Daniel Fermín, autor en Runrun

Daniel Fermin

Elecciones de concejales, rectificación y coherencia, por Daniel Fermín

 

En diciembre habrá elecciones para elegir a los concejales de los 335 municipios del país. Desde ya, distintos partidos y factores se debaten, nuevamente, entre participar o no. Acción Democrática, recientemente separada de la MUD, ha dicho que no participará. Gustavo Duque, alcalde de Chacao, ha declarado que sí lo hará, “para defender los espacios”. Desde la Concertación por el Cambio, y específicamente desde el movimiento Soluciones para Venezuela, hemos reafirmado que, así como participamos el 20 de mayo buscando abrir las puertas al cambio, lo haremos en diciembre para reivindicar el voto, la política, la lucha por la democracia y, particularmente en esta oportunidad, la descentralización y el liderazgo local, ese que, aunque poco mediático, representa el vínculo más inmediato con los problemas de la gente, y con las soluciones a esos problemas. Otras posturas ya se asoman por las redes: en diciembre solo debemos exigir elecciones presidenciales, en lugar de las municipales. Es la larga sombra del presidencialismo, del centralismo.

 

Hagamos memoria. En 2017, el grueso de la oposición representada en la MUD decidió no participar, con excepciones. Así como en las elecciones de gobernadores, en las municipales algunos partidos de la MUD reeditaron una estrategia, francamente deshonesta, de participar “sin mojarse”. Buscando el aplauso de las gradas y con su acostumbrado pavor a Twitter, lanzaron candidatos, pero advirtieron que estos estaban “autoexcluidos” de sus partidos. En las regionales, Acción Democrática ganó cuatro gobernaciones, pero, en lugar de celebrar el triunfo de sus representantes y darles el espaldarazo correspondiente, les sacaron el cuerpo. Puertas adentro, la estrategia fue “aguante, compañero”, mientras puertas afueras los sacrificaban, crucificados ante la opinión pública como chavistas, traidores, colaboracionistas, vendidos. Ya no eran adecos. Lo mismo en las municipales. AD, Primero Justicia, Voluntad Popular y otros lanzaron candidatos, pero en la misma onda de engañifa. “Autoexcluidos” estaban los alcaldes de Chacao, Baruta y El Hatillo, con el detalle de que no lo estaban. Todo fue un guiño al radicalismo y, peor, un engaño a la gente. Hoy toda Venezuela, o al menos la Venezuela empapada del tema político, sabe que los alcaldes de Baruta, Chacao y El Hatillo, todos comprometidos con sus municipios, son de Primero Justicia. No se trata solo de los que ganaron. VP expulsó a Yon Goicoechea de su militancia al lanzarse a la alcaldía de El Hatillo. Perdió. Hoy está reincorporado, plenamente, a su militancia, sin explicaciones, sin más apuesta que la memoria corta de un pueblo con demasiados problemas cotidianos como para ocuparse, también, de la coherencia de los partidos. Es, apenas, un ejemplo entre tantos. También se sabe que los cuatro gobernadores “ex adecos” son en verdad adecos, como confirmó su Secretario General esta semana, explicando -o intentando explicar- que los autoexcluidos habían sido nuevamente incluidos por sus militancias en las regiones. Toda una -innecesaria, deshonesta- puesta en escena.

Volviendo a las elecciones de concejales, AD dice que no participará “por coherencia”, Duque (PJ) dice que participará “para defender espacios”. ¿Qué vendrá? ¿AD, PJ y el combo volverán a lanzar candidatos -obviamente suyos- diciendo hacia afuera que están expulsados para luego darles la bienvenida silenciosa del que nunca se fue? ¡Hasta cuándo tanto irrespeto a la inteligencia de la gente!

Ni la coherencia ni la defensa de espacios les importó el 20 de mayo, cuando le regalaron seis años a Maduro y su gobierno de hambre y ruina, lo cual asoma, lamentablemente, que en la decisión de no participar reinó la mezquindad, el interés personal, el “como no soy yo/no es el mío, que no sea nadie”, y no las razones que esgrimieron en público. Aclaremos: lo correcto es participar en diciembre, pero no es correcto el engaño continuado a los venezolanos. Lo correcto es hablar claro, decirle a la gente “hay que participar y vamos a participar en defensa del municipio, de la descentralización, del voto”. Pero están entrampados por la incoherencia, el radicalismo y la calle ciega de la inacción.

Han pasado casi dos meses desde las elecciones presidenciales. Son miles los venezolanos que no votaron, creyendo en promesas y fantasías que no se realizaron: era la comunidad internacional, que desconocería al gobierno y rompería relaciones inmediatamente con él. No pasó. Era la -indigna- intervención militar extranjera, y nanai. Era un “noriegazo”, y ahí está Maduro, de presidente, gobernando tranquilito mientras el país se cae a pedazos y los promotores de la estafa abstencionista miran al otro lado a la vez que sellan el pasaporte en sus “giras” internacionales. Nadie, de esa rosca, ha sido capaz de rectificar, de decir “esta boca es mía”. Y hoy, con las mismas condiciones, el mismo CNE, con un gobierno fortalecido por la suicida entrega de la abstención, hablan de participar “para no abandonar espacios”, o de “no participar”, dejándonos con la duda de si participarán autoexcluyendo a los que luego incluirán sin el más mínimo escrúpulo, tomando por tontos a los venezolanos.

