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Richard Páez: “Soy pragmático, pero romántico”, por @LuisRevilla

richardpaezpulido

Hace casi una década llegó el legendario Luis Aragonés al banquillo de la selección española. En la víspera de su estreno -un amistoso disputado en Las Palmas, en agosto de 2004- el sabio habló con los medios sobre el partido que le esperaba, y dedicó algunas palabras para su primer rival como DT de La Roja.

“En ataque juegan un fútbol vistoso y muy bueno. A veces se descubren defensivamente y vamos a ver si nos aprovechamos de eso”, precisó con cautela. “Si no presionamos y no tenemos el balón difícilmente vamos a dominar el partido”, alertó antes de resumir el modus operandi de su adversario con una frase que envejece cada vez mejor: “Se están queriendo parecer a Brasil”.

Aragonés se refería a Venezuela, primera compañera de sparring en el ciclo que cambiaría para siempre el fútbol español. En el fondo, sin embargo, su sentencia describía con sorprendente justicia la filosofía de quien entonces lideraba el proyecto venezolano: Richard Páez. Han pasado más de 100 meses desde aquello, y hace tiempo que la Vinotinto tomó otra senda. Pero aunque ya no se dice «Brasil» sino «España», del entrenador de Mineros de Guayana hoy podría afirmarse lo mismo que Aragonés insinuó aquel agosto.

“El fútbol se juega como uno lo siente, como uno lo percibe”, clama el técnico vía telefónica. Pareciera que tras años de travesía por la cordillera sudamericana, Páez bajó al macizo guayanés para ser campeón y recordarle al país cómo siente el fútbol: al toque y al ataque, como toda la vida.

“Desde mi etapa de formación jugaba con la intención de mostrar el arte del fútbol; era lo que disfrutaba. Por eso mi filosofía ahora que dirijo se asemeja al Richard Páez jugador, el mismo que gozaba y trataba de sacarle provecho al deporte con la fantasía”, relata con la grandilocuencia de siempre el DT.

Como sucede con varios de sus colegas más célebres, en Páez resulta difícil divisar límites entre profesión y pasión, entre ideales y estrategias; el venezolano no se quita el velo de las convicciones ni para dormir. Si en el fútbol profesional existen infinitos caminos hacia la victoria, él solo cree en uno.

Eso sí: los reconoce todos, no es alérgico a la competencia. “Quiero ser pragmático, pero romántico”, advierte, como quien no quiere confusiones. Para el veterano el estilo no se negocia, pero el esfuerzo tampoco. Por eso cuando habla de su Mineros invoca los goles más bonitos y los más dramáticos con igual emoción.

Las triangulaciones, el balón parado, las paredes, la lluvia, los caños, las expulsiones. Todo eso forma parte del mismo deporte, y a Richard Páez le gusta mucho. Se podría decir que lo respira, pero el criollo no vive el fútbol por inercia; lo piensa a tiempo completo. Su vigencia es la de sus ideas, y esas la nutre tanto en el campo como frente al TV.

Entender el fútbol no es lo mismo que disfrutarlo, y Páez hace ambas cosas cuando hay un equipo de Guardiola de por medio. Su interés por el trabajo del catalán trasciende de lo anecdótico y alcanza el terreno profesional. Cuando Pep inventa, Richard toma nota.

“En la élite, todo apunta hacia Guardiola”, afirma. “El salto que ha dado el fútbol desde el punto de vista técnico-táctico, se ha visto en todo su esplendor en el Barcelona de Guardiola y, por lo que se ve ahora, en su Bayern también. Son saltos en el sentido de la poli-funcionalidad integrada en todos los sectores del terreno”, profundiza.

Pocos exploran con más creatividad que Pep la relación entre jugador, posición y función, una cualidad que Páez destaca cuando habla del “falso nueve”, o de la posición que ocasionalmente ocupan los laterales en el Bayern. “En salida hemos visto a los laterales jugar por dentro, no en las bandas. Esa ha sido otra innovación”, comenta.

Como Fabio Capello, Páez alude con fascinación el despliegue de los equipos de Guardiola para recuperar el balón en campo rival. “Ese concepto de solidaridad integral en la presión ha sido uno de los avances más importantes que ha tenido el fútbol, y se lo agradecemos a ese visionario”, dice el merideño, cuyo equipo mostró más que vestigios de ese mecanismo durante el Torneo Apertura.

