Alberto Barrera Tyszka, autor en Runrun - Página 2 de 4

Alberto Barrera Tyzka

Ataques de pánico, por Alberto Barrera Tyszka

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Están muy asustados. Le tienen miedo a los votos, le tienen miedo a las manifestaciones, le tienen miedo al parlamento, le tienen miedo al dólar paralelo, le tienen miedo a las redes sociales y al precio de las cebollas. Es una alarma difícil de controlar, un temblor en el ánimo y en las certezas. La histeria se contagia más rápido que el zica. Y ahora el poder está histérico. No confía ni en sí mismo. Ingenua y lamentablemente, cree que su única seguridad está en la violencia.

El chavismo ya no sabe cómo congelar al pueblo. El gobierno, como en otras ocasiones, apostó por el desgaste. Sin en el menor escrúpulo. Decidió usar la pobreza de los venezolanos, sus necesidades y carencias, con tal de no negociar nada. Prefirió sacrificar a la gente antes que renunciar a su control absoluto del poder. Pero ahora la realidad ha cambiado. La crisis económica es un vértigo fulminante. La política de la parálisis ya no parece ser tan eficaz. El discurso encendido y vehemente tiene menos seguidores. La iglesia que promovía el culto a San Hugo no está de moda…Hace rato que la revolución cambió las promesas por las amenazas. Ahora, el socialismo del siglo XXI solo es un exceso de generales.

Un ataque de pánico es un rapto, un viaje hacia la irracionalidad. Así parece estar el gobierno. Su capacidad de discernimiento se ha evaporado velozmente. Sus reacciones frente a la marcha propuesta para el 1 de septiembre son destempladas, erráticas, miserables. Hunden aun más su imagen en la violencia. Frente a los venezolanos, y también frente a la comunidad internacional, el gobierno de Maduro solo parece capaz de conjugar tres verbos: prohibir, censurar, reprimir.

La detención de Daniel Ceballos ofrece una narrativa digna de cualquier dictadura de la segunda mitad del siglo pasado en Latinoamérica. Una madrugada, una ambulancia, una orden de traslado clandestina…Hay en esa secuencia una construcción épica que solo alimenta a la oposición. Lo mismo puede decirse del traslado, sin aviso y sin justificación, de Francisco Márquez y Gabriel San Miguel a la cárcel de Tocuyito, dos jóvenes sometidos a un proceso judicial totalmente viciado, cuyo relato solo logra hacer crecer la temperatura heroica de quienes adversan al gobierno. Lo mismo, también, vale por supuesto para los demás detenidos por causas políticas. Se trata ya de una práctica continua y generalizada. Como la suspensión de sueldos para los parlamentarios. Como la prohibición de entrada al municipio libertador a la manifestación del próximo jueves. Como la absurda medida que oficializa en el Estado Barinas la imposibilidad de ejercer un periodismo independiente y crítico. Estamos asistiendo a un espectáculo patético y terrible: un poder desesperado y sin tino, entregado a su propia ceguera.

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La salud por Alberto Barrera Tyszka

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Hace unos días, la diputada Meléndez dijo lo siguiente: “Nunca hemos mentido de que existe una crisis y por eso el gobierno trabaja para solucionar” (sic). Se refería a la situación de la salud en el país. Carmen Meléndez, antes de ser parlamentaria, se desempeñó como ministra de la Defensa, fue ministra de Relaciones Interiores y, además, hasta el año pasado, estuvo a cargo del ministerio del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno. Durante todo ese tiempo, Carmen Meléndez nunca denunció ninguna crisis. Tampoco reaccionó públicamente cuando Mario Isea aseguró que en Venezuela había “suficientes medicamentos”. Ni salió a la calle, a acompañar las protestas de los médicos y pacientes de los hospitales públicos. No se ha solidarizado con aquellos que viven persiguiendo farmacias. Ni ha publicado en las redes sociales el ay de alguien que necesita urgentemente Eutirox o Zanidip. Todo lo contrario. La cuenta de Twitter de Carmen Meléndez se llama “@gestionperfecta”.

