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Castrismo

Antonio José Monagas Ene 08, 2022 | Actualizado hace 1 mes
¿Otra historia?
La historia política contemporánea venezolana la escribieron los antiguos perdedores que hoy inhibieron el sentido de libertad impreso en la crónica republicana

 

@ajmonagas

El hombre siempre ha escrito su propia historia, trenzada por problemas de distinta índole. Quizás el más insidioso sucede cuando se atraviesan las ideologías interesadas en sesgar los hechos a su antojo. Aunque la historia también resulta perturbada cuando sus capítulos testimonian las sucesivas catástrofes motivadas por dificultades de capital importancia. Dificultades que truncaron el crecimiento y maniataron el desarrollo de naciones, cuyos posteriores esfuerzos por escapar no tuvieron el mejor resultado. Paradójicamente todo ese devenir indica que los errores cometidos y referidos históricamente se repiten. Incluso, generando más daño de lo que, en un principio, los susodichos hechos llegaron a marcar.

Así ha sido grabada la historia contemporánea de Venezuela. Su historia política es el recuento de cuánto intentó superarse y no pudo. Ni siquiera algún escarmiento logró con el paso del tiempo. Deberá reconocerse que la historia política contemporánea venezolana la escribieron perdedores en medio de una crisis que no solo estrujó sus consciencias, sino que inhibió el sentido de libertad que debió ser signo impreso en la crónica republicana.

Pero no por ello la historia del país dejará de ser una motivación para reescribirla con la dignidad que representa cada hecho realizado con sentido democrático. Como lo plasmaba Jacinto Benavente, extinto dramaturgo español, “una cosa es continuar la historia y otra, repetirla”. He ahí lo significativo del asunto.

A decir de los hechos, tal como en la actualidad están desarrollándose, el régimen se ha empeñado en inhabilitar el oficio del historiador al constreñir su deber de registrar la historia. Las realidades que caracterizan el presente venezolano desnudan del ropaje que llegó a vestir la forja independentista del siglo decimonónico venezolano. Ello ha devenido en la mutilación de valores morales, dejando al venezolano sin referentes históricos para evitar repetir los infortunios.

Esto ha causado la descomunal crisis que ha puesto en ascuas la institucionalidad jurídica y política venezolana.

El ocaso (político) del siglo XX

Haber salido de la dictadura perezjimenista que azotó el discurrir político venezolano a lo largo de la década de los cincuenta del siglo XX, constituyó el ticket de entrada al proyecto que Fidel Castro venía experimentando desde 1958 en Cuba. Eso llevó a que Venezuela fuera víctima de la grosera incursión de cubanos por Machurucuto a principios de los sesenta. Pero igualmente, el país sufrió desmanes que surgieron con la Guerra Fría, toda vez que comunistas soviéticos andaban en complicidad con revolucionarios cubanos.

Conoce a tu Fuerza Armada

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Lo más duro se produjo con la caída del bloque soviético, ya que el régimen cubano sufrió un duro debilitamiento; ello lo motivó a buscar evitar que su gobierno construido con represión, corrupción y desolación se viera sumergido entre más problemas de los que para entonces había acumulado.

Así, la dictadura castrista ideó el modo de penetrar naciones con el propósito de rebuscarse los fondos que requería el andamiaje político-económico de la isla. Las coyunturas favorecieron las intenciones de Castro desde el mismo momento en que el golpismo militarista venezolano, de 1992, se convirtiera en la ruta para torcerle el sentido y dirección a la historia política nacional.

La invasión cubana

Con los años, la incursión cubana tomó la fuerza necesaria para intervenir procesos políticos con la impunidad que le permitía complicidades a lo interno de algunos países latinoamericanos. Aunque en las postrimerías del siglo XX, la situación de amenaza hacia algunas naciones de debilitada estructura democrática, arrecia con la alianza Moscú-Beijín. En el fragor de dichos tiempos, el espíritu inoculado del castrismo -azuzado por el gobierno moscovita- se propuso la desestabilización de mercados internacionales; con ello causó la mayor angustia socioeconómica que permitiera la expansión de sus estamentos e instancias de gobierno. Así lograron darse tan perversos eventos.