Dime dónde la pierdes y te diré dónde la recuperarás. La eficacia de la presión tras la pérdida depende en buena medida de lo hecho antes con el balón, e implica una organización similar. “Así como nos asociamos para tocar, nos asociamos para recuperar”, explica Páez, quien insiste en la naturaleza integral del juego.

La clave, a pesar de todo, es correr. Lo fue para el Pep Team, y también para Mineros de Guayana en el Apertura, cuyo juego no se afianzó hasta que fue más intenso al perder el balón y más responsable con él.

Pasar el balón con coherencia y buscarlo con hambre depende tanto de la comprensión del jugador como de su convicción. “Las dos cosas vienen con el trabajo y los hábitos”, comenta. “Cuando uno habla de que el primer defensa es el atacante y el primer atacante es el arquero, entra en esa argumentación. Es atrás donde se organiza el ataque de los equipos y es adelante donde comienza la actitud defensiva para recuperar el balón”. Enseñar y convencer es el reto al que se enfrenta Páez en el día a día.

“No es fácil”, reconoce, “transmitir y trasladar” estos principios. “Mucho menos a jugadores como los nuestros que están generalmente formados con tendencias muy sectorizadas, no con la formación integral que debe tener un futbolista”, arguye.

Lo que separa a Venezuela de ese fútbol donde solo hay 50 metros entre defensas y delanteros “es la formación parcelada de nuestros jugadores”, insiste el técnico. “Esto se ve cuando se desarrolla el fútbol once en menores de 12 años. Las canchas son tan grandes que el fútbol se parcela, se divide. Es muy difícil para los niños correr en canchas grandes todo el tiempo. A nivel internacional, donde los jugadores se forman adecuadamente, se juega el fútbol 7 para darle a los niños la oportunidad de desarrollar sus condiciones físicas y técnicas en esos terrenos”.

Páez cree en el fútbol a escala para los más jóvenes. Si el niño no desarrolla sus aptitudes en un contexto de alto ritmo, que le obligue a batir líneas, asociarse con dinámica y buscar el espacio, difícilmente podrá hacerlo luego en su etapa profesional.

“En la niñez se debe desarrollar al jugador en lo técnico, no en lo físico, que viene después. Pero todavía se ven entrenadores de fútbol menor con la idea de formar jugadores de alto nivel en lo físico”, admite con cierta desesperanza.

“Es en la etapa de formación donde deben integrarse las principales reformas del fútbol venezolano”, apunta el merideño, quien parece más que dispuesto a emprenderlas por sí mismo. No es un secreto que Richard Páez sueña con ver su sello impreso en todo el país, desde las categorías inferiores hasta la selección mayor. Para ello esgrime argumentos geográficos y culturales que Luis Aragonés supo leer en 2004:

“No podemos obviar que Venezuela está en Sudamérica. Y por sus características, por producir tantos jugadores de talento, por lo que representan campeones del mundo como Brasil y Argentina, pues nosotros deberíamos tener como patrón la búsqueda del toque, de la asociación, del juego colectivo, del pase rasante y bien jugado, de tener jugadores con desequilibrio y habilidad. Soy de los que piensan que el fútbol venezolano debe tener más contexto sudamericano que europeo”.

Pero mientras se construye un soporte institucional e ideológico que moldee el #futve desde las primeras instancias, Páez cree en el poder de la mente. “Venezuela puede atreverse y lo demostramos en 2001: sin un proceso previo, sin haber transformado por años nuestra forma de jugar, logramos un cambio de un momento a otro porque lo que se reformó fue nuestra mentalidad. A partir de ahí mejoró el juego de la selección”, relata. Es innegable el poder de la persuasión en el fútbol. Después de todo son humanos quienes lo juegan. Al alto nivel, sin embargo, no se llega sin aptitudes, sin especialistas. Páez lo sabe: en nuestro país no sobran los Edgar Jiménez o los Rafael Acosta, “pero los podemos formar”.