¿Por qué votar en Chacao pero no en San Carlos? ¿Por qué en El Hatillo pero no en Atures? ¿Por qué los cuatro gobernadores y el puñado de alcaldes de la MUD, que gallardamente defendieron a sus regiones y municipios en 2017, no llamaron a votar en las presidenciales? Si advertimos que la abstención era un grave error entonces, hoy nos toca advertir otra tragedia: el establecimiento de “guetos” opositores. No importa que las condiciones sean idénticas a las de Guasdualito y Mamera, en Chacao, Baruta y El Hatillo se participa, para cuidar la intimidad de una parte de la oposición de clase media, y el resto del país que vea qué hace, ahí no podemos ir a votar, en nombre de la “dignidad”. ¡Tanto que costó comprender que Venezuela no era el Este de Caracas, para que terminen reduciendo a la oposición entre la quebrada Chacaíto y la principal de Sebucán!

En diciembre hay que participar, como había que participar en mayo, pero hay que participar con todo: rescatando el valor del voto, derrotando al abstencionismo que se traduce en inacción, desesperanza y antipolítica, planteando soluciones a los problemas de los venezolanos, en lugar de conformarnos con ser los reyes del diagnóstico. Valoro que el alcalde de Chacao, amigo, quiera defender a su municipio y promover un Concejo Municipal con el que pueda trabajar para lograr la mejor gestión posible, si bien fue decepcionante la manera como él, y sus colegas del Área Metropolitana, pasaron agachados en las presidenciales. Pero no debe condenarse al resto del país, al que se parece menos al San Ignacio y más (cuando tiene suerte) a Fe y Alegría, a la mala administración, por el empeño en el error y la incapacidad de rectificación, por no reconocer en público lo que hace tiempo reconocen en privado (ya en las presidenciales, ¡cuántos dirigentes de partidos abstencionistas no comentaban, en privado, “había que participar”, pero en público repetían el corito del engaño!).

Basta de jugar con la frustración de la gente, basta de temerle a la intolerancia de los radicales y a los valientes de las redes sociales. ¡Hay que dar la cara por los venezolanos! Y para hacerlo hay que hablarle claro a la gente, ser transparentes. No más engaños. El 9 de diciembre nos tocará elegir a nuestros representantes, a los que controlarán al Ejecutivo municipal en 335 localidades, en el nivel más próximo, más directo de gestión, el que más nos afecta, el que más nos toca. Vamos a presentar a los mejores, a apoyarlos, a interpelarlos una vez electos. Pero exijamos también a los que nos trajeron por el despeñadero de la abstención que no engañen más a la gente, que no insulten más la inteligencia de los venezolanos. Y nosotros, reflexionemos, porque tampoco podemos continuar dejando que nos la insulten en la cara.

Es la hora de la rectificación. El liderazgo político tiene una gran responsabilidad. En la MUD eligieron, mediante la abstención, a Maduro presidente porque les gustaba más que Falcón. La abstención, justificada en mil razones, no funcionó. No insistamos en el error. Rectifiquemos, vamos al reencuentro de la gente y elijamos Concejos Municipales que legislen y controlen los asuntos que afectarán nuestra calidad de vida desde el momento en que abrimos la puerta de nuestras casas.  Esta elección es importante, no caigamos en el simplismo del “todo o nada” ni en la trampa centralista. Vamos a votar, a defender el voto y al municipio como espacio de resistencia democrática. Lo demás, quedó demostrado, es un engaño.

 

 

@danielfermin

 

Queridos amigos,

 

Pueden hacerse muchas lecturas del día de ayer, y hay para todos los gustos: desde las dudas y temores sobre lo que viene, pasando por los “yo te lo dije” de quienes hoy celebran (¿?) el continuismo de Maduro, hasta las reflexiones que buscan volver a acercar a quienes tuvimos posturas diferentes en estas escasas semanas de campaña electoral. Aquí van mis dos centavos:

 

Como saben, promoví y defendí el voto como herramienta ciudadana por excelencia para lograr los cambios que requiere Venezuela. Llevo en el ADN el testimonio de la lucha histórica por el voto, sé cuánta sangre, cuánta lucha costó. Y vi en el voto la manera de sacar a Venezuela adelante el 20M, para cambiar el destino de nuestro país sin descender a los infiernos de la guerra fratricida ni a la estampida. Otros, algunos de buena fe, otros por cálculos menos santos, promovieron la abstención como legítima protesta ante un CNE parcializado, cooptado por el partido de gobierno, y unas condiciones desventajosas, como lo han sido a lo largo de estas últimas dos décadas. Se diluyó el valor del voto y ayer muchos venezolanos decidieron quedarse en sus casas: algunos en firme protesta, otros simplemente desesperanzados. Hoy estoy convencido de que hicimos lo correcto al llamar a votar. Sin que se trate de “echarle la culpa” a los abstencionistas, los resultados muestran la erosión del apoyo popular a la opción del gobierno. Se perdió una gran oportunidad para encausar el descontento popular hacia un cambio cierto. Otro gallo cantaría si nos hubiésemos unido en torno a la participación.  ¿Y por qué no en torno a la abstención? La soledad de los centros de votación solo aumentó la eficacia de la trampa. Las razones que nos llevaron a promover el voto siguen vigentes: hoy, más que nunca, debemos dar la cara por los venezolanos que más padecen, no podemos entregarnos a la inacción, a no hacer nada, o a la fantasía, grotesca por demás, de una intervención militar extranjera a la que algunos aspiran sin detenerse en la gravedad de lo que eso significa, ni podemos entregarnos a la violencia. Estoy convencido, además, de que la salida a nuestra tragedia debe tener por protagonistas activos a los venezolanos, para lograr un cambio en paz que logre restablecer la democracia y la calidad de vida para todos.