“No es ético, no es cristiano, hacer política con el dolor ajeno”, dijo la diputada y tantas veces ex ministra. ¿Qué se supone, entonces, que haga un político con las tragedias de la gente, con el sufrimiento de los ciudadanos? ¿Guardar silencio? ¿Qué es lo ético? ¿Callarse? ¿No decir nada frente a las noticias sobre la precariedad y desabastecimiento de la medicina pública? ¿Ocultar o silenciar las denuncias sobre remedios vencidos y sobreprecios en la compra e importación de fármacos que ha hecho el Estado? ¿Qué es lo cristiano? ¿Cerrar la boca? ¿Mirar hacia otro lado mientras los mercaderes se hacen millonarios con la salud del pueblo?

No hay ideología en una sala de emergencias. Un bisturí no es vocacionalmente leninista. Una tableta de acetaminofén no es genéticamente de derecha. La cháchara oficialista se deshilacha frente a la catástrofe. ¿Cuántas jeringas se pueden comprar con los más de 20.000 millones de dólares que tienen las empresas fantasmas que el gobierno protege? ¿Cuántos enfermos podrían salvarse con los 300.000 millones de dólares que –según denuncia de los ex ministros Navarro y Giordani– se “desaparecieron” en estos años? Cada vez que, por falta de insumos o de equipo médico, muere un venezolano en algún centro de salud, la revolución bolivariana se convierte en una experiencia criminal.

Porque, lamentablemente, la enfermedad del país es la secuela de la enfermedad del poder que nos gobierna. Esta casta, soberbia y autoritaria, empeñada en ser eterna, incapaz de leer la realidad. Esta oligarquía que defiende su capital y sus empresas en contra del pueblo, que protege a Derwick mientras apaga a la mayoría de los venezolanos. Esta nueva clase con pretensiones hegemónicas que ha aprendido a mentir sin pudor, que todavía tiene el descaro de decirnos que 2016 es “el año del renacimiento de la patria”. Luego dirán que fue un error, una conspiración mediática, que no dijeron renacimiento sino racionamiento. Que nunca nos han mentido. Que solo trabajan para salvarnos.

La salud también está en el lenguaje. Todo lo han contagiado. Ya incluso sus palabras están enfermas.

Veinte años

Hace dos décadas, Sergio Dahbar me sentó frente a un café y, sin ninguna anestesia, me propuso que escribiera una columna semanal para un nuevo suplemento dominical que estrenaría en breve este periódico. Desde ese momento, comencé a poner palabras, cada siete días, en esta esquina de la página. Este domingo me toca despedirme. Veinte años en un mismo lugar es mucho tiempo. Siento que he terminado un ciclo, que debo mudarme, buscar algo nuevo. No quiero hacerlo sin dejar de agradecer a este diario que me dio una oportunidad y siempre honró la independencia y libertad de mis opiniones. También quiero agradecer, en especial, a la gente con quien, durante todos estos años, he trabajado la fragua semanal de esta columna: Marisa Rossini, Ana María Matute y Flor Cortez. Y a los lectores, por supuesto: sin ustedes, no habría existido ningún domingo.

@Barreratyszka

El Nacional

La fábula por Alberto Barrera Tyszka

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Lo intenté. Lo juro. Me senté frente al decreto seriamente, dispuesto a fajarme con cada línea, con cada enunciado. Es cierto que tenía algunos prejuicios, una desconfianza natural ante un presidente que, después de gozar de súper poderes habilitantes, no ha logrado ni siquiera administrar bien su propio fracaso. Aun así, decidí que esta vez yo mismo, con todas mis fragilidades matemáticas, iba a tratar de entender el decreto de emergencia económica que propuso el gobierno.

