Hasler Iglesias, autor en Runrun

Para salir de Maduro no importa la marca, sino la estrategia, por Hasler Iglesias

La campaña por recuperar la democracia no sigue una ruta lineal, predecible ni descifrable de antemano. Ni el mejor estratega puede prever y reaccionar efectivamente al 100% de las situaciones que se le presentan. Son tantas y tan cambiantes las variables, que se hace muy complejo afinar el pulso en la toma de decisiones.

Más aún, teniendo una oposición tan diversa (que es, por demás, su principal valor agregado) se hace más complejo el proceso de ponerse de acuerdo en torno a escenarios y estrategias comunes. No se puede ignorar que hay que lidiar también con el ego y los intereses particulares que están presentes y estarán presentes en toda actividad política, pero que deben ser dominados por el interés superior de recuperar la democracia, la libertad y los derechos de la gente.

Desde hace unos días el debate ha girado en torno a las «marcas». Quiero decir, las plataformas a las que tal o cual pertenece o se retira. La Mesa de la Unidad, Soy Venezuela, el Frente Amplio, la Concertación por el Cambio, y pare usted de contar. Parece que somos expertos en montar tienda aparte cuando no hay un horizonte electoral cercano. Fuimos muy efectivos en 2010 y 2015 para elegir candidatos unitarios y vencer al gobierno, logrando la mayoría de votos en el 2010 y la mayoría absoluta de los diputados en el 2015. Pero cuando dejaron de existir elecciones libres en Venezuela y se impuso una fraudulenta Asamblea Constituyente y se «re-eligió» a Nicolás Maduro para usurpar la Presidencia de la República, la oposición quedó como pajarito en grama.

Estas líneas las escribo desde la frustración de ver como todos entendemos esto (No estoy presentando ningún análisis inédito) pero no somos capaces de construir una agenda y hoja de ruta en conjunto para salir de la dictadura. Sin importar los colores del logo, o el nombre de la alianza, o el usuario en las redes sociales, sin importar la «marca» aquí lo que importa es la estrategia.

Y hablo en plural porque si bien el liderazgo político tiene la responsabilidad más pesada, aquí todos tenemos nuestra cuota de culpa.

Basta echar una ojeada en las redes sociales para descubrir que algunos piensan que nadie sirve en Venezuela para salir de esto. Se sienten traicionados por sus dirigentes, agobiados por los opresores y pareciera que le perdieron la fe a la humanidad. Se dieron por vencidos por un problema que «nos superó», y colocan su única esperanza en las oficinas del pentágono en Washington, donde esperan que en algún momento decidan invadir Venezuela.

«Cuando Venezuela necesitó Libertadores no los importó, los parió» dijo Rómulo Betancourt, el padre de la democracia venezolana. Pero pareciera que algunos preferirían abortar a nuestros libertadores esperando que lleguen los importados.

Por otro lado, comienzan a atacarse unos a otros, que si AD se fue de la MUD, que si Vente nunca quiso estar, que si Falcón juega para él solo. Invertimos más tiempo en criticarnos que en entender que solos no podemos. Y que aquél a quien criticamos también es necesario. Si la MUD caducó o no, no puede ser lo que nos robe el sueño, ni si hay más gente en el Frente Amplio o en Soy Venezuela. Lo que nos debe quitar el sueño es cómo recuperar la confianza de la gente, cómo lograr estrategias de protesta efectivas, que cumplan los objetivos y sin que haya costo en vidas humanas, cómo logramos que sectores de la Fuerza Armada se pongan del lado de la gente, cómo le llegamos a esa población temerosa que le hacen creer que sólo con el carnet de la patria y la franela roja tiene manera de llevar un plato a la mesa para que entienda que es precisamente ese carnet, esa franela y quienes lo intimidan los culpables de su hambre y su tragedia.

Enfoquémonos en construir una estrategia. No es fácil ni está de anteojitos, pero si comenzamos a pensarla hoy sin duda la conseguiremos más rápido. Mientras esperemos ansiosos la próxima declaración de algún dirigente opositor para molerlo a palos, en Miraflores seguirán comiendo dulce de lechoza.

Prefiero el debate de si esta o aquella protesta son más efectivas, de si este o aquél mensaje conecta más, de si aprobamos tal o cual decisión en la Asamblea Nacional. Eso construye más que el medir fuerzas entre nosotros mismos, creyendo rumores, pisando peines y destruyendo la confianza.

Ni siquiera lo pido desde una perspectiva moral. Ya eso es algo que también nos tocará reconstruir. Lo pido desde una perspectiva estratégica. Sólo todos unidos saldremos de esto. Y cuando digo todos, me refiero a todos: Incluido el que te parece traidor, el que te parece radical, el que te parece ingenuo y el que te parece demasiado pragmático. Por el que votarías y por el que no. El que te gusta como habla, y el que no te inspira nada. Todos somos necesarios, y necesitamos encontrar la estrategia que nos oriente. No la marca, ¡la estrategia!

