay cosas que tardan, y otras ni el tiempo logra solucionar; pero al menos las hace olvidar.
Lo más extraordinario que le ocurre a un ser humano, es cuando abre los ojos cada mañana y percibe que la vida sigue, ¿por qué algunos insisten en continuar con sus ojos cerrados, y otros peor aún; los cierran para siempre? Quizás porque el ser feliz es un deber que descuidamos mucho.
Mi madre solía decirme: “Carlos, sólo es feliz, quien sabe que no merece tanto. Sólo es infeliz quien cree que merece más. Nunca esperes nada, y serás feliz con todo lo que te da la vida”
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