“Son modelos. Antes ni siquiera teníamos el modelo a seguir; solo veíamos centrocampistas con el concepto de defender, de recuperar el balón lejos del arco rival. Había ese temor de buscar sectores que para uno eran de riesgo. Hoy los jóvenes comienzan a diferenciar que existen los Jiménez, los Acosta, jugadores que pueden sacar el balón con buen pie. La referencia ya no está solo en Europa, donde se puede pensar ‘bueno, son distintos, allá se forman de otra manera’. Eso indiscutiblemente frenaba la posibilidad de asumirlo como venezolano, pero cuando lo vemos hecho aquí los jóvenes sienten la posibilidad de imitarlo”, expone.

“El mejor ejemplo”, argumenta Páez, “es que cuando empezamos [a ganar] en 2001, los jugadores que hoy despuntan en la mayor como Salomón Rondón, Tomás Rincón, Roberto Rosales, Alex González, Josef Martínez o Rómulo Otero, tenían entre 8 y 13 años de edad. Lo que pasa es que uno lo recuerda ahora como si fuera ayer, pero la experiencia de ver a futbolistas venezolanos jugar y ganar por fin, tiene que haber marcado la mente y el carácter de esos niños”.

“Este es simplemente el comienzo”, avisa el entrenador. “El efecto del tándem Jiménez-Acosta seguramente se va a notar en otros equipos, y eso va a condicionar a jugadores con hábitos, que es lo que hace falta para trascender a otros niveles”.

Más allá de su obra en Mineros, Páez menciona otro importante precedente, a cargo de Daniel Farías: “El hecho de ubicar a jugadores como Evelio Hernández en el centro del campo indica que hay esa intención de buscar algo distinto”. Emmanuel Calzadilla del Anzoátegui o -“aunque más veterano”- Raúl Vallona de Tucanes, también vienen a la mente de Páez cuando habla de representantes de la nueva onda de centrocampistas en el fútbol venezolano.

Mientras la cultura hace su trabajo, Páez considera que el salto se producirá “en la medida que cambie la metodología para formar a los más jóvenes, se extienda la práctica del fútbol 7 en todo el país, los equipos sean clubes y aumente el nivel de academia para formar a ese gran batallón de jugadores que requieren un proceso formativo más sólido que el existente”.

Entonces, asevera, “en esos laboratorios produciremos jugadores de otro nivel”.

Por @LuisRevilla

(Foto: Nelson Pulido)

 

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richardpaezpulido

Hace casi una década llegó el legendario Luis Aragonés al banquillo de la selección española. En la víspera de su estreno -un amistoso disputado en Las Palmas, en agosto de 2004- el sabio habló con los medios sobre el partido que le esperaba, y dedicó algunas palabras para su primer rival como DT de La Roja.

“En ataque juegan un fútbol vistoso y muy bueno. A veces se descubren defensivamente y vamos a ver si nos aprovechamos de eso”, precisó con cautela. “Si no presionamos y no tenemos el balón difícilmente vamos a dominar el partido”, alertó antes de resumir el modus operandi de su adversario con una frase que envejece cada vez mejor: “Se están queriendo parecer a Brasil”.

Aragonés se refería a Venezuela, primera compañera de sparring en el ciclo que cambiaría para siempre el fútbol español. En el fondo, sin embargo, su sentencia describía con sorprendente justicia la filosofía de quien entonces lideraba el proyecto venezolano: Richard Páez. Han pasado más de 100 meses desde aquello, y hace tiempo que la Vinotinto tomó otra senda. Pero aunque ya no se dice «Brasil» sino «España», del entrenador de Mineros de Guayana hoy podría afirmarse lo mismo que Aragonés insinuó aquel agosto.

“El fútbol se juega como uno lo siente, como uno lo percibe”, clama el técnico vía telefónica. Pareciera que tras años de travesía por la cordillera sudamericana, Páez bajó al macizo guayanés para ser campeón y recordarle al país cómo siente el fútbol: al toque y al ataque, como toda la vida.

“Desde mi etapa de formación jugaba con la intención de mostrar el arte del fútbol; era lo que disfrutaba. Por eso mi filosofía ahora que dirijo se asemeja al Richard Páez jugador, el mismo que gozaba y trataba de sacarle provecho al deporte con la fantasía”, relata con la grandilocuencia de siempre el DT.

Como sucede con varios de sus colegas más célebres, en Páez resulta difícil divisar límites entre profesión y pasión, entre ideales y estrategias; el venezolano no se quita el velo de las convicciones ni para dormir. Si en el fútbol profesional existen infinitos caminos hacia la victoria, él solo cree en uno.