Fue la vía que, con base en conjuras, amenazas y arbitrariedades, afectó el modelo democrático que en Venezuela venía procurándose durante la segunda mitad del siglo XX. Pudieron más los reveses y avatares generados por la imprecisión con la cual pretendió consolidarse la institucionalidad de la Venezuela democrática. Y fue así como el camino democrático diseñado no pudo concretarse, ni recorrerse.

Se dieron las condiciones para que el régimen militarista venezolano implantara el modelo estatista que tergiversó hechos y configuró la historia a su manera, a imagen del sistema castrista. Y lo peor llegó con la desvergüenza de ideologizar colectivos humanos para incitarlos a ilusionarse con una utopía redentora que degeneró en este desastre.

Con la excusa del llamado “socialismo del siglo XXI”, el régimen ofreció superar las distancias sociales y económicas. Pero impuso a cambio un sistema vil que pretende arrebatar de la memoria colectiva el país republicano que precursores, libertadores y civilistas habían construido. Por eso, se habla de estarse reescribiendo ¿otra historia…?

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Armando Martini Pietri Jul 22, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Se alzó la gusanera
Los “gusanos” se han puesto de pie, alzando la bandera de la dignidad y libertad

 

@ArmandoMartini

En los primeros años del gobierno fidelista, comenzaba el camino comunista y la tiranía que se imponía respaldada por la ingenuidad y complicidad internacional, la candidez de los cubanos ilusionados, la estupidez romántica de intelectuales y los jóvenes arrebolados. Sin embargo, miles lograron entender a tiempo la tragedia castrista que se vislumbraba y abandonaron la isla. Y esa cosa infame, perversa, criminal llamada Fidel Castro en una de sus latosas peroratas públicas los calificó de “gusanos”, en un intento por hacerlos despreciables, repulsivos y asquerosos.

En realidad, se marchaba lo mejor de Cuba. Los más decente, digno e inteligente. Edificadores de porvenires, transformadores de aquella apacible Florida –Miami– para vacaciones de jubilados y escapados del frío inclemente, en una de las mayores economías no solo de los Estados Unidos sino del mundo. Allí arriban para establecerse y se convierten en generadores de alegría, riqueza y bienestar.

El mayor fracaso del castrismo y su fabulada revolución se demuestra en su propio país; décadas de represión cruel e inhumana, silencio forzoso, tergiversación educativa, manipulación y mentira como estrategia. Y quienes hoy protestan y hacen tambalear la dictadura comunista, no son los ancianos que quizás todavía puedan recordar tiempos mejores, sino los jóvenes, nacidos y formados por la revolución. Es cierto que los casos aislados no representan a la mayoría. La gusanera, cuando ya no le basta seguir larvada y empieza a manifestarse. La población biempensante sospecha que, en lugar de algo esporádico, lo que se deja ver es tan solo la punta del iceberg. 

Por su empeño de control, el castrismo jamás supo crear relevos. Nada ni nadie que no apestara a fidelismo y raulismo nunca fue confiable. Y si no llevaba el apellido Castro, menos. Lo vemos ahora en Díaz-Canel, quien, hosco y limitado, proclama el enfrentamiento entre cubanos, autoriza el uso de armas de fuego por la policía que no aprendió a proteger a la ciudadanía sino a reprimirla, que recluta a adolescentes y los dota de escudos, cascos y palos para frenar a las masas que vociferan libertad. ¡Patria y vida! Olvidando aquella pendeja insolencia de “patria o muerte”.

