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Correa sufre su primera gran derrota desde que llegó al poder

RafaelCorrea

 

Este 23 de febrero quedará marcado en su historia como el día en que los electores de las grandes ciudades del Ecuador tomaron distancia de su proyecto político

La décima victoria para el presidente Rafael Correa se convirtió, según las cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE), en su primera gran derrota. Este 23 de febrero quedará marcado en su historia como el día en que los electores de las grandes ciudades del Ecuador tomaron distancia de su proyecto político. Lo que hasta ahora había sido su fortaleza -su intervención como gran elector- se le convirtió en un bumerán. Su actitud induce a esa conclusión: fue él quien, sin respetar las particularidades de una elección municipal o provincial, la convirtió en un plebiscito nacional. Ahora el Presidente y su movimiento tendrán que sacar conclusiones de una elección que él planteó como una dilema shakesperano: a favor o en contra de su proyecto político. De la revolución, dijo él.

Las cifras y tendencias, confirmadas en el conteo rápido del CNE, dibujan un revés amplio y nacional para el correísmo. El alcalde Augusto Barrera endosó, caballerosamente, su derrota en Quito. Él la explicó por un voto “de inconformidad”. No dijo de qué inconformidad se trata. Sin embargo, al halar los errores hacia su lado, subrayó con mayor dramatismo lo que ocurrió: el Presidente llenó el escenario electoral convencido de que su fotografía y sus viajes relámpago bastaban para llenar las urnas. Esta vez su libreto falló.

En Quito, antes de la elección y confrontado a unos sondeos adversos, Correa culpó a la campaña de Barrera y a la derecha nacional e internacional de apoyar al nuevo alcalde, Mauricio Rodas. Recurriendo a viejos argumentos, trató de convencer al electorado de que votar por Rodas era volver a la era superada del Partido Social Cristiano. E incluso algunos de los líderes del oficialismo se preguntaron si tocaba cohabitar con otras tendencias. Según ellos, se debe dar por hecho que, tras su llegada al poder, lo demás debe desaparecer. Cualquiera, oyéndolos, podía dar por sentado que Quito ya no estaba lejos de parecerse a La Habana.

Los electores mostraron que las explicaciones de Correa lo dejaron a él por fuera de la responsabilidad de la derrota. El domingo el electorado envió un mensaje que se antoja global al correísmo: hay hartazgo en el ambiente. Hay miedo a esa prepotencia que se siente y se palpa en un movimiento que, tras nueve victorias sucesivas, confunde alternancia con golpe. O da a entender que el poder se volvió una propiedad privada: la suya. Hay un mensaje contra esa visión castigadora que afectó a los jóvenes del Central Técnico, a los 10 detenidos de Luluncoto, a las mujeres (incluso a las de su propio partido), a los críticos, al caricaturista Bonil, al cantante popular Jaime Guevara… Hay gente exilada en Estados Unidos, hay luchadores sociales con sentencias extravagantes que no hacen enrojecer de vergüenza a personas que se pensó eran justas como el Presidente de la judicatura, Gustavo Jalkh. Hay medios asediados y perseguidos por entes creados para eso…

Barrera pierde en Quito, la capital ecuatoriana, por haberse callado. Por haber permitido, en una ciudad libertaria, que hasta la Plaza Grande y sede del Palacio Presidencial, se volviera un lugar monocromático. Barrera pierde porque, aunque hizo una buena gestión, no encarnó las características democráticas y plurales de la ciudad que lo eligió. ¿Hasta dónde ese hartazgo es generalizado?

Lo que se puede colegir, igualmente, es que la confrontación política y maniquea planteada por el oficialismo ya no da réditos. En Guayaquil, por ejemplo, el Presidente sí esperaba malos resultados, tras hacer creer que el triunfo de Jaime Nebot no era previsible. En ningún momento, los sondeos dejaron prever que Viviana Bonilla, su candidata, pudiera hacer lo que tampoco logró su otra candidata, María de los Ángeles Duarte, en 2009. La única interrogante posible, en esas circunstancias, estaba en el porcentaje de votos que podía lograr la candidata del oficialismo, cuatro años después de que Nebot fuera elegido con 42% de votos de ventaja.