No pude llegar al principio. Ni siquiera logré alcanzar a leer la primera proposición. Me quedé en las consideraciones iniciales, en el contexto. No logré superar la justificación. El asunto es duro, engorroso. El texto comienza así: “En ocasión de la muerte del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana”… Metí el primer frenazo. Pensé que me había equivocado de documento. Di dos vueltas, regresé, entré por otro lado. Y volví a caer en lo mismo. Y vi que el texto proseguía igual, con el mismo tumbao, refiriéndose a desestabilizaciones y a un “malestar social inducido”, a la “guerra económica” y a la burguesía, a las estrategias que “han provocado una caída abrupta de nuestra principal fuente de ingresos”…Y entonces metí el segundo, y ya definitivo, frenazo ¿Era en serio? Después de perder las elecciones, ¿todavía seguían diciendo lo mismo?

Es muy insólito esto de que alguien venga a pedirte auxilio pero, antes, trate de embaucarte. Es absurdo. Necesito que me salves pero primero quiero cotorrearte. Insistir con la idea de que los otros tienen la culpa es también ya un problema aritmético ¿Cuántas veces se puede equivocar, de la misma manera, un gobierno? El oficialismo ha derrochado tanto que ya se gastó todo el enemigo externo que existe en este costado del planeta. No terminan de entender que no podrán sobrevivir políticamente si no reconocen que este desastre también les pertenece.

Pero, lamentablemente, son muy testarudos. Siguen empeñados en señalar todo el tiempo hacia otro lado. La técnica del “yo no fui” parece ya un componente genético del chavismo. Quizás debamos comenzar a pensar que aquel 4 de febrero del 92, Chávez no fue responsable sino narcisista. En realidad, no quería asumir la culpa del golpe, tal vez sólo estaba buscando presentarse mediáticamente como su protagonista. Cuando dijo yo lo hice, más que honesto quizás fue estratégicamente vanidoso.

Empieza muy mal el decreto de emergencia económica. Comienza, de hecho, negando la emergencia. Escamoteando su naturaleza y su verdadera dimensión. Comienza como un paso en falso. No hay, tan siquiera, una duda, la hipótesis de una equivocación, la posibilidad de un error. Actúan como siempre. Es decir: no actúan, hablan. Un ejemplo: esto fue lo que dijo el presidente en noviembre de 2014: “El año 2015 va a ser un año productivo, será el primer año del resto de la segunda década del siglo XXI, para convertir al país en una Venezuela potencia, en una patria potencia en lo económico”. Otro ejemplo, dice el ministro Luis Salas esta semana: “Este año vamos a salir de la crisis”.

Los poderosos no hacen colas. Nunca les falta la plata. Tampoco necesitan desesperadamente poner el nombre de un remedio en el Twitter. No tienen que realizar un crucero por todas las farmacias del país para conseguir una medicina indispensable. Los enchufados no pisan un hospital público. No tienen que sacar cuentas cada noche. No tienen un ay en la quincena. No madrugan para llegar a tiempo a esa larga fila de gente que aguarda junto a la puerta cerrada de un supermercado. No se palpan los bolsillos y encuentra solo ceros. Los poderosos escriben decretos. Hablan de la muerte del comandante, de la guerra económica, del saboteo, del imperialismo, de las crisis inducidas. Los poderosos piden más poder.

Una emergencia es una angustia. Y está en la calle. No en la Gaceta Oficial 6214. Para la mayoría de los venezolanos, la economía no es una fábula.

 

@Barreratyszka

El Nacional

Un cuento y una voz por Alberto Barrera Tyszka

Diálogo

 

Es evidente que el oficialismo no ha sabido leer lo ocurrido el 6-D. Apenas ha pasado un mes y todavía no han aceptado los resultados electorales. Quiero decir que han respetado aparentemente los números dados por el CNE pero no han aceptado la legitimidad de esos números, no han asumido la realidad que representa esa cifra. Todo lo contrario: han hecho lo imposible, en todo terreno y sin pudor, para descalificar una decisión popular. Con el nuevo año, llegaron al clímax de proponer que ya la mayoría de los ciudadanos que habían votado por la oposición, o que habían dejado de votar por el oficialismo, estaban “arrepentidos”. Todo forma parte de lo mismo: la democracia solo existe si el gobierno gana las elecciones. Si las pierde, la democracia pasa a ser entonces un sistema atrasado de representación burguesa. Esa es la peor perversión de los poderosos: decretar que ellos son el pueblo.

