The Economist: ¿Es realmente el gobierno de Venezuela una amenaza para Estados Unidos?
The Economist: ¿Es realmente el gobierno de Venezuela una amenaza para Estados Unidos?

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Por Mario Szichman

Esta es la pregunta que se formula The Economist en su última edición impresa: ¿Es realmente el gobierno de Venezuela “una amenaza extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos?”. La revista británica dijo que es difícil aceptar el miedo del Tío Sam “a un gobierno incapaz de organizar siquiera un suministro confiable de papel higiénico, y a un ejército (como el bolivariano) cuyas virtudes más conocidas son golpes de estado, contrabando de petróleo y narcotráfico”.

¿Qué gobierno del planeta, excepto el que tiene su sede en el palacio de Miraflores, cuenta con un presidente que “se pasó la mayor parte de enero recorriendo el mundo  para mendigar dinero en efectivo?” añadió la publicación.

La orden ejecutiva del presidente Barack Obama difundida el 9 de marzo y declarando una “emergencia nacional” ante el presunto peligro representado por el chavismo, ejemplifica para The Economist “la clase de torpeza diplomática en la cual Estados Unidos exhibe una capacidad excepcional”.

Los críticos de la iniciativa presentada por Obama han señalado, según la revista, “que el único efecto práctico será dar al acosado presidente Nicolás Maduro una herramienta de propaganda. Y eso es lo que ha hecho”.

La indignación que causó en América Latina el arresto del alcalde metropolitano Antonio Ledezma el pasado 19 de febrero por “acusaciones inventadas”, ha pasado a cuarteles de invierno, indicó el semanario.

Ahora el antiimperialismo ocupa el escenario. El chavismo se halla en emergencia nacional, y la oposición en retroceso. The Economist dijo que si bien las encuestas sugieren que Maduro tiene un índice de aprobación del 20 por ciento, “cuando se trata de defender la soberanía nacional, el respaldo se duplica” esto es, sube a casi un 40 por ciento.

En abril se realizará la Cumbre de las Américas. Y en la reunión, que podría haber sido motivo de júbilo a raíz del deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, es posible una nueva confrontación del imperio con los aliados del chavismo.

Ya el presidente de Cuba Raúl Castro anticipó lo que puede venir. El 17 de marzo lanzó un feroz ataque denunciando las sanciones a Venezuela, y eso seguramente afectará ulteriores negociaciones con Washington.

LA PANTOMIMA
Ya el veterano y sabio dirigente político venezolano Américo Martín, siempre mesurado a la hora de evaluar la situación política, señaló en Tal Cual que “El gobierno intenta crear un ambiente propicio para inhabilitar partidos de la oposición y encarcelar a sus líderes; y de paso, parece tantear reacciones a ver si fuera posible cambiar las reglas electorales”.

Las sanciones ordenadas por Obama permiten a Maduro alterar las reglas del juego. The Economist dijo que el presidente, “en una pantomima de ´anti-imperialismo´ puso en escena maniobras militares que involucraron 80.000 efectivos militares y observadores rusos” además de convocar a una reunión de emergencia de Unasur. La organización denunció “una amenaza intervencionista” a la soberanía venezolana.

El primer resultado de la emergencia declarada ante la amenaza norteamericana fue que Maduro consiguió amplios poderes para gobernar por decreto durante el resto del año.

“La oposición teme que eso será usado para impedir las elecciones” parlamentarias, dijo la publicación. Pero tal vez eso no sea necesario. Es fácil para el gobierno de la Revolución Bolivariano encarcelar a dirigentes opositores, como lo ha demostrado el arresto de Ledezma.

De los 77 alcaldes de oposición que fueron electos el 8 de diciembre del 2013 en Venezuela, 33 tienen procesos judiciales abiertos en su contra, según denunció el presidente de la Asociación de Alcaldes de Venezuela, Carlos Ocariz. Eso equivale a 42,8% del grupo de autoridades locales opositoras en el país.

Si Obama hubiera sido más cauteloso, y persistido con la idea inicial de mantener las sanciones contra apenas siete altos funcionarios chavistas involucrados en reprimir las protestas del año pasado o de acosar a la oposición, seguramente otro gallo cantaría.

Funcionarios estadounidenses dijeron a The Economist que las sanciones ni siquiera están dirigidas contra el gobierno venezolano, o buscan un cambio de gobierno. Se limitan a prohibir el ingreso de indeseables a Estados Unidos, o a congelar sus cuentas bancarias.

Lamentablemente, uno de los lemas favoritos de los norteamericanos es “big is better,” cuando más grande, mejor. En vez de usar un enfoque minimalista, la administración de Obama prefirió la fanfarronada alarmista. Y Maduro supo aprovechar bien la coyuntura.

No se trataba de que las cuentas bancarias de siete funcionarios corrieran peligro, sino toda la patria bolivariana. Lo bueno de esa amenaza estadounidense es que nunca se va a concretar.

Por lo tanto, se permite a las fuerzas armadas bolivarianas mostrar los músculos y todos esos aditamentos fálicos de goma espuma que suelen ser arrojados a las zanjas apenas asoma un enemigo de verdad.

Basta ver lo que ocurrió con las fuerzas armadas argentinas al enfrentarse al viejo y apolillado león inglés en su intento de recuperar las islas Malvinas, o con el aguerrido ejército iraquí cuando George W. Bush ordenó acabar con Saddam Hussein. No es cuestión de valentía o cobardía, es simplemente una cuestión de logística.
Nadie sabe cuánto durará la buena suerte de Maduro. Pero es obvio que el imperio lo está ayudando en su afianzamiento del poder, además de robustecer a varios de sus aliados.

“El boom de las materias primas y el fácil crecimiento económico”, dijo la revista, “ha llegado a su fin. Varios presidentes de izquierda han dejado de ser populares.

Le temen a la calle, algo que resulta irónico, puesto que cuatro presidentes de izquierda llegaron al poder como resultado indirecto de protestas contra gobiernos centristas”.

Todos esos gobiernos están en contra de la alternancia en el poder, “inherente en una democracia”, porque una derrota electoral “es agrandada cuando la consecuencia podría ser” que los derrotados mandatarios “vayan a la cárcel por corrupción”.

De ahí que el desafío de Maduro al coloso del Norte reciba un fuerte respaldo en muchos gobiernos latinoamericanos. Mientras Obama se enfrente a Maduro, el presidente de Venezuela tendrá todas las de ganar.

Solo cuando el gobierno de Washington abandone sus desplantes y deje a Maduro en su laberinto, habrá alguna esperanza de que finalmente los chavistas empiecen a rendir cuentas ante el tribunal de la historia.

Por ahora, el anhelo de justicia del pueblo venezolano, un anhelo respaldado por la inmensa mayoría de la población, que prefiere el triunfo de David a la victoria del matón de Goliat, sigue siendo postergado.