Los que salen a las calles con atuendo modesto, pero enorme fuerza, son quienes nacieron, crecieron en medio de una Cuba que gritaba mucho y lograba poco; fracturada, en pedazos por fuerzas militares, de subversión y espionaje, que hizo de la delación justa o falsa una perversa costumbre; que alardeó de un sistema modélico de salud pero incapaz de contener al coronavirus nacido en la China que tampoco han sabido imitar.

Esos son los “gusanos” de ahora. Los que no se van sino que exigen el cese de la represión, censura, espionaje y fracaso. Exigir libertad y democracia es una forma de salir de un pasado que se alimentó de la decepción y sangre derramada de los ciudadanos.

La “gusanera” de ahora viaja fuera de la Cuba castrista, deseosa de retornar a una nación libre y, en consecuencia, próspera. Marchan en sus exigencias enfrentándose a las “garrapatas y parásitos” que se aferran al poder, chupan abolengo y sosiego. Por eso, el poder saca bastones y armas de fuego, porque ya no pueden convencer a nadie con palabras ni ideas falsas aunque parezcan seductoras. Los “gusanos” se han puesto de pie, alzando la bandera de la dignidad y libertad.

En Cuba, el comunismo más feroz lleva aplicándose desde 1959, en forma de dictadura totalitaria, que pudo disimular sus pésimos resultados mientras la URSS la mantuvo asistida; pero una vez que el bloque comunista se derrumbó, se hunde cada vez más en la ruina y miseria, que sumerge a los cubanos.

Tras décadas de represión política y calamidad, una parte importante de los cubanos han iniciado una serie de protestas porque, literalmente, ya no tienen qué comer. No hay riqueza, el comunismo no la crea; y no se distribuye nada, porque aun suponiendo que dicha ideología la distribuyese mejor, que tampoco, no se puede distribuir algo que no existe.

Esa es la triste realidad que viven los cubanos desde hace muchísimos años, acrecentada durante estos días, a la espera de que termine para siempre ese régimen de ausencia de libertades e irrespeto a los derechos humanos que constituye el comunismo. Un total fracaso, que solo genera desgracia e indigencia en aquellos lugares en los que se aplica. Roba la libertad, sustrae la propiedad, desvalija el progreso, sobre todo, despoja ilusiones y almas. En su versión engañosamente potable llamada socialismo, es un saqueo exitoso.

La gran lección de Cuba

La gran lección de Cuba

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Fidel Castro tenía tantas formas de engañar
Ese hombre pasa frente al cartel y lee la frase de Fidel Castro. Con toda seguridad bajo la mascarilla habrá un rostro de indignación y también de esperanza de cambio verdadero

 

@periodistajcz

Hasta con consignas de ese tipo. Así aparece pintada en una pared de La Habana. ¿Qué es lo que dice? “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Ahí no hay más que una trampa. Pero venía de la boca o la pluma de Fidel Castro y había que leerla, aprenderla, repetirla. ¿Quién la cumplía? ¿Hasta dónde?

Carlos Andrés Pérez, cuando vio inevitable el triunfo de Hugo Chávez, le declaró a Marcel Granier que, en efecto, todo iba a cambiar en Venezuela, para peor. Pérez no se equivocó. No solo se profundizaron todos los males, sino que Chávez y el chavismo, Maduro y Cabello, y Fidel Castro y el poder cubano, destruyeron al país. Ya los Castro y el castrismo habían destruido Cuba. Quizá dirán que la destrucción es cumplir al pie de la letra la consigna del dictador, la frase que aparece en la foto. Pero en revolución, hay cosas que no cambian, y nunca cambiarán. La lista es larga. El control del poder. El disfrute del poder. La represión. El delito de conciencia. La falta de libertad de expresión. El hambre. La miseria. La incompetencia. El fracaso del modelo. El éxodo. El exilio. La muerte. Los asesinatos. La violación de los derechos humanos más elementales. En efecto, la consigna pregona el cambio permanente.

Pero la estructura del poder y los elementos que la hacen posible no cambian; y aun así, ellos, los que están arriba, siguen llamando revolución a lo que no es más que engaño, mentira, farsa; una idea trasnochada.