No es fácil lidiar con esto. No es fácil enfrentarse a quienes están acostumbrados a mandar sin rendir cuentas, a quienes no quieren renunciar a sus privilegios, a quienes no están dispuestos a respetar ningún tipo de formas, a quienes han hecho de la mentira un discurso veraz y oportuno. Son también muy evidentes todas estas cosas pero, igual, y de cara a los hechos esta semana, vale también hacerse la misma pregunta: ¿la dirigencia de la oposición sí ha sabido leer bien lo ocurrido el 6-D?

Desde hace años, hay en el país una tendencia que no se ha detenido y que, elección tras elección, suma votos a la alternativa democrática y resta votos al oficialismo. En los pasados comicios, esa tendencia siguió su ritmo ascendente. Pero el gran fenómeno, que produjo el aplastante resultado, tuvo mucho más que ver con la cantidad de ciudadanos que dejaron de votar por el oficialismo: más dos millones. Yo supongo que ellos, ahora, permanecen atentos, expectantes. Quizás, precisamente, para todos ellos ha debido hablar Henry Ramos Allup el día de la instalación de la nueva Asamblea. Tenía ahí, por primera vez en años, la posibilidad de ser oído por la mayoría; la posibilidad de ofrecer un relato alternativo, que tocara los problemas de la gente, las urgencias económicas y sociales que nos azotan. Tal vez, era el momento de mencionar las colas, la inflación, la inseguridad, la crisis de la salud…y no los 26 años de su vida dedicados a la actividad parlamentaria.

La oposición tiene que entender que está a prueba. Y que enfrenta a un oficialismo desesperado, que busca excusas para seguir en su juego. De seguro, tenían preparado retirarse en esa primera sesión. Más aún después del cataclismo verbal del diputado Agüero. Solo toleran la diversidad que pueden controlar. Lo demás no les importa. El Ramos Allup que desnuda la naturaleza mentirosa de Pedro Carreño es mucho más eficaz que el Ramos Allup que aparece en un video ordenando de manera destemplada sacar las imágenes de Chávez y de Bolívar de la AN. ¿Cuál es ganancia política de aparecer ante todos como un caudillo, autoritario y grosero, que actúa igual que Maduro, como si los espacios y los bienes públicos fueran suyos? ¿Acaso no hay peleas más importantes que dar?

Desde le triunfo del 6-D, la dirigencia opositora ha hecho y dicho muchas cosas que parecen destinadas a complementar y confirmar la narrativa oficialista. Entre ellas, la de convertir un probable referendo revocatorio en una prioridad de la nueva AN. Yo no sé si realmente fueron elegidos para eso. La impaciencia suele contagiar ceguera. A los radicales les cuesta mucho pensar a largo plazo. ¿Vale la pena comportarse como si hubieran sido elegidos para pre-gobernar el país? ¿A quién le beneficia un choque de poderes? ¿A quién le conviene más que Maduro deje el poder en el peor año económico de nuestra historia?

El oficialismo tiene un relato. Y además controla los medios para distribuirlo de forma permanente. Chávez no vive pero sí suena. Todo el tiempo. Esa es una parte fundamental en esta batalla. La oposición todavía necesita construir y consolidar un cuento y una voz.

 

@Barreratyszka

El Nacional

Dulce de lechosa por Alberto Barrera Tyszka

Maduro y Rodriguez

Combatiente Nicolás, camarada Diosdado, compañerito Jorge… sin rencor ahora les digo que la vaina terminó. De pana. Bájenle dos, dejen ya la pataleta. No le hace bien a nadie, mucho menos a ustedes mismos y a su partido. Están dando un espectáculo que bien podría llamarse “Los desenchufados histéricos”. Es una puesta en escena que se acerca demasiado a una secuencia de gritos y de pastelazo, a un homenaje a Los Tres Chiflados. Yo creo que todos, dentro y fuera del país, esperábamos otra reacción. Deténganse un momento. Respiren hondo. También debe haber dignidad en las derrotas.