Eso sí: los reconoce todos, no es alérgico a la competencia. “Quiero ser pragmático, pero romántico”, advierte, como quien no quiere confusiones. Para el veterano el estilo no se negocia, pero el esfuerzo tampoco. Por eso cuando habla de su Mineros invoca los goles más bonitos y los más dramáticos con igual emoción.

Las triangulaciones, el balón parado, las paredes, la lluvia, los caños, las expulsiones. Todo eso forma parte del mismo deporte, y a Richard Páez le gusta mucho. Se podría decir que lo respira, pero el criollo no vive el fútbol por inercia; lo piensa a tiempo completo. Su vigencia es la de sus ideas, y esas la nutre tanto en el campo como frente al TV.

Entender el fútbol no es lo mismo que disfrutarlo, y Páez hace ambas cosas cuando hay un equipo de Guardiola de por medio. Su interés por el trabajo del catalán trasciende de lo anecdótico y alcanza el terreno profesional. Cuando Pep inventa, Richard toma nota.

“En la élite, todo apunta hacia Guardiola”, afirma. “El salto que ha dado el fútbol desde el punto de vista técnico-táctico, se ha visto en todo su esplendor en el Barcelona de Guardiola y, por lo que se ve ahora, en su Bayern también. Son saltos en el sentido de la poli-funcionalidad integrada en todos los sectores del terreno”, profundiza.

Pocos exploran con más creatividad que Pep la relación entre jugador, posición y función, una cualidad que Páez destaca cuando habla del “falso nueve”, o de la posición que ocasionalmente ocupan los laterales en el Bayern. “En salida hemos visto a los laterales jugar por dentro, no en las bandas. Esa ha sido otra innovación”, comenta.

Como Fabio Capello, Páez alude con fascinación el despliegue de los equipos de Guardiola para recuperar el balón en campo rival. “Ese concepto de solidaridad integral en la presión ha sido uno de los avances más importantes que ha tenido el fútbol, y se lo agradecemos a ese visionario”, dice el merideño, cuyo equipo mostró más que vestigios de ese mecanismo durante el Torneo Apertura.

Dime dónde la pierdes y te diré dónde la recuperarás. La eficacia de la presión tras la pérdida depende en buena medida de lo hecho antes con el balón, e implica una organización similar. “Así como nos asociamos para tocar, nos asociamos para recuperar”, explica Páez, quien insiste en la naturaleza integral del juego.

La clave, a pesar de todo, es correr. Lo fue para el Pep Team, y también para Mineros de Guayana en el Apertura, cuyo juego no se afianzó hasta que fue más intenso al perder el balón y más responsable con él.

Pasar el balón con coherencia y buscarlo con hambre depende tanto de la comprensión del jugador como de su convicción. “Las dos cosas vienen con el trabajo y los hábitos”, comenta. “Cuando uno habla de que el primer defensa es el atacante y el primer atacante es el arquero, entra en esa argumentación. Es atrás donde se organiza el ataque de los equipos y es adelante donde comienza la actitud defensiva para recuperar el balón”. Enseñar y convencer es el reto al que se enfrenta Páez en el día a día.

“No es fácil”, reconoce, “transmitir y trasladar” estos principios. “Mucho menos a jugadores como los nuestros que están generalmente formados con tendencias muy sectorizadas, no con la formación integral que debe tener un futbolista”, arguye.

Lo que separa a Venezuela de ese fútbol donde solo hay 50 metros entre defensas y delanteros “es la formación parcelada de nuestros jugadores”, insiste el técnico. “Esto se ve cuando se desarrolla el fútbol once en menores de 12 años. Las canchas son tan grandes que el fútbol se parcela, se divide. Es muy difícil para los niños correr en canchas grandes todo el tiempo. A nivel internacional, donde los jugadores se forman adecuadamente, se juega el fútbol 7 para darle a los niños la oportunidad de desarrollar sus condiciones físicas y técnicas en esos terrenos”.

Páez cree en el fútbol a escala para los más jóvenes. Si el niño no desarrolla sus aptitudes en un contexto de alto ritmo, que le obligue a batir líneas, asociarse con dinámica y buscar el espacio, difícilmente podrá hacerlo luego en su etapa profesional.