La gente por estos días le ha dicho a ese poder en Cuba, hay que cambiar. Ese hombre pasa frente al cartel y lee la frase. Con toda seguridad bajo la mascarilla habrá un rostro de indignación y también de esperanza de cambio verdadero.

Madrid, julio 19, 2021.

La Primavera cubana

La Primavera cubana

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Brian Fincheltub Jul 19, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La Primavera cubana
Celebrar la Primavera Cubana es celebrar el despertar de un pueblo que durante 62 años ha vivido sometido a la opresión y a la mentira

 

@BrianFincheltub

Para millones de venezolanos que hemos visto desaparecer nuestra democracia a manos del comunismo, la libertad es más que un valor universal, es una causa común que nos une con quienes luchan por ser libres. Con el pueblo cubano nos une mucho más que un ideal de libertad, nuestro devenir democrático como nación está atado al futuro de Cuba y no por voluntad nuestra, sino porque el chavismo así lo quiso cuando nos convirtieron en una colonia cubana.

Aunque un eventual cambio de régimen en Cuba no signifique necesariamente nuestra liberación inmediata, desde el propio momento que la dictadura castrista deje de existir, desde ese instante la estructura de vigilancia, persecución, tortura y control social del chavismo también se vendría abajo. 

Celebrar la Primavera Cubana es celebrar el despertar de un pueblo que durante 62 años ha vivido sometido a la opresión y a la mentira. Es también la prueba más fehaciente de que los países no se resignan a vivir esclavizados, humillados y con miedo. Cuando se pierde todo llega un momento en el que también se pierde el miedo y a los cubanos les han quitado tanto que el pasado 11 de julio, tal como dijo una mujer cubana en medio de las protestas, decidieron quitarse el ropaje del silencio. Una carga muy pesada que es imposible de soportar en dictadura.

Las protestas en Cuba también nos muestran cómo no hace falta haber vivido en democracia para defenderla.

Que miles de cubanos hayan salido a las calles gritando libertad, incluso sin conocerla, debe llenarnos de esperanza como venezolanos.

Personalmente, en Venezuela mi preocupación siempre ha sido que las nuevas generaciones, nacidas durante los últimos 22 años y que han crecido sin posibilidad de ver otra cosa, piensen que es posible llevar una vida “normal” con el chavismo; cuando no hay normalidad posible sin democracia ni libertad y mucho menos prosperidad bajo un sistema que trafica con el hambre y la miseria.

Aunque los regímenes castrista y chavista pretendan desaparecer toda forma de resistencia con cárcel, represión y muerte, no impedirán que llegue la primavera. Los cubanos y los venezolanos volveremos a ser libres y con nosotros el resto de Latinoamérica, ¡que finalmente podrá librarse de las conspiraciones de Cuba y Venezuela contra las democracias de la región!

¡¡¡¡Patria y vida!!!!

La gran lección de Cuba

La gran lección de Cuba

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Alejandro Armas Jul 16, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La gran lección de Cuba
No hay pueblos condenados a la resignación eterna. Esa es la gran lección que está dando Cuba. Prestemos atención

 

@AAAD25

Cuba, Cuba. ¿Cómo no escribir por estos días sobre la más grande de las Antillas? Para todo el que ame el Caribe, es duro no tener nada positivo que escribir sobre Cuba, aparte de los poemas de Virgilio Piñera, un dueto entre Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo, las pinturas de Wifredo Lam o los filmes de Tomás Gutiérrez Alea. Solo cultura, que la de la isla es riquísima. Pero aunque solo de pan no vive el hombre, tampoco de artes, y el pan es necesario al fin. Así como la libertad. Por eso, uno no puede sino lamentarse por la deplorable situación política y económica de Cuba, incluso desde esta otra trinchera donde, diría Ernst Jünger, se vive una tormenta de acero propia (pregunten nada más a los vecinos de la avenida Guzmán Blanco, mejor conocida como Cota 905).