Chávez supo convertir algunos fracasos en victorias. Pero jamás hizo lo que ustedes están haciendo. Esto de aparecer públicamente castigando a los votantes, esto de tratar de chantajear descaradamente al pueblo, es algo imperdonable. Están negociando con la soberanía de cada ciudadano. Están proponiendo una nueva y grosera forma de servidumbre. Han convertido la revolución en una experiencia humillante. ¿Y en serio creen que, de esta manera, tendrán éxito? ¿En serio piensan que golpeando y amenazando a la gente conseguirán más amor y más lealtad?

Ahora resulta que todo lo que anunciaron que haría la oposición, en el caso de perder las elecciones, lo están haciendo ustedes. Tanto que Nicolás exigió respetar los resultados y, sin ningún pudor, ahora está hablando de un “golpe electoral”. Se trata de uno de los absurdos más descomunales de todos estos años. Con un par de palabras pretende descalificar todo el proceso de las elecciones, quiere convertir el ejercicio de la voluntad popular en un acto de traición a la patria. Tanto que Jorge Rodríguez defendió al CNE. Tanto que, con su natural talento para la sorna, se burló de aquellos que cuestionaban el sistema electoral venezolano, para terminar ahora desacreditando lo ocurrido el 6-D y tratando de deslegitimar una diferencia de ¡casi 2 millones de votos! ¿Miente el CNE? ¿Tibisay Lucena es una infiltrada de Álvaro Uribe? ¿Cómo puede aparecer ahora Rodríguez afirmando que esto “es cualquier cosa menos una democracia”? Tanto que Diosdado Cabello defendió la honorabilidad de la Asamblea Nacional, tanto que aseguró que había que respetar la conciencia del pueblo y que ellos ganarían por paliza y, sin embargo, hoy ya no recuerda nada y solo quiere hablar y promover el “parlamento comunal”. Ya no saben qué fantasía ofrecer para proteger sus intereses particulares. Perdieron por paliza y entonces, de manera instantánea, ahora la democracia les parece una farsa.

De nuevo: respiren hondo. Cuenten hasta diez. Piensen un poquito.

Así no se puede. Están equivocándose de manera estrepitosa y, encima, lo peor, creen que nadie se da cuenta. No están poniendo la torta con disimulo y con discreción. Con elegancia. Para nada. Todo lo contrario. Desde Alaska, se les ve el bojote. Cada día resultan más patéticos, más vulgares. Como no aceptan que el pueblo no votó por ustedes, han terminado creando un pueblo de ficción, que no necesita elegir representantes porque es un pueblo rojo rojito, un espejismo mediático que no apareció en las urnas el pasado 6 de diciembre.

Lanzan acusaciones sin demostrar nada, gritan, denuncian, chillan… Ahora la democracia les duele. No quieren perder sus privilegios. No quieren que nadie investigue su gestión. Están desesperados y se les nota. Están haciendo lo peor que podían hacer: inventar un pueblo. Tratar de ganar con la televisión y con la radio lo que no pudieron ganar con los votos. Están creando un pueblo de mentira que pueda justificar su irrespeto a la decisión del pueblo real, a los ciudadanos de este país.

Pero todos los estamos viendo. Les va a costar engañarnos. Combatiente Nicolás, camarada Diosdado, compañerito Jorge… Si quieren buscar culpables, vayan y siéntense frente a un espejo. En silencio. Calladitos. Y dejen quieto a quien está quieto. Dejen tranquilo al pueblo. La mayoría de los venezolanos, este diciembre, queremos comer dulce de lechosa en paz.