Nebot gana con menos votos esta vez. Sin embargo, el resultado muestra que tras años de una presencia constante del Presidente, tras inmensos esfuerzos financieros y políticos destinados a convertir a Guayaquil en una prioridad política, el electorado de esa ciudad vuelve a decir no a Correa. Tras trece años en el poder de Jaime Nebot, Guayaquil dijo el domingo que no quiere una polarización tipo guerra fría.

El Presidente y los suyos, no obstante, no acusaron recibo de factura alguna. Hablaron de una derrota coyuntural y volvieron a insistir en el proyecto de fondo; proyecto revolucionario y excluyente que ven como un destino ineludible. El mensaje del electorado, si se mira lo que ocurrió en el país, parece no ir por ahí, pues los candidatos que derrotaron a los de Alianza País no fueron aquellos que hicieron propuestas más radicales. Además, el electorado que votó contra los candidatos del oficialismo lo hizo sin que haya grandes problemas económicos en Ecuador. El mensaje enviado a Correa es, entonces, netamente político: hay un desgaste que lo involucra esta vez a él en forma directa. El electorado sancionó a sus candidatos, a pesar de sus amenazas, a pesar de los chantajes políticos y sentimentales que hizo a sus bases y al electorado.

El Presidente, en su segunda aparición el domingo hacia las 9 p.m. (hora local) , no se dio por enterado del pronunciamiento del electorado. Sí dijo que hay lecciones que aprender, pero no admitió la profunda derrota. De hecho, se burló de un pretendido desgaste que él tendría tras siete años de poder. Solo un error aceptó en su intervención y se la achacó a su movimiento: haber sido sectario. No hacer alianzas por fuera de su movimiento. Una explicación corta cuando se mira lo que ocurrió en otras ciudades donde perdió siendo aliado de figuras recicladas que han trasegado por otros partidos.

Correa no admitió la derrota. Para él solo un sacudón. Y eso, más que un análisis, fue un mensaje para tranquilizar a sus seguidores. Queda debiendo a los ecuatorianos las razones y las lecciones que saca de la primera gran derrota que sufre en el poder.

FUENTE: Diario Las Américas

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RafaelCorrea

 

Este 23 de febrero quedará marcado en su historia como el día en que los electores de las grandes ciudades del Ecuador tomaron distancia de su proyecto político

La décima victoria para el presidente Rafael Correa se convirtió, según las cifras del Consejo Nacional Electoral (CNE), en su primera gran derrota. Este 23 de febrero quedará marcado en su historia como el día en que los electores de las grandes ciudades del Ecuador tomaron distancia de su proyecto político. Lo que hasta ahora había sido su fortaleza -su intervención como gran elector- se le convirtió en un bumerán. Su actitud induce a esa conclusión: fue él quien, sin respetar las particularidades de una elección municipal o provincial, la convirtió en un plebiscito nacional. Ahora el Presidente y su movimiento tendrán que sacar conclusiones de una elección que él planteó como una dilema shakesperano: a favor o en contra de su proyecto político. De la revolución, dijo él.

Las cifras y tendencias, confirmadas en el conteo rápido del CNE, dibujan un revés amplio y nacional para el correísmo. El alcalde Augusto Barrera endosó, caballerosamente, su derrota en Quito. Él la explicó por un voto “de inconformidad”. No dijo de qué inconformidad se trata. Sin embargo, al halar los errores hacia su lado, subrayó con mayor dramatismo lo que ocurrió: el Presidente llenó el escenario electoral convencido de que su fotografía y sus viajes relámpago bastaban para llenar las urnas. Esta vez su libreto falló.

En Quito, antes de la elección y confrontado a unos sondeos adversos, Correa culpó a la campaña de Barrera y a la derecha nacional e internacional de apoyar al nuevo alcalde, Mauricio Rodas. Recurriendo a viejos argumentos, trató de convencer al electorado de que votar por Rodas era volver a la era superada del Partido Social Cristiano. E incluso algunos de los líderes del oficialismo se preguntaron si tocaba cohabitar con otras tendencias. Según ellos, se debe dar por hecho que, tras su llegada al poder, lo demás debe desaparecer. Cualquiera, oyéndolos, podía dar por sentado que Quito ya no estaba lejos de parecerse a La Habana.