Antes de que se le cambiara el nombre por razones de liturgia cristiana, los romanos llamaban al domingo dies Solis. Es decir, la jornada del Sol, consagrada al rey de los astros. Este domingo fue como si saliera el Sol en Cuba luego de una noche que duró muchas décadas. Un Sol como el de la carátula del disco Uprising, de Bob Marley & The Wailers, que emerge tras las montañas de la vecina Jamaica a la par del alzamiento del cantante en gesto de reclamo redentor.

Disculpen si tanta metáfora no es de su agrado. Pero es inevitable sentirse, pues… Inspirado ante las protestas políticas más grandes que Cuba ha experimentado desde el célebre Maleconazo de 1994. De hecho, pudiéramos decir que ya sobrepasaron en impacto a aquel evento. Como el nombre lo dice, en ese entonces las protestas se limitaron al corazón de La Habana. Además solo duraron un par de días. Al momento de redactar estas líneas, los sucesos contemporáneos de la isla acumulan cuatro jornadas y no se sabe cuándo o cómo acabará del todo. Y no se dan solo en la capital. Ha habido reportes de manifestaciones en Pinar del Río, Artemisa (¿he mencionado que me resulta fascinante una ciudad con nombre de diosa griega en pleno trópico caribeño?), Matanzas, Cienfuegos, Camagüey, Bayamo, Santiago de Cuba, Holguín, Guantánamo y otras localidades. El arco cubano está encendido de punta a punta.

Así como hay diferencias, hay similitudes. El Maleconazo estalló durante el “Período Especial” de los 90, tiempo de mucha precariedad económica (más de lo normal) debido a la desaparición súbita de la URSS, principal sostén financiero del castrismo por más de 30 años. El malestar económico se transformó en descontento político. Hoy, tampoco, al Estado cubano le dan las cuentas, y donde mandan los comunistas, precisamente debido a su odio a la propiedad privada, un Estado quebrado supone una sociedad desvalida.

Para empezar, el régimen chavista, que al despuntar el siglo XXI reemplazó a Moscú como generoso mecenas del socialismo revolucionario cubano, desde hace años redujo considerablemente sus aportes debido a su propio descalabro económico. Agreguen a eso el efecto de la pandemia de covid-19 sobre el turismo, importantísima fuente de moneda dura en la isla. Ah, y por supuesto, las chapuzas de un sistema de partido único que todavía ve las archirrefutadas tesis de Marx como el Santo Grial de la teoría económica. La gente que tomó las calles sabe quiénes son los culpables de sus cuitas y, al no poder deshacerse de ellos en la próxima elección como en una democracia, se manifiestan sobre el pavimento. Exigiendo libertad y un cambio de régimen.

Otro punto en común con el Maleconazo es la reacción de la elite gobernante. Fidel Castro acusó a Estados Unidos de estar detrás de las protestas de antaño, desestimó como “apátridas” a los descontentos y ordenó reprimirlos con puño de hierro. Su sucesor actual, Miguel Díaz-Canel, está desbaratando ipso facto cualquier esperanza de que fuera un Gorbachov. Es que ni llega a Kruschov rompiendo con lo más horrible de Stalin. Ahí están sus policías y civiles fanatizados intentando aplastar a porrazo limpio a los manifestantes, los cuales, en el discurso oficial, no son más que “contrarrevolucionarios al servicio del Tío Sam”, o ciudadanos confundidos y desinformados. Regímenes como el cubano en el mejor de los casos tratan a sus adversarios como tontos o lunáticos. En el peor, como criminales.