 

Fue una jornada marcada por la trampa, el ventajismo, el vulgar chantaje y compra de votos y el grosero uso de los recursos públicos por parte del partido de gobierno. Henri Falcón, de manera responsable y coherente ante el país, anunció el desconocimiento del proceso y llamó a realizar nuevas elecciones con condiciones. Confieso que yo, que nunca había tenido afinidad ni mayores coincidencias con Falcón, tengo por él un renovado y profundo respeto como luchador democrático.

 

Presencié de primera mano los esfuerzos que ayer se hicieron para tender puentes entre quienes participamos y la MUD-Frente Amplio, a pesar de la cizaña de unos pocos reaccionarios que, interesados más en saciar su desprecio por los que piensan distinto que en la suerte de Venezuela, preferían y prefieren construir muros y divisiones entre los venezolanos. Tuve la honrosa responsabilidad de formar parte de esa iniciativa, que fue un preludio de lo que debe venir: la recomposición de la unidad de todos los que adversamos a este régimen de hambre y miseria que ha hundido a Venezuela. Y esa tarea de recomposición de la unidad debe estar basada en el reconocimiento de la diversidad que existe, y que no puede dejar de existir cuando un grupo tan numeroso de venezolanos se opone a un pequeño grupo en el poder. Unidad en la diversidad. Sí, tenemos diferencias. Se ha venido redibujando el mapa político venezolano, y en la amplísima oposición es vital buscar coincidencias y un clima de respeto entre los sectores más conservadores y quienes tenemos una visión progresista y popular de la política, de la economía y de la sociedad. La construcción de grandes coaliciones para defender la democracia se hace siempre, si ha de ser exitosa, entre los diferentes, no entre los iguales.

 

Nadie se va a guardar en sus casas, nadie se va a rendir ni a “desaparecer” del escenario político, ni los unos ni los otros. La construcción de una verdadera unidad popular, de abajo hacia arriba, que incorpore la diversidad sin sectarismos ni mezquindades, sin pretender subordinar a los que piensen distinto, que sea genuinamente amplia, ese es, hoy, un gran reto.

 

Hoy comienza un nuevo capítulo en la historia de Venezuela. Nuestro compromiso sigue intacto y es uno: luchar por una sociedad más justa y democrática, por los de abajo, por la construcción de un referente popular, progresista; por el obrero, el estudiante, el joven que no se quiere ir y los que se fueron y sueñan con volver; por los maestros, los transportistas, médicos y enfermeras. Por y con la gente de trabajo. Es inaceptable, como está Venezuela, cualquier propuesta que parta de dejar todo como está o, peor, de agravar la situación de quienes más padecen.

 

Vienen horas intensas para Venezuela. Es imperativo que las encaremos de frente, dando siempre la cara. De modo que seguimos, no podemos rendirnos ni ofrecer desesperanza. Vamos a la organización, a la acción, a la demanda popular. Esta lucha bien vale la pena.

 

Por Venezuela,

 

@danielfermin

No se trata de unos “carguitos”, por Daniel Fermín

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2016 pasará a la historia como el año en el que se oficializó la dictadura de Nicolás Maduro. Varios hitos lo confirman: el desconocimiento de la Asamblea Nacional y, con ella, de la voluntad popular; la usurpación de funciones de un TSJ cooptado que, además, acelera un proceso, ya en marcha, de judicialización de la política; el incremento de la persecución y la represión. Pero quizás el hecho que más retrata la erosión democrática y el avance de la autocratización sea la suspensión del derecho al sufragio.

Dos hechos evidencian la supresión del voto en Venezuela: el aborto a la convocatoria de un referéndum revocatorio presidencial y, sobre todo, la suspensión de las elecciones para elegir a gobernadores de estado y diputados a las asambleas legislativas. Las “regionales”, como se les conoce, han tenido menos protagonismo que la activación del revocatorio como mecanismo de cambio del régimen, y quizás por eso, sabiéndolas desde el poder sin mayores dolientes, resulta oportuno empezar, con ellas, la cancelación definitiva del hecho electoral en el país.

Con el mismo ímpetu con el que criticamos el exacerbado presidencialismo venezolano, somos prestos a descartar la importancia de las elecciones regionales. “Hay cosas más importantes”, decimos. “No es momento para defender parcelas”. Subestimamos, así, una de las conquistas democráticas más importantes de finales del siglo XX, la elección directa de gobernadores, y abrimos camino al régimen para consolidarse aun más.

El pasado 16 de diciembre venció el período de los gobernadores de estado. Lamentablemente, la legislación venezolana otorga absoluta discrecionalidad al Consejo Nacional Electoral para convocar elecciones, no hay una fecha fija para los comicios. Así que el CNE, saltándose la Constitución para servir a los intereses de una casta que se sabe incapaz de ganar elecciones, decidió otorgar una ñapa a los gobernadores que no sabemos cuánto durará. El CNE prometió, a finales de 2016, convocar a elecciones el primer semestre de 2017, pero a esta fecha no se ha discutido cronograma alguno en el directorio del Poder Electoral.

Descartar la importancia de las regionales es castigar al pueblo que sufre el mal gobierno del PSUV. El abuso, la corrupción, la ineficiencia: ese modelo nacional se reproduce en cada estado donde gobierna la coalición oficialista. El continuismo de esa gestión lo paga, como siempre, el pueblo. Pero subestimar la importancia de las regionales es, también, no comprender la sociología política del chavismo.