Los electores mostraron que las explicaciones de Correa lo dejaron a él por fuera de la responsabilidad de la derrota. El domingo el electorado envió un mensaje que se antoja global al correísmo: hay hartazgo en el ambiente. Hay miedo a esa prepotencia que se siente y se palpa en un movimiento que, tras nueve victorias sucesivas, confunde alternancia con golpe. O da a entender que el poder se volvió una propiedad privada: la suya. Hay un mensaje contra esa visión castigadora que afectó a los jóvenes del Central Técnico, a los 10 detenidos de Luluncoto, a las mujeres (incluso a las de su propio partido), a los críticos, al caricaturista Bonil, al cantante popular Jaime Guevara… Hay gente exilada en Estados Unidos, hay luchadores sociales con sentencias extravagantes que no hacen enrojecer de vergüenza a personas que se pensó eran justas como el Presidente de la judicatura, Gustavo Jalkh. Hay medios asediados y perseguidos por entes creados para eso…

Barrera pierde en Quito, la capital ecuatoriana, por haberse callado. Por haber permitido, en una ciudad libertaria, que hasta la Plaza Grande y sede del Palacio Presidencial, se volviera un lugar monocromático. Barrera pierde porque, aunque hizo una buena gestión, no encarnó las características democráticas y plurales de la ciudad que lo eligió. ¿Hasta dónde ese hartazgo es generalizado?

Lo que se puede colegir, igualmente, es que la confrontación política y maniquea planteada por el oficialismo ya no da réditos. En Guayaquil, por ejemplo, el Presidente sí esperaba malos resultados, tras hacer creer que el triunfo de Jaime Nebot no era previsible. En ningún momento, los sondeos dejaron prever que Viviana Bonilla, su candidata, pudiera hacer lo que tampoco logró su otra candidata, María de los Ángeles Duarte, en 2009. La única interrogante posible, en esas circunstancias, estaba en el porcentaje de votos que podía lograr la candidata del oficialismo, cuatro años después de que Nebot fuera elegido con 42% de votos de ventaja.

Nebot gana con menos votos esta vez. Sin embargo, el resultado muestra que tras años de una presencia constante del Presidente, tras inmensos esfuerzos financieros y políticos destinados a convertir a Guayaquil en una prioridad política, el electorado de esa ciudad vuelve a decir no a Correa. Tras trece años en el poder de Jaime Nebot, Guayaquil dijo el domingo que no quiere una polarización tipo guerra fría.

El Presidente y los suyos, no obstante, no acusaron recibo de factura alguna. Hablaron de una derrota coyuntural y volvieron a insistir en el proyecto de fondo; proyecto revolucionario y excluyente que ven como un destino ineludible. El mensaje del electorado, si se mira lo que ocurrió en el país, parece no ir por ahí, pues los candidatos que derrotaron a los de Alianza País no fueron aquellos que hicieron propuestas más radicales. Además, el electorado que votó contra los candidatos del oficialismo lo hizo sin que haya grandes problemas económicos en Ecuador. El mensaje enviado a Correa es, entonces, netamente político: hay un desgaste que lo involucra esta vez a él en forma directa. El electorado sancionó a sus candidatos, a pesar de sus amenazas, a pesar de los chantajes políticos y sentimentales que hizo a sus bases y al electorado.

El Presidente, en su segunda aparición el domingo hacia las 9 p.m. (hora local) , no se dio por enterado del pronunciamiento del electorado. Sí dijo que hay lecciones que aprender, pero no admitió la profunda derrota. De hecho, se burló de un pretendido desgaste que él tendría tras siete años de poder. Solo un error aceptó en su intervención y se la achacó a su movimiento: haber sido sectario. No hacer alianzas por fuera de su movimiento. Una explicación corta cuando se mira lo que ocurrió en otras ciudades donde perdió siendo aliado de figuras recicladas que han trasegado por otros partidos.

Correa no admitió la derrota. Para él solo un sacudón. Y eso, más que un análisis, fue un mensaje para tranquilizar a sus seguidores. Queda debiendo a los ecuatorianos las razones y las lecciones que saca de la primera gran derrota que sufre en el poder.

FUENTE: Diario Las Américas

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