El descontento social frente a la realización del mundial era evidente desde hace varios meses. Las manifestaciones contra la inversión millonaria en infraestructura y adecuación para el evento deportivo fueron protagonistas, como una voz de protesta frente a las necesidades de un país con periferias en situación de pobreza y altos índices de violencia.
A menos de dos días de la inauguración de la Copa Mundo los bloqueos en el metro de Sao Paulo pusieron contra las cuerdas a la presidenta Dilma Rousseff, quien intentó por todos los medios disipar la huelga de los trabajadores de este servicio.
Pese a que el paro se suspendió temporalmente y los trabajadores aceptaron negociar con el gobierno, hoy son los funcionarios del metro de Rio de Janeiro quienes amenazan con nuevas protestas. Se reclama, entre otras cosas, un aumento salarial del 22% y la rebaja del pasaje que, señalan, es el más caro del país.
Por su parte en Sao Paulo, aunque este martes el servicio del metro trabaja en completa normalidad, estos amenazan con volver el jueves a la huelga en caso de no quedar satisfechos con las negociaciones.
En un principio los trabajadores paulistas demandaban un aumento salarial del 12,2 %, frente al 8,7 % ofrecido por el gobierno, sin embargo hoy las exigencia se centran en que los trabajadores despedidos por los bloqueos sean readmitidos.
Se estima que serán miles los turistas que asistirán a estas ciudades para participar del mundial de fútbol. Las revueltas podrían perjudicarlos a ellos y a más de dos millones de brasileños que buscarán transportarse por la ciudad en estas fechas.