El modelo oficialista está basado en el clientelismo rentista. Engordaron el tamaño del Estado, con una nómina que sobrepasa las tres millones de personas. Un número significativo de esos millones no trabaja en el gobierno, sino que cobra por el gobierno. La diferencia es significativa: es la que existe entre el funcionario de carrera y el parásito del erario. Y esta dinámica perversa, que vemos en PDVSA y en tantos organismos “nacionales”, se reproduce, aguas abajo, en las gobernaciones y alcaldías.

De modo que sacar al chavismo del poder en las gobernaciones no sólo es la oportunidad para que la buena gestión remplace a la ineficiencia, sino que es desmontar la base clientelar de apoyo del oficialismo en las regiones. Si creemos en la probidad de los candidatos alternativos, eso significará que el dinero que hoy va a pagar activistas políticos, colectivos y agitadores irá, en cambio, a escuelas, hospitales, infraestructura y programas sociales. Pero, más aun, perder las gobernaciones, y con ellas la plataforma clientelar, socava desde abajo las bases del poder chavista.

De modo que no, no se trata de unos “carguitos” que la oposición busca negociar a cambio de la estabilidad del régimen. No opera una lógica del “o”, sino que se impone la lógica del “y”. El planteamiento regionales “o” salida del gobierno nacional es engañoso, y es utilizado astutamente por el poder para dividir las aspiraciones ciudadanas. Todo lo contrario, la lucha por las gobernaciones está en el marco de recuperación de las instituciones democráticas y de una manera distinta y mejor de hacer política y gestión. Lejos de ser incompatibles, regionales y salida del gobierno, las regionales representan una oportunidad más, un paso más, para el desalojo del chavismo del poder que hoy tiene secuestrado en función del control y los privilegios.

Asumamos, pues, la senda por las regionales como una reivindicación de la democracia, de la descentralización y del cambio. Eso sí, exijamos también democracia a los que se dicen demócratas, y pongamos la decisión en manos del pueblo: primarias para una unidad fuerte, legítima; gobernadores democráticos como punta de lanza del gran proyecto democratizador.

 

@danielfermin

 

El silencio de los inocentes, por Daniel Fermín A.

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“¿Quién confía en el presidente Maduro? ¿Quién se siente identificado con el PSUV?” La pregunta es provocadora, sirve para abrir el tema de crisis de representación en una mirada sociológica al Estado, la política y las instituciones. La reciben entre risas. Nunca fue el oficialismo fuerte en las universidades. Si hay alguno, se guarda el secreto. No hablo de política en clases, respeto demasiado el salón y a los estudiantes como para ser de esos, a pesar de que siempre está a flor de piel, de que la materia se presta y siempre alguno intenta llevar la discusión por esos predios. Esta es la única oportunidad, abriendo este tema, en el que, para ilustrar el punto teórico, cedo y los complazco. Seguidamente, otra pregunta: “¿Quién confía en la oposición? ¿Quién se siente representado por la MUD, por sus diputados y dirigentes?”. Nadie levanta la mano. Esta vez no hay risas, sino silencio absoluto. No es el silencio de la indiferencia, sino el de la insatisfacción.

Es un salón de 70 personas, en una universidad de Caracas. “El futuro del país”, dice el cliché. Nada estadísticamente representativo, pero sí un buen grupo para ilustrar el espíritu de una preocupación. Hurgando, encontramos algunas pistas: no se preocupan por la gente sino por sus propios problemas, son ingenuos, no hablan claro, prometen y no cumplen, no saben enfrentar a la dictadura, no los conozco, no nos hablan de nuestros temas. Es una larga letanía, he desatado un demonio. La crítica crece, se retroalimenta. Cabezas asienten, onomatopéyicos “ajá” concuerdan en cada crítica. Nadie hace la salvedad, ninguno dice “pero no la tienen fácil…”.

La Mesa de la Unidad está en problemas si la gente común y corriente la siente ajena. Más si se trata de los estudiantes, siempre atentos, más que otros sectores, a la suerte del país. Sería fácil encontrar la explicación en la juventud de los estudiantes, en su supuesta indiferencia y apatía. “No les importa nada”. Así, la solución pasaría por dejar de escuchar reggaetón y dedicarse, en su lugar, a leer más la prensa. Dejar tanta holgazanería y comenzar a activar. Pero sería equivocado. Arrogante y equivocado. La juventud, principal víctima de la tragedia revolucionaria, se siente frustrada, cuando no engañada. No se siente interpretada por las élites políticas. Se siente abandonada a su suerte, y muchos esperan un golpe de gracia, algún hecho de fortuna que les permita fotografiarse los zapatos en el Cruz Diez de Maiquetía y buscar futuro en otras latitudes.

No tienen la culpa. Solo conocen esto: Chávez, Maduro, “la oposición” como categoría de identidad política. La peleadera, el deterioro de las condiciones de vida año tras año. Las promesas del inmediatismo y el desengaño que deja la resaca de las propuestas irresponsables del liderazgo. Son los hijos de la revolución, aun cuando jamás la hayan apoyado. Ellos, sí, los hijos de Chávez, y no creen en nadie.

Son los políticos los que deben ir al encuentro de la gente. Se han ensimismado y solo encuentran audiencia entre ellos: políticos hablándole a políticos. La gente desde la barrera, viendo el espectáculo mientras se las arregla para sobrevivir. Los peligros son evidentes: el germen antipolítico, la desvinculación con lo nacional, el engaño del claustro individualista como tabla de salvación, el engorde de la diáspora.