Esa criminalización no es solo retórica. De acuerdo con la periodista Yoani Sánchez, se calcula que, hasta este miércoles, alrededor de 5000 personas habían sido detenidas por las protestas. Las propias autoridades de La Habana han reconocido un muerto. A periodistas, locales o extranjeros, los están arrestando o agrediendo hasta dejarlos con el rostro ensangrentado. Hay videos de la conducta brutal de los represores. Esto es apenas una pequeña muestra de lo que sucede, porque para evitar que el mundo se entere, el gobierno cortó el acceso al internet. Así como a las personas se les prohíbe salir de la isla, lo mismo pasa con las imágenes incómodas. El asesinato de George Floyd en Estados Unidos desató un cataclismo porque todo el mundo lo pudo ver. Asimismo, la supresión desmedida, en ocasiones salvaje, de manifestaciones en Colombia y Chile quedó a la vista de la humanidad entera. Sin embargo, para los apologistas del castrismo, aquellas democracias son peores que Cuba.

Aprovecho que ya los mencioné para referirme a estos individuos con más detalle. Es increíble cómo, a estas alturas del siglo XXI, buena parte de la izquierda universal sigue empecinada en defender la Revolución cubana. Como si otros experimentos marxistas exentos de embargos estadounidenses no hubieran sido también fracasos económicos. Como si la imposición de un régimen de partido único fuera una decisión de Washington y no de los guerrilleros barbudos y sus herederos. Como si no hubiera una persecución descarnada contra políticos disidentes, activistas de derechos humanos y artistas críticos como los del Movimiento San Isidro. Antes, cuando el gobierno comunista hacía gala de su intolerancia con particular desparpajo (e.g. persiguiendo a homosexuales o apresando al poeta Heberto Padilla y sometiéndolo al degradante suplicio estalinista de la “autocrítica”), hasta una parejita de izquierdistas tan militantes como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir lo cuestionaron.

Los ñángaras de hoy ni eso. Sospecho que lo que los tiene tan descolocados y a la defensiva es que esto no es como en Bahía de Cochinos. No hay un factor foráneo.

Es el pueblo cubano exigiendo su libertad sin la intervención de terceros. No lo entienden ni lo soportan. Así que solo les queda señalar al elemento fantasmagórico del “bloqueo” como fuente de todo mal. O, peor, a tramas de la CIA que parecen sacadas de una copia mediocre de las novelas de John le Carré.

Por otro lado, hay personas en la izquierda que sí parecen haber despertado. Con demasiada demora y tal vez no las mejores palabras, pero están despiertos y admitiendo críticamente la realidad sobre Cuba. Tales son los casos de Rubén Blades y Residente, solo por nombrar a dos. Su mensaje es bienvenido.

No tengo idea de cómo va a terminar esto. Nadie puede garantizar que las protestas tendrán éxito. Subestimar la dureza del castrismo sería el colmo de la candidez. Pero pase lo que pase, estamos viendo algo histórico y, como dije al principio de este artículo, inspirador. Personas, algunas de ellas septuagenarias, que nunca han conocido la democracia, están clamando por ella. No hay pueblos condenados a la resignación eterna. Esa es la gran lección que está dando Cuba. Prestemos atención.

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Hasta ganando el castrismo pierde

El castrismo y su dictadura, extendida a Venezuela, se alimenta de fusiles y cadenas; la libertad del espíritu humano. Foto: fotograma del videoclip Patria y vida, de Yotuel.

@ArmandoMartini

Llegó la hora, pasó lo que tenía que pasar. Despertó la generación que dará al traste con la revolución castrista. Se acabó el romanticismo revolucionario. La mesa de la libertad está servida, a pesar de la complicidad internacional. Aunque a trompadas, palos, crueldad, armamento represor, venganza y tortura la afrenta castrista logre controlar la muy delicada situación, los que han estado saliendo a las calles de La Habana y otras ciudades para exigir libertad, democracia, son los jóvenes.