Sólo la firmeza y contundencia nos salvarán, por Hasler Iglesias

#1JulVenezuela

 

Somos un pueblo de Libertadores. No es una consigna ni un slogan, es una realidad de la que debemos convencernos nosotros mismos. Hoy se cumplen 123 días desde que nos lanzamos a la calle para conquistar definitivamente la democracia y la libertad. Marchas, plantones, trancazos, paros, huelgas, homenajes, vigilias han marcado nuestro accionar. La dictadura ha arreciado con más de 5.000 detenciones arbitrarias, más de 120 asesinatos y aumentando la cifra de presos políticos hasta casi 500. Incluidos alcaldes, concejales, diputados y magistrados, sin contar las medidas arbitrarias de trasladar a Leopoldo López y Antonio Ledezma de nuevo a una cárcel militar.

Hoy estamos en desobediencia ante toda autoridad, legislación y régimen que viole la Constitución y los Derechos Humanos (Art. 350 CRBV). Aferrados a ese derecho, el 16 de julio realizamos un plebiscito inédito: El pueblo organizándose cuando la dictadura quiere impedírselo, el pueblo expresándose cuando la dictadura lo quiere callar. Y el resultado fue extraordinario: Con muchísimas menos mesas electorales que en una elección tradicional y con todo el aparato del Estado en contra, 7.676.894 gritamos al unísono tres exigencias:

  1. No reconocemos el fraude disfrazado de Asamblea Nacional Constituyente que ha impulsado Maduro, y no obedeceremos ninguna de sus decisiones.
  2. Exigimos que la Fuerza Armada Nacional deje de seguir instrucciones violatorias de la Constitución y los Derechos Humanos y se sumen a la lucha institucional por restituir el hilo constitucional.
  3. Exigimos la renovación de los poderes públicos y la conformación de un Gobierno de Unión Nacional que restituya el orden constitucional.
Apenas 14 días después, la dictadura se empeñó en acelerar su proyecto, en vez de acatar la voz del pueblo. Realizaron un fraude electoral y constitucional: Una elección de constituyentistas sin consulta previa al pueblo de Venezuela, y con las más opacas y arbitrarias condiciones electorales. Estuvimos en la calle impidiéndolo, y los obligamos a cerrar centros de votación y tener que hacer malabares para sostener su fraude. Les votaron apenas 2.483.073 personas, y tuvieron la cara dura de afirmarle al país y al mundo que habían participado 8.089.320 venezolanos. El resultado no sólo fue la abstención y la mentira, sino la masacre que ejecutaron ese día, llevándose la vida de más de 15 venezolanos que luchaban de manera pacífica y en la calle por sus derechos, incluidos tres menores de edad, uno de ellos de 13 años.
Hoy nos corresponde acatar el mandato popular del 16 de julio, y defender con todo a la República. Cuando la dictadura pretende instalar una Asamblea Constituyente, reestructurar la Fiscalía General, cerrar canales de televisión, apresar a los dirigentes y activistas de oposición y no dejar piedra sobre piedra, es cuando con más vehemencia y claridad debemos avanzar en nuestra estrategia.

¿Cómo avanzar?