En el país donde hay crisis de todo, también existe una evidente crisis de representación. El liderazgo debe abocarse a la discusión abierta y transparente con la gente para construir, desde abajo, soluciones a los principales problemas del país. ¿Quién le habla a los jóvenes de cómo superar el sitio del hampa, de qué propuestas existen con respecto a una política habitacional que haga fácil acceder a un alquiler o a un crédito para una vivienda que les permita crecer e independizarse? Más allá del diagnóstico, ¿Dónde están las soluciones? Y así, con todos los sectores.

Los partidos no se fortalecerán cuando pase la “ola” del antipartidismo, lo harán cuando recuperen su condición de luchadores por el bienestar social y las reivindicaciones, cuando salgan al encuentro del venezolano de a pie, no con promesas vacías ni con planteamientos inalcanzables en los cuales ni ellos mismos creen, no para vender su marca y posicionarse como franquicias electorales, sino con el compromiso de organizar el reclamo ciudadano y cristalizarlo en un cambio, no de caras ni colores, sino que permita a la gente vivir mejor. Solo entonces se apropiarán los venezolanos de sus partidos y de sus políticos y los sentirán suyos. Solo entonces podrá romperse el ensordecedor silencio de los inocentes.

@danielfermin

 

Censura, autocensura y vergüenza por Daniel Fermín Álvarez

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La censura no tiene lugar en democracia.  Es un acto aborrecible, denigrante, que sale de las entrañas de la prepotencia del poder.  También de sus temores, el temor a la verdad, a la diversidad, el temor a quedar en evidencia.  La censura busca aplastar, negar los hechos y, más allá, la mera duda sobre los hechos.  De los censurados busca el desánimo, la derrota, el sentimiento de insignificancia.

Peor que la censura es la autocensura.  Por temor al censor, al poderoso, se agacha la cabeza, en un acto que es a la vez indignante y profundamente vergonzoso.  Cree el que se autocensura estar a salvo, cuando en realidad sienta el peor de los precedentes, uno que otorga al censor todo el poder para manipular a su voluntad a su víctima, a la que sabe ahora dominada y vencida.

En Venezuela hemos conocido de sobra ambos fenómenos.  Hoy los medios no existen.  No en su condición natural.  Si hay un temblor, no lo reportan hasta que el gobierno no lo haga, no vaya a ser que los multen.  Se acabó la cobertura en vivo, de lo que sea.  Los casos más sonados ruedan ampliamente por la mensajería celular, días antes de que algún medio se atreva a reportar una noticia ya vieja, que no es novedad para nadie, en su versión más diluida.

Así, la sombra ominosa del silencio lo cubre todo. Hablar con cuidado, escribir con cautela.  No te metas en eso, deja eso así.  El abuso hace de las suyas, arremete ante la estrategia de la pasividad, ante la contradicción fulminante según la cual lo que hay que hacer es no hacer nada.  Pasar agachado es la máxima para medios, empresas, universidades y particulares que se suman a la lista de víctimas del insaciable censor.

Pero el silencio no logra nada, sólo alimenta el gran tumor del miedo y la metástasis del atropello.  Y, así, lo contagia todo… En esto no hay honor ni prudencia.  Sólo miedo.  Lo que ignora la víctima, o se hace el que lo ignora, es que su postura acomodaticia nada logra.  Todo lo contrario, su silencio lo hunde más en el abismo, su inacción es un profundo golpe contra la esperanza.

Nuestro pueblo indómito, el del cuero seco, el parejero, el del derecho a pataleo, hoy ve cómo sus referentes éticos y morales abordan resignados el tren hacia el silencio, con la vana esperanza de que en el trayecto pare por gracia o cambio del conductor.  Nada lograrán, sino perpetuar la afonía por atrofia, matar la pluma por la artritis al principio impuesta y luego autoimpuesta.

El silencio nunca servirá para nada.  Ante la censura, como acto injusto e impúdico, alzar la voz.  Ante la autocensura, vergonzosa e indignante ¡alzar la voz! Alzar la voz por la dignidad, por lo bueno y justo.  Alzar la voz por Venezuela.  Basta de silencio.

 

@danielfermin

Esta es la entrevista a Emilio Lovera que fue censurada por El Universal

Emilio Lovera

El humor: crítica social

Por Daniel Fermín

Una mujer encarga un sicariato a un grupo de extranjeros que ofrece diversos paquetes. Un colombiano, un uruguayo, un mexicano, un español, un peruano, un ruso, un polaco. Varios crímenes en escena contados en tono de humor negro. Emilio Lovera (Caracas, 1951) interpreta a la figura del narrador que intenta explicarle la historia a los espectadores. Paquete # 3, el primer largometraje en solitario que dirige Alfredo Hueck, es una comedia que refleja la violencia que existe en la Venezuela de hoy: las muertes, la escasez, los apagones, el control de cambio.
–El sarcasmo es una forma de humor que puede hacer palpable muchos de los problemas. Se recurre a la ironía para hacer una denuncia no convencional. El humor, en tiempos de crisis duras, critica, reflexiona. La película muestra el deterioro de nuestro día a día adornado por la irreverencia cinematográfica de Alfredo Hueck. Quizás por eso Paquete # 3 va a ser despreciada o desdeñada por la gente del oficialismo. Hay que hacerle entender al pueblo que el arte salva.