Sí, son los nacidos dentro de la revolución, vestidos, educados como admiradores del comunismo socialista castrista y la mentira de la piltrafa asesina del Che Guevara. Ellos marcarán un antes y un después. No son los veteranos del Escambray (donde encontraron refugio los aborígenes cubanos; los combatientes del Ejercito Mambí, luchadores por la independencia (1868-1898); o donde se albergaron guerrilleros del Movimiento 26 de julio, Directorio Revolucionario 13 de marzo y el Segundo Frente Nacional en su guerra contra el general Fulgencio Batista (1957-1958). Tampoco los melancólicos de la Cuba antes del 1959. Y menos aun los saboteadores enviados por el imperio estadounidense ni gringos de la CIA.

Son hijos, descendencias, retoños del perverso proceso castrista, sin sueños con incertidumbre, hambre, miseria y desesperación, los que rechazan “patria o muerte” y vitorean “Patria y vida”, los que no vivieron ni conocieron una Cuba anterior.

Video del tema Patria y vida, en el canal oficial Yotuel, en Youtube

Moceríos que no solicitan vacunas que el régimen les niega, aunque temerosos y angustiados, los jefes tiránicos aleguen esa exigencia como motivación y excusa. No solo están atacando patrullas de la temida y brutal policía, formada para reprimir, pidiendo mejores salarios o reivindicaciones. No se agrupan frente al hermoso e imponente Palacio del Congreso, memoria de un pasado diferente y testigo blanco de la infame sumisión esclavista, para exigir cambios de leyes y mejoras sociales.

Es mucho más grave, definitivo y retador. Es una sociedad germinada en el socialismo castrista, que levanta sus manos -y teléfonos celulares- para exigir con pasión y en justicia lo que la barbarie y crueldad comunista no puede darles: libertad.

Las juventudes herederas han entendido que en libertad todo es posible: la prosperidad y la derrota, lo bueno y malo, pero con derecho a elegir un futuro independiente, promisor. Han concientizado que el éxito social no se logra por halagar, adular, obedecer sin cuestionar al tirano. Y salen a la calle pese al temor de ser reprimidos o asesinados por policías uniformados y de civiles.

La libertad es un infinito que se lleva profundo en el espíritu. Nos convierte la vida en un reto personal y no como destino decidido por cretinos bufones asalariados. O por un imbécil dictador corrupto, sus testaferros, cómplices y represores. Eso es exactamente lo que ha comprendido e interpretado la sociedad cubana de hoy, que nació y creció en el deshonor del despotismo, en la infamia del fanatismo y en el oprobio del absolutismo.

Poco importa si lo aprendieron por comparación de familiares y amigos huidos al extranjero; si se enteraron por internet de que existe un mundo y futuro mejor, o si lo descubrieron por lo que cuentan los fugados de las delegaciones enviadas, en un esquema cuasiesclavista, a países en los cuales hay pobreza y dificultades. Pero los ciudadanos tienen libertad de acción y omisión. Lo único que interesa y cuenta es que lo saben, sienten, exigen, pretenden y, por ello, están dispuestos a poner la cara, asumir el riesgo y sacrificio para ser libres. Después de que obtengan libertad, escogerá cada uno su destino personal.

Eso es lo que ignoran o no logran comprender quienes están al tanto de cómo controlar los estultos burócratas enquistados, sin soberanía ni integridad, pervertidos en la sumisión y con los represores a sus órdenes. Esos que a cualquier petición solo saben responder como sus alumnos castro-maduristas, con reprimenda y salvajismo.

La libertad es siempre una emoción fuerte, potente, profunda, recia y apasionante. Puede que se contenga por un tiempo, pero jamás se olvida, es más honda y poderosa que la represión.

La dictadura se alimenta de fusiles y cadenas, la libertad del espíritu humano.

Por eso podría pasar que a tiros, golpes y carcelazos el régimen logre más o menos el control de las calles. Pero jamás podrá controlar la rebelión ciudadana en busca de libertad. En ninguna parte. Ni allá, ni aquí.