@BarreraTyska

Publicado en El Nacional

 

Bienvenidos a la democracia por Alberto Barrera Tyszka

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Antes del domingo pasado, el chavismo juró que respetaría los resultados electorales y aseguró que la voluntad del pueblo era sagrada. Después del domingo pasado, su actitud y su discurso han cambiado. Ahora los resultados electorales no son tan bolivarianamente legítimos, la voluntad del pueblo no les parece tan voluntad ni tan popular. Quizás todavía no podemos ponderarlo en toda su dimensión, pero el 6 de diciembre ocurrió una hecatombe, una verdadera revolución: el sentido de la alternancia regresó al país.

Desde su triunfo en 1998, Chávez clausuró la idea de la variación política en el imaginario de la sociedad. Decretó que él no había sido elegido para gobernar por un periodo sino para cambiar la historia. Instaló la palabra “revolución” entre nosotros y comenzó a pensarse y a hablar desde la eternidad. Así pasaron casi 17 años. La hipótesis de la alternancia solo era un trámite que había que seguir para mantener cierta legitimidad internacional. Pero mientras, hicieron lo que quisieron. Sin rendir cuentas. Se acostumbraron y terminaron creyendo que el poder era algo natural y para siempre. Este 6 de diciembre una mayoría contundente de venezolanos los bajó de la nube y les dijo: ¡Bienvenidos a la democracia!

Pero la democracia no les gusta. No la toleran. En muy pocos días, han demostrado una soberbia ciega: no logran digerir la derrota y se revuelven sobre sí mismos, rabiosos e impotentes, resistiéndose a escuchar y a entender el mensaje que les ha dado el pueblo: el PSUV es pasajero. También la revolución es provisional.

Lo que hemos visto esta semana es una muestra puntual de los procedimientos del chavismo: ¿se puede decir que están irrespetando el resultado electoral? Pareciera que no. Porque asumen el informe del CNE y se someten a su decisión. Pero, de manera inmediata, mueven toda su maquinaria mediática y comienzan a distribuir sus matrices: que la oposición compró votos, que la población estaba confundida por la guerra económica, que los votantes fueron engañados… para tratar de imponer la tesis de que “no ganó la oposición sino la contrarrevolución”. Volvamos a la pregunta: ¿irrespetan el resultado electoral? No. En realidad, irrespetan la elección en sí misma. Le roban al 6-D su significado. Pretenden despojar a la democracia de su sentido. En realidad, deslegitiman a los votantes. Irrespetan profundamente al pueblo.

“Ganaron los malos”, dicen. Y comienzan a pregonar que tendremos un parlamento “golpista”. Insisten en re-polarizar a un país que está buscando salir de la polarización. Tratan de provocar, buscan que la oposición repita sus errores y refuerce la narrativa chavista. Es una dinámica que permanece en el territorio del delirio: en nombre del pueblo, atacan a los representantes elegidos por el pueblo. En nombre del pueblo, pretenden desconocer la voluntad del pueblo. Su arrogancia no les permite leer lo que ocurre. Todavía no entienden qué pasó el 6-D. Y por eso mismo vuelven a amenazar. Y por eso mismo chantajean, insultan. Repiten el discurso que los llevó al fracaso. Después de lo que han dicho esta semana, si hoy tuviéramos de nuevo elecciones, el oficialismo sacaría todavía menos votos.

El domingo pasado, el pueblo venezolano expropió la Asamblea Nacional. Le quitó ese espacio a la corporación que ha privatizado el Estado y las instituciones del país. La oligarquía roja patalea porque no quiere perder sus privilegios. Porque no quiere entender que el pueblo no solo reaccionó frente a la escasez y la inflación, sino también frente a la corrupción y el abuso, la falta de transparencia y el ventajismo. Y eso también es un mensaje para la oposición. No se trata de sustituir modelos, de intercambiar sistemas de exclusión. La mayoría del país desea un cambio profundo. El 6-D terminó la fantasía de la revolución perpetua, pero no se inició una vuelta a la fantasía de un supuesto pasado idílico. Ya ninguna de esas dos posibilidades existe. El futuro no le pertenece a nadie. El futuro aún está por inventarse.