El mandato del 16 de julio es claro. No podemos avalar ni permitir pasivamente la instalación del fraude constituyente; y aún cuando lograsen avanzar en ese sentido, no podemos obedecer ni reconocer ninguna de las decisiones o acciones que desde allí tome la dictadura. Y esto hay que asumirlo como Libertadores, entendiendo el riesgo de retar a una dictadura asesina como esta, pero sabiendo que la gloria de conquistar la democracia es mucho mayor que el dolor presente.
Así mismo, debemos seguir emplazando a la Fuerza Armada, evidenciando lo ilegal de las órdenes que reciben, y lo urgente que es que dejen de ser el brazo armado de la narcodictadura. Los militares, como ciudadanos venezolanos, tienen la obligación -no la opción- de restituir el hilo constitucional, y más aún en ejercicio de las funciones y herramientas que tienen para defender la República.
Y finalmente, se debe avanzar sin vacilaciones en la conformación de un Gobierno de Unión Nacional. Un primer paso fue el nombramiento de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, sin embargo, no se ha trascendido del nombramiento a la toma de acciones concretas. Nuestros magistrados están escondidos o encarcelados, sin que la Asamblea ni los ciudadanos hayamos hecho nada para defenderlos y que ejerzan plenamente sus competencias. Esto debe terminar y debemos defender con garra a todas las autoridades emanadas de la legítima Asamblea Nacional.
El nombramiento de rectores del Consejo Nacional Electoral también es urgente. El fraude de Maduro fue consumado por unas señoras con períodos vencidos, carentes de toda legitimidad. Y asimismo carecerá de legitimidad cualquier acto que ellas ejecuten, más aún luego de que el mundo entero viera como mienten con las cifras. Se debe nombrar un nuevo CNE, y que ejerza, y que sea defendido por todos los ciudadanos. No importa si la dictadura no lo reconoce, deberemos entonces contrastar la fuerza de la mayoría en la calle defendiendo sus instituciones legítimas contra la debilidad de una dictadura y sus instituciones serviles.
Asimismo, la conformación de un Gobierno para la transición debe ocurrir luego de contar con el fundamento institucional planteado. La presión sobre Maduro es la más alta de la historia, pero sigue ejerciendo funciones, a pesar del rechazo de todo el pueblo y de la sistemática violación de los principios democráticos. Debemos entonces establecer una verdadera institucionalidad, un poder legislativo, que será acompañado por un poder judicial y electoral para la conformación de un nuevo poder ejecutivo. Y esto no como una locura por fuera de las leyes ni la soberanía popular, sino precisamente la expresión clara e inequívoca de la defensa de la Constitución y el cumplimiento de la Voluntad Popular expresada el 16 de julio.
Esta ruta acrecentará el conflicto promovido por Maduro al negarse a cumplir la Constitución y mediante la acción de un gobierno reconocido por el pueblo contrastado con una dictadura carente de obediencia, debemos seguir avanzando hasta la salida definitiva de quienes usurpan el poder. La presión de calle se debe sostener e incrementarse, más protestas, con más personas, en más lugares, durante más tiempo. Si ninguno de nosotros obedece, Maduro no tiene poder, si avanzamos con fuerza de calle, institucional e internacional, Maduro no puede gobernar.
Es importante alertar sobre los riesgos de seguirle el juego a la dictadura en su estrategia de ganar tiempo y desmotivarnos. Unas elecciones regionales en estas condiciones serían una gran perdida de tiempo y energía, por las razones que enumero a continuación:
  1. Con una Asamblea Constituyente andando, cualquier elección o autoridad estaría sujeta a la discrecionalidad de sus decisiones, por lo que participar en una elección supeditada a la fraudulenta ANC es lo mismo que lanzarse al vacío confiando que el opresor protegerá nuestra vida.
  2. Con un CNE que demostró no tener escrúpulos, ahora mucho menos que antes, participar en elecciones regionales es supeditarnos a su manipulación de las cifras, además de los vicios que hemos conocido en todas las elecciones anteriores.
  3. Con una dictadura radicalizada, las gobernaciones se convierten en un cascarón vacío, que lejos de «sumarnos espacios de poder» sólo lavarán la cara del régimen ante la comunidad internacional -que hoy los desconoce- y distraerá la ruta estratégica de la resistencia:
    1. Elecciones generales, con un árbitro imparcial y en condiciones justas, democráticas, competitivas, transparentes y libres.
    2. Apertura del canal humanitario de alimentos y medicinas.
    3. Liberación de todos los presos políticos.
Es por ello que sólo la firmeza y la contundencia de nuestras acciones nos salvarán. En estos momentos no se trata de volver al debate de Votos vs. Calle, todos coincidimos en la calle, y todos queremos rescatar el voto. Pero el voto real, no el controlado ni manipulado por la comisión electoral privada de Nicolás Maduro. Para ello se hace indispensable la ejecución de todas las medidas institucionales y constitucionales que están legitimadas por la Asamblea Nacional y el voto popular del 16 de julio.
No está de más recalcar que cualquier estrategia que se decida, sea ésta o cualquier otra, carecerá de efecto si no viene acompañada de una profunda y en escalada presión de calle, permanente y continua, hasta alcanzar los objetivos. Si la población se apacigua y desmoviliza, no habrá medida alguna de poder alguno que se pueda sostener por sí misma frente a la dictadura.
Somos una sola nación, indignada por tanto abuso, cargados de rabia por tanta injusticia, que nos enfrentamos a un sólo enemigo, a una dictadura asesina e inescrupulosa, con vínculos con el narcotráfico y el crimen organizado. Somos un pueblo de Libertadores, que no se rinde, que no se doblega. Que avanza decididamente hasta su libertad, y que no se apacigua por las trampas del régimen. Sólo creyendo y demostrando que somos millones, en la calle, respaldando las instituciones de la democracia, desalojaremos al cartel que intenta doblegarnos. ¡Rebelión popular y sublevación institucional hasta vencer!

@HaslerIglesias