Emilio Lovera se interesó en el proyecto al leer el guión. La cinta, que se estrena el viernes 26 en las salas nacionales, llega a la cartelera cinco años después del rodaje en Mérida. Lovera, que ya en 2013 tuvo una breve presencia en Papita, maní, tostón (Luis Carlos Hueck), decidió sumarse a toda propuesta cómica en la que se le requiera para la gran pantalla. Porque, según el actor, a la filmografía local le hace falta menos dramas y más humor.

–Pienso que Venezuela debe tener una mejor historia cinematografica que la que ha desarrollado hasta el momento. Los viejos directores nos tenían acostumbrados al género del cerro, la marginalidad, el barrio. El público demostró lo obstinado que estaba de eso cuando decidió ir a ver películas humorísticas de bajo presupuesto o, incluso, de muy poca calidad. En Venezuela siempre hemos tardado mucho en reconocer la importancia del humor.

Emilio Lovera da vida a un mesero del bar de mafiosos. A veces, en el filme, interrumpe el relato para aclarar dudas. Las idas y vueltas en el tiempo, las animaciones, las reglas de juego que existe entre asesinos. Venezuela, según el comediante, también necesitaría de una figura que trate de explicarnos el país que tenemos hoy, que intente analizar hechos cotidianos cercanos al absurdo.

–Tal como el personaje, sería bueno que existiera un narrador que nos explicara al país. que se base en las estadísticas. Un narrador que nos lleve a una política o a un lineamiento. Estos son los hechos, estas son sus causas y sus consecuencias. Uno, por ejemplo, tiene demasiado tiempo tratando de entender cómo es Cadivi (Comisión de Administración de Divisas, hoy Centro Nacional de Comercio Exterior, o Cencoex) y por qué. Uno trata de explicárselo a cualquier persona que venga de otro lugar en el que pueda cambiar su dinero libremente y no lo puede comprender. Ni siquiera un economista.
La salida del aire de Misión Emilio dejó al humorista sin un espacio en la televisión local. La mayoría de sus colegas recurren a presentaciones en los teatros y sitios nocturnos para no quedarse desempleados. El cine también es otra opción. “Er Conde del Guácharo” ya tiene tres largometrajes dirigidos, Luis Chataing estrenó el año pasado su propio documental. Medios alternativos para tratar de recuperar lo perdido.

–Ya casi no hay programas de comedia en la pantalla. Al gobierno le molesta el humor. Imagino que Tves sacará alguno en cualquier momento. Si hay algo lamentable son los humoristas que están a favor de una tendencia política oficial. Los medios masivos están bastante reducidos para nosotros. Queda Internet, que todavía no es un medio económicamente viable para sobrevivir. Los lugares administrados por el Estado también se nos cierran. No nos lo prohiben, sólo nos dicen que están ocupados hasta 2070. Menos mal que salen invitaciones para ir al exterior.

Benjamín Rausseo ya intentó ser presidente de Venezuela, Luis Chataing tampoco oculta futuras aspiraciones políticas. Emilio Lovera no piensa saltar la talanquera. Lo suyo es hacer humor al interpretar personajes que reflejan al venezolano. Chepina Viloria, Palomino Vergara, Perolito, el Waperó, el Chunior. Figuras de la idiosincracia nacional que tuvieron éxito en el pasado y que se convirtieron en clásicos.

–Yo no me siento capacitado para incursionar en política. Para eso hay que estar educado. Suelo decir en mis shows que uno de los grandes deterioros que hemos tenido es la calidad del candidato presidencial. Le digo al público que le explique a sus hijos que aquí intentaron gobernar Luis Beltrán Prieto Figueroa, Rómulo Gallegos, Arturo Úslar Pietri y Renny Ottolina, entre otros. Si haces una comparación, el deterioro ha sido inmenso. En Venezuela hoy cualquier bolsa puede ser estar en el poder. La política, para mí, ni siquiera es la base para hacer mi humor. Lo que pasa es que la gente confunde actualidad con política. Si uno refleja lo que sucede en la calle empiezan a decir que estoy una campaña en contra de… Yo involucro la denuncia porque no me divorcio de la realidad ni me hago el loco.

dfermin@eluniversal.com

Venezuela en cuatro bloques por Daniel Fermín A.

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Aguantando la respiración.  Así andamos los venezolanos en medio de una crisis generalizada que se caracteriza por el desborde de la inflación, el desabastecimiento y la escasez.  Que nada se rompa, que nada se dañe, que nadie se caiga (sobre la crisis del sector salud podríamos escribir bibliotecas enteras).  Hoy la precariedad y la vulnerabilidad son cruces que cargamos a cuestas los venezolanos comunes y corrientes.

Cualquier imprevisto es un golpe.  Los repuestos de automóviles no escapan, por supuesto, a esta realidad, y cualquier metida al taller implica no sólo la incertidumbre de una fecha de entrega sujeta a la intercesión de santos patronos de repuestos inencontrables, sino la del precio final de unos productos que, precisamente por ser escasos, cuando aparecen son incomprables.  Para el que trabaja con su carro, o el que gracias a su carro puede trabajar en puntos apartados de la ciudad, una falla mecánica puede ser la diferencia entre poder hacer mercado o no, entre comer o no.

Particularmente grave es el problema de los cauchos.  El “no hay”, consigna real, aunque no oficial, de la economía revolucionaria, también domina la actividad cauchera.  El drama para cualquier hijo de vecino comienza cuando se percata de que, caramba, a un caucho le falta aire.  Manejando con cautela, se acerca tempranito a la estación de servicio más cercana, donde le dicen que, qué va, a esa hora no hay aire porque no ha llegado el muchacho, venga más tarde.  Accidéntese en horario ejecutivo.