@Barreratyszka

El Nacional

Millones de votos por Alberto Barrera Tyszka

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Ocurrió esta semana. No fue un hecho clandestino, realizado a escondidas, con pocas palabras y muchas sombras. Todo lo contrario. Sucedió durante el programa oficial del presidente de la República, en una transmisión de la señal del Estado, en el canal que supuestamente le pertenece a todos los venezolanos. Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez, en plan de mostrarle los televidentes el tarjetón que se usará en las elecciones del próximo 6-D, recorrieron algunas de las diferentes opciones políticas y, de manera deliberaba, intentaron engañar y manipular a la audiencia. Fue uno de los momentos más grotescos del proceso que estamos viviendo. A medida que baja en las encuestas, el poder sube en la perversión y en el descaro.

Tal vez muchos ni se dieron cuenta. Quizás se trata de una secuencia casi anodina, casi natural. Y ahí está, precisamente, el peligro. Ahí también está la dimensión brutal de la maniobra. En pocos segundos (https://www.youtube.com/watch?v=wS3g7KQpJl4), los dos altos funcionarios del partido de gobierno coronan el final de un procedimiento que, con la complicidad del Estado y de las instituciones, es un atentado en contra a todos los ciudadanos del país. Después de arrinconar en la peor esquina a la tarjeta de la MUD, colocaron justo al lado una opción con una imagen muy similar que, teniendo candidatos claramente oficialistas, se vende como oposición. Ahí están Maduro y Rodríguez, que saben perfectamente que el MIN no es la MUD, tratando de marear al público. Como dos compinches risueños, sonriendo a cámara, felices de poder realizar una trácala sin que nadie los regañe. Nos regalaron un tráiler de una parte de su plan de campaña: confundir al elector, intentar, desde la legalidad, robarle votos a la oposición.

Esto solo es un elemento más dentro las amplias denuncias que ya ha realizado la oposición sobre el ventajismo que tiene el gobierno en el territorio electoral. Todo lo que tiene que ver con los circuitos, con la inhabilitación de candidatos, con el uso de recurso públicos en las campañas…Se trata de una práctica cada vez más desesperada y, por tanto, cada vez más desvergonzada. “¿Hay ventajismo en las elecciones?”, se pregunta Nicolás Maduro. Y él mismo se responde: “Sí. Hay ventajismo. Es la ventaja moral, ética, política que tiene la revolución en sus dirigentes, en la honestidad de sus líderes”. Por supuesto. La misma moral y la misma honestidad de los dirigentes que nos prometieron, hace tiempo, dar el nombre de las empresas de maletín que le robaron miles de millones de dólares al país.

La ética de la revolución es una triquiñuela. Obtener más diputados con menos votos, por ejemplo. Aprovechar al Estado para suspender al adversario, por ejemplo. Usar todas las señales de comunicación públicas, y a veces también las privadas, para invisibilizar a la oposición y promover a sus candidatos, por ejemplo. Esa es política revolucionaria, según Maduro. Todo es una farsa. La única ventaja que tienen es el poder. Y la falta de escrúpulos a la hora de abusar del poder.

Tibisay Lucena no ve nada de esto, por supuesto. Y si lo ve, no se alarma. Todo lo que ocurre le parece normal. Piensa que todo está bien. No cree que haya ningún problema. Por eso la democracia venezolana necesita observadores internacionales. Porque quienes deben vigilar y defender los derechos de los ciudadanos, han elegido cerrar los ojos. Dice la presidente del CNE que quien “quiera participar en elecciones que respete las reglas del juego, al árbitro y al pueblo”. Ese es precisamente el problema. Que tenemos un árbitro que no respeta las reglas del juego y que, por tanto, tampoco respeta al pueblo.

El chavismo exige respetar los resultados pero no quiere respetar el proceso. Esa es la verdadera definición del “como sea”. Esos son los dos modelos que están realmente se enfrentan el 6 de diciembre. El autoritarismo excluyente contra la participación democrática. La única salida son los votos. Millones de votos.