“En la niñez se debe desarrollar al jugador en lo técnico, no en lo físico, que viene después. Pero todavía se ven entrenadores de fútbol menor con la idea de formar jugadores de alto nivel en lo físico”, admite con cierta desesperanza.

“Es en la etapa de formación donde deben integrarse las principales reformas del fútbol venezolano”, apunta el merideño, quien parece más que dispuesto a emprenderlas por sí mismo. No es un secreto que Richard Páez sueña con ver su sello impreso en todo el país, desde las categorías inferiores hasta la selección mayor. Para ello esgrime argumentos geográficos y culturales que Luis Aragonés supo leer en 2004:

“No podemos obviar que Venezuela está en Sudamérica. Y por sus características, por producir tantos jugadores de talento, por lo que representan campeones del mundo como Brasil y Argentina, pues nosotros deberíamos tener como patrón la búsqueda del toque, de la asociación, del juego colectivo, del pase rasante y bien jugado, de tener jugadores con desequilibrio y habilidad. Soy de los que piensan que el fútbol venezolano debe tener más contexto sudamericano que europeo”.

Pero mientras se construye un soporte institucional e ideológico que moldee el #futve desde las primeras instancias, Páez cree en el poder de la mente. “Venezuela puede atreverse y lo demostramos en 2001: sin un proceso previo, sin haber transformado por años nuestra forma de jugar, logramos un cambio de un momento a otro porque lo que se reformó fue nuestra mentalidad. A partir de ahí mejoró el juego de la selección”, relata. Es innegable el poder de la persuasión en el fútbol. Después de todo son humanos quienes lo juegan. Al alto nivel, sin embargo, no se llega sin aptitudes, sin especialistas. Páez lo sabe: en nuestro país no sobran los Edgar Jiménez o los Rafael Acosta, “pero los podemos formar”.

“Son modelos. Antes ni siquiera teníamos el modelo a seguir; solo veíamos centrocampistas con el concepto de defender, de recuperar el balón lejos del arco rival. Había ese temor de buscar sectores que para uno eran de riesgo. Hoy los jóvenes comienzan a diferenciar que existen los Jiménez, los Acosta, jugadores que pueden sacar el balón con buen pie. La referencia ya no está solo en Europa, donde se puede pensar ‘bueno, son distintos, allá se forman de otra manera’. Eso indiscutiblemente frenaba la posibilidad de asumirlo como venezolano, pero cuando lo vemos hecho aquí los jóvenes sienten la posibilidad de imitarlo”, expone.

“El mejor ejemplo”, argumenta Páez, “es que cuando empezamos [a ganar] en 2001, los jugadores que hoy despuntan en la mayor como Salomón Rondón, Tomás Rincón, Roberto Rosales, Alex González, Josef Martínez o Rómulo Otero, tenían entre 8 y 13 años de edad. Lo que pasa es que uno lo recuerda ahora como si fuera ayer, pero la experiencia de ver a futbolistas venezolanos jugar y ganar por fin, tiene que haber marcado la mente y el carácter de esos niños”.

“Este es simplemente el comienzo”, avisa el entrenador. “El efecto del tándem Jiménez-Acosta seguramente se va a notar en otros equipos, y eso va a condicionar a jugadores con hábitos, que es lo que hace falta para trascender a otros niveles”.

Más allá de su obra en Mineros, Páez menciona otro importante precedente, a cargo de Daniel Farías: “El hecho de ubicar a jugadores como Evelio Hernández en el centro del campo indica que hay esa intención de buscar algo distinto”. Emmanuel Calzadilla del Anzoátegui o -“aunque más veterano”- Raúl Vallona de Tucanes, también vienen a la mente de Páez cuando habla de representantes de la nueva onda de centrocampistas en el fútbol venezolano.

Mientras la cultura hace su trabajo, Páez considera que el salto se producirá “en la medida que cambie la metodología para formar a los más jóvenes, se extienda la práctica del fútbol 7 en todo el país, los equipos sean clubes y aumente el nivel de academia para formar a ese gran batallón de jugadores que requieren un proceso formativo más sólido que el existente”.

Entonces, asevera, “en esos laboratorios produciremos jugadores de otro nivel”.

Por @LuisRevilla

(Foto: Nelson Pulido)

 

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