Si sigue a otra bomba, se percata de que existe un patrón.  A la tercera estación se rinde, en ninguna hay aire.  Estación de ¿servicio? Se estaciona y pasa las horas angustiado por un caucho que está ya casi en el piso.  Cuando sale, va, ahora con más cautela, a otra bomba, donde se da cuenta de que no es cuestión de horario ni de personal.  Las bombas de gasolina ya no tienen aire.  Hasta ese punto llegó el “no hay”.

Se dirige entonces a una cauchera.  En la primera, pareciera mamadera de gallo, ¡no tienen aire! Se dañó el compresor y, naturalmente, no hay repuestos.  Piensa en los puestos de trabajo, en un negocio abierto que no sabe bien cómo funciona sin aire, como panadería sin harina.  Afortunadamente, al lado hay otra cauchera.  Se estaciona, ya preocupado porque ni el caucho de repuesto puede colocar en lugar de este que se ha antojado de dañarse.  Recuerda que, precisamente, el de repuesto está allí porque estaba ya malo para rodar.  Cosas de nuestra vialidad urbana.

En esta cauchera corre con suerte.  Aire hay.  Lo que no hay son cauchos.  O, bueno, hay promoción de cauchos con rines, salen en 72 mil los cuatro, le dicen.  Pero cauchos, cauchos, así solos, no hay.  Sí, él tampoco lo entiende mucho.  Está convencido de que un arreglo así debe ser ilegal.  También sabe que no debe ser negocio para el dueño vender un caucho solo.  Recuerda la ira que le ha producido en el pasado aquel absurdo de que en las areperas no te vendan la popular “viuda”, la arepa sola, aunque la lógica debe ser la misma.  Ira con hambre, la del peor tipo.

Pone cara de poker, como si el precio no lo timbrara, como si fuera algo accesible, pagable en cómodas cuotas o con el ras de un tarjetazo.  Le da la propina al señor que, gentilmente, insufló vida al caucho malo y a otro que va por el mismo camino.  Y así va, ya más curtido a la hora de repetir la rutina, a más tardar en dos o tres días, cuando se vacíe el caucho que difícilmente puede ahora remplazar.

La odisea del caucho no es caso aislado.  Está bien documentado el porque.  El rubro no ha recibido dólares, por lo cual la producción de neumáticos cayó a la mitad este año.  De 21 mil 500 unidades que salían de Goodyear, Pirelli y Firestone, hoy no llegan a 11 mil entre las tres.  El ministro de Transporte Terrestre anuncia unas divisas para la importación a las que nunca se les ve la cara.  Paga, como siempre, la gente.

No es caso aislado, decíamos.  Situaciones análogas hay con los alimentos, los medicamentos, los repuestos, los insumos médicos.  Es una crisis general, producto del fracaso de políticas económicas trucutú y de la incapacidad del gobierno para recibir las críticas y rectificar el camino.

Los ciudadanos, los que sufrimos la crisis, tenemos el poder de cambiar esto en nuestras manos.  Nos intentarán convencer de lo contrario, sembrando desesperanza, indignación y temor para que sintamos que no, que no hay nada que hacer.  Pero somos los venezolanos, los que sufrimos la odisea del caucho, de la farmacia, del mercado, de la violencia, día tras día, los que poseemos la oportunidad de manifestar nuestro deseo de cambio de manera clara y contundente este mismo año, en apenas pocos meses.

Hablamos, por supuesto, de las elecciones a la Asamblea Nacional.  Allí tendremos todos los ciudadanos un escenario para decir “ya basta” a un régimen de abuso y corruptela que no supo, en dieciséis años, conducir el país.  En las elecciones parlamentarias, la participación activa de cada venezolano humillado, injuriado, angustiado, será clave para enderezar el rumbo.  Con el voto, cada venezolano que aguanta hoy la respiración en la más extrema de las vulnerabilidades podrá exhalar profundo, con la satisfacción de sumar a la causa de que esto cambie y castigar a la oligarquía malandra que mientras saquea los recursos del pueblo ha dejado a Venezuela en cuatro bloques.


@danielfermin

¿La hora de los partidos? por Daniel Fermín

lahora

 

¿Se agotó el modelo de partidos? A muchos les gustaría hincarle el diente a esta pregunta. Unos, sin duda, para legitimar la cruzada antipartidos y antipolítica. Otros, para defender los intereses de sus organizaciones, presentándolas como insustituibles y fundamentales para el desarrollo del país. Estos últimos dirán, como ya es lugar común, que “sin partidos no hay democracia”.

Creo en los partidos políticos. Milito en uno y por tres generaciones mi familia ha militado, como lo han hecho millones de venezolanos, en partidos organizados. Creer en los partidos es hacer causa común por lo público y lo colectivo. Creer en los partidos es también preocuparse por sus crisis y pasarse por preguntas como la que abrió estas líneas.

Para nadie es un secreto que los partidos no son los grupos más queridos de la sociedad. Los del gobierno se desmoronan en la medida en que, además de la popularidad del gobierno, se derrumba la maquinaria clientelar que los hizo posibles. Los de la oposición no parecen capitalizar por completo el creciente descontento. Mientras 80% de las personas se declaran inconformes, los simpatizantes de las toldas políticas de la MUD no pasan del 20%.