 

@Barreratyszka

El Nacional

 

El silencio oficial por Alberto Barrera Tyszka

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Dice Jorge Arreaza que en la ONU no entienden lo que pasa en Venezuela en materia de derechos humanos. Lo dice seriamente. Con una tranquilidad casi pomposa. Así suele analizar lo que ocurre el vicepresidente. Si no estás de acuerdo con lo que dice el gobierno, eres un bruto o eres un enemigo. No hay más posibilidades. Ese mismo día, en su cuenta de redes sociales, explicó nuestra compleja realidad en estos términos: “El capitalismo contra el socialismo. La burguesía vs el pueblo. El imperialismo contra la patria libre. Las élites vs el poder popular”. Es un tipo de razonamiento que está a nivel de agugú gagá, una simpleza infantil que siempre resulta muy conveniente: Arreaza se autoproclama como pueblo, como la patria libre. La élite dice que no es élite sino poder popular. Casi nada.

Pero el problema de los derechos humanos no se resuelve tan fácilmente, con esa escueta ecuación. Tal vez, ese maniqueísmo les sirva para explicar por qué todas las organizaciones no oficialistas, dedicadas al tema, han sido o son descalificadas, satanizadas, a veces incluso acosadas, por el gobierno. Quizás pueden seguir tratando de convencernos de que los defensores independientes de los derechos humanos son agentes encubiertos de la CIA, terroristas disfrazados, saboteadores que solo tratan de destruir este fabuloso paraíso. Sin embargo, la realidad no siempre se puede tapar con un tweet.

Es difícil que los venezolanos olvidemos lo que vivimos y vimos en 2014. Y estoy pensando justamente en la represión, en el uso de fuerza, en la violencia ejercida desde el Estado. Ni siquiera la hipótesis –no comprobada– de un supuesto intento de golpe de Estado puede justificar la manera como se agredió a la población civil durante gran parte del año pasado. De eso no habla Arreaza. De los más de 3.000 jóvenes que fueron detenidos arbitrariamente por protestar o manifestarse. De los casi 2.000 que están ya en libertad pero sometidos a medidas cautelares. ¿A ellos el Estado les ha consultado qué piensan sobre los derechos humanos?

¿Y a los deportados a Colombia? A ellos tampoco los menciona el vicepresidente. Ellos no entran en su esquema. No los considera pueblo. Tampoco son imperialistas. Solo son unos pobres en la frontera. Y con ellos no tuvieron piedad: fueron expulsados, en algunos casos de manera salvaje, del territorio nacional. ¿Y las acciones de las llamadas OLP? Ahí los altos funcionarios bajan la cabeza, miran hacia otro lado, quieren pasar agachaditos. Saben perfectamente que es una acción indefendible. Es violencia institucional especializada. Pero de eso no quiere hablar Arreaza. El gobierno que presenta un Plan Nacional de Derechos Humanos, tiene también un plan nacional de violación de derechos humanos. Legal, legítimo. Con balas incuestionables.

Todo esto sin mencionar el contexto global, que tanto le gusta citar al oficialismo por cierto, de los derechos sociales y políticos que de manera permanente son vulnerados en el país. Nada de eso pasea por la mente del vicepresidente. Nunca menciona la crisis de la salud pública, por ejemplo. No da ruedas de prensa desde el pasillo de un hospital. O desde la cola, a las afueras de un mercado Bicentenario. ¿Por qué no organiza unas solmenes declaraciones desde ahí? ¿Por qué no habla de los derechos humanos junto a la máquina captahuellas de un supermercado?

El discurso oficial también se está quedando solo con su eco. Su fórmula retórica se va achicando. Cada vez cabe menos gente en sus palabras. Al gobierno le parece muy derecho y muy humano grabar la conversación privada de cualquier ciudadano y difundirla luego, públicamente, en algún canal del Estado. De eso tampoco habla Arreaza.

En realidad, ya todos sabemos lo que dice. Repite siempre más o menos lo mismo. Lo realmente noticioso es lo que no dice el oficialismo. Ahí quizás esté la verdad sobre los derechos humanos en el país. En el silencio oficial. En aquello que el poder nunca menciona. En lo que no se atreve a pronunciar.