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Pocos años para destruir un país, 60 para explotarlo

@ArmandoMartini

Transcurren décadas de afrenta y deshonor en Cuba. De indignidad castrista porque por encima del comunismo, socialismo, marxismo leninismo, lo sucedido desde 1959 ha sido el perverso castrismo como pretexto y poder de los hermanos Castro (amigos y familiares favorecidos) como realidad. Antes de los sinvergüenzas Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida, Abel Santamaría, Huber Matos y otros, Cuba se destacó por ser la última colonia española en América. Pueblo esforzado, culto, que no se conformó regocijándose con deleites y facilidades tropicales, se propuso la construcción de su bienestar.

De azares políticos, fue ejemplo socio-económico. Incomprensiones de Estados Unidos que, desde la Segunda Guerra Mundial, descubrían que no solo eran formidables, sino un gran país. Nación rica e intensamente productiva, vencedora de beligerancias, uno de los cuatro líderes mundiales y, entre ellos, el más próspero.

La mirada de Estados Unidos

Han tenido que desfilar décadas para aquella valiente muchachada de los ejércitos que cruzaron Europa comandados por generales estrategas, decorosos y eficientes como George Patton, Dwight -Ike- Eisenhower entre otros, y los que fueron derrotando al poderoso, fanático y empeñoso Japón a lo largo del Pacífico, aprendieran las ventajas, pero también exigencias de ser líderes mundiales.

Pero por demasiado tiempo lo hicieron con ingenuidad y torpeza, incluso desconociendo la historia, para finalmente comprender que el liderazgo es prerrogativa, pero sobre todo compromiso. En lejanas épocas, mientras los estadounidenses observaban al Caribe como islotes y arrecifes en progreso de ser países como lugares de descanso, colmados de sol, curiosidades y huracanes, los cubanos transformaban su isla y nacionalidad en un empeño nacional de duro trabajo, emprendimiento y prosperidad.

Los años dorados de Cuba

A base de compromiso y faena se convirtieron en los primeros productores de azúcar, donde los “ingenios” azucareros fueron propiedad de los cubanos. Desarrollaron el puro -habano- de calidad y reputación insuperable; el excelente ron cubano -superado, años después, por los rones añejos venezolanos-. Crecieron plantaciones de caña de azúcar, producción, destilación de prestigio mundial, pero también la minería con níquel y cobalto. La cultura popular con la televisión se hizo guía, símbolo del espectáculo que reunía familias y se adueñaba del mundo después de la radio, la pedagogía con producción de excelentes libros de historia y geografía, entre otros temas.

Los cubanos de entonces desarrollaron la banca pública y privada para sostener emprendimientos agrícolas, industriales y comerciales. Rubros que fueron levantando con talento, empeño y sudor para hacer un país con proyección de liderazgo.

Aquella exitosa Cuba entre la independencia y equivocación terrible por la llegada comunista, tuvo incierta vida política. Mezcla de democracia y dictadura, plagada de sorpresas, suicidio ante las cámaras de Eduardo Chibás, y el ataque enloquecido de los Castro a las instalaciones militares. Allí donde fueron derrotados, pero también expuestos tanto al estupor como a la curiosidad de cubanos y latinoamericanos, que confundieron locura con valentía.

Los dictatoriales años 50

Fue una década de dictaduras militares en Latinoamérica. Trujillo en República Dominicana, Somoza en Nicaragua, Pérez Jiménez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, Juan Domingo y Evita Perón en Argentina, Alfredo Stroessner, en Paraguay. Animadas por el pretexto de salvar la patria del comunismo y la brutalidad de Stalin y Mao Tsé Tung.

En los sesenta la democracia ejemplar y duramente atacada fue la venezolana, cuyos errores y descuidos terminaron llevándola, tras cuarenta años de crecimiento social y económico, al desastre chavista.

Aquí no lograron profetizar el peor teniente coronel, tirano que encarcelaba demócratas y prometía prosperidad económica, prostitución y travesuras de la mafia, sería peor que un Fidel ávido, enfermo de gloria personal que encarcelaba y fusilaba a cuenta de la revolución.

El castrismo venezolano lleva ya 21 