De modo que existe un país en el medio, expectante, renuente a depositar su confianza en los partidos. Por supuesto, en esto influye el descrédito de la actividad política, tenida por muchos como una suerte de lepra social a la cual no conviene ni acercarse y espantada con ese mantra necio de “yo no me meto en política, si no trabajo no como” que vaya usted a saber quién inventó. Pero hay otras razones, endógenas al sistema de partidos y a los partidos mismos, que vale la pena analizar a la hora de ver por qué, pareciera, que se ha apagado la luz de los partidos como herramienta de participación, representación y transformación social.

Una sobre simplificación de los planteamientos de Duverger, Sartori y otros autores nos dice que los partidos se organizan con tres fines u objetivos: la conquista y ejercicio del poder; la formación de la voluntad política del pueblo; y la intermediación entre el sistema social y el sistema político. Por otra parte, a los partidos se les imprimen, también, tres capacidades: la electoral, en la que presentan candidatos, hacen campaña, buscan y cuidan votos; la gubernamental, en la que presentan equipos, ideas y programas; y la innovadora, en la que los partidos ofrecen gente nueva e ideas nuevas.

Una radiografía de los fines y de las capacidades de los partidos es un buen punto de partida para analizar su situación. Comenzando por los fines, lo primero que se ve es una hipertrofia del primer punto, en detrimento de los dos restantes. Es decir, pareciera que la conquista y ejercicio del poder (esencial para cualquier partido, no son las Carmelitas Descalzas) concentra la atención de nuestras organizaciones, dejando de lado, sin embargo, lo relativo a la formación de voluntad política y, sobre todo, lesionando la capacidad de los partidos para convertirse en intermediarios válidos de la sociedad. Esto no puede ser desestimado. Si la gente no se está identificando con los partidos, nuestra apuesta es que tiene bastante que ver con esto último.

Si observamos las capacidades, se ve un plano similar. Los partidos han amaestrado el tema electoral, imposible no hacerlo en un país que lleva a cabo elecciones todos los años. Por eso, son expertos buscando y cuidando votos, presentando candidatos, haciendo campaña. En eso, están en su salsa. Los déficit vienen en la capacidad para ejercer el gobierno una vez ganadas las elecciones y en la capacidad de innovar.

Vamos por partes. Decir que los partidos no están desarrollando plenamente sus capacidades en el gobierno tiene que ver con las perversiones del sistema en los tiempos que corren. En general, salvo partidos y funcionarios que se empeñan en nadar contra la corriente, lo que vemos son partidos sirviéndose del poder y utilizando el poder para garantizar, en los términos más ordinarios, su subsistencia. Sincerar las cosas y volver al financiamiento público de la política sería un paso en la dirección correcta para que los partidos devuelvan la mirada hacia la gestión como prioridad, una vez en el gobierno.

En cuanto a la capacidad de innovación, basta pasar revista. No se trata de “caras nuevas”, por el mero hecho de cambiar a Pedro por Juan o a María por Petra, sino, más que todo, de las “ideas nuevas”. ¿Dónde está la cosmovisión política de los partidos? ¿Qué le dicen al país de cara a los retos de hoy y mañana? No hablamos de un choricero de políticas públicas ni de proyectos de leyes, sino del proyecto país de nuestras organizaciones, de eso que algunos, despectivamente, llaman “filosofía”, por no decir otra cosa. De nuevo, esto también es fundamental para pasar de franquicias electorales a la construcción de partidos fuertes, con identidad arraigada y colectiva, que sean participativos, modernos y encarnen un sueño compartido de país, algo por lo que valga la pena involucrarse, arriesgarse y luchar.

Puede que sea lugar común, pero también es verdad: “no hay democracia sin partidos”. La aparición de los partidos políticos representó un avance gigantesco en una sociedad acostumbrada a la cachucha, la bota y el fusil. De su mano, Venezuela inició su período de mayor desarrollo y modernización. También de mayor justicia y avance social. Los partidos vinieron a relevar al personalismo, aunque tengamos, en la actualidad, el contrasentido de algunos partidos que son esencialmente personalistas. Hoy, la realidad signa cantidad de desafíos para los partidos, que deben adaptarse a los cambios y encontrar nuevas maneras de interpretar a unas sociedades caracterizadas por la emergencia de nuevas formas de organización social, de comunicación y de distintas expectativas sociales e individuales. El partido entendido como club de amigos, corporación de intereses económicos, plataforma personalista o leviatán del clientelismo, no es el que va a abrirle finalmente las puertas del Siglo XXI a Venezuela.

En nuestros partidos, en todos, abunda la gente honesta y trabajadora. Miles de personas llenas de mística, que se exponen a los peligros de una actividad malquerida y malagradecida con la esperanza de conducir a este barco tan golpeado por las tempestades del modelo político y económico a mejor puerto. Con ellos es, también, la deuda. Nadie desea más el cambio y el fortalecimiento de los partidos que ese pueblo que milita en sus bases. Es su justo reclamo.

Partidos fuertes, sanos, populares, modernos, con visiones claras de cara al futuro son imprescindibles para la construcción del país que viene y la superación del lastre militarista-autoritario. De que nuestros partidos asuman una profunda reflexión que los lleve a revisar sus cometidos y capacidades para alinearlas con lo que espera la sociedad dependerá la respuesta a la interrogante que hemos planteado como título de este artículo. Sólo cuando ello se emprenda de manera seria y con el cuidado debido lograremos que la sociedad se sienta nuevamente interpretada por las organizaciones políticas y podremos decir plenamente, desde adentro y desde afuera, que es la hora de los partidos.

 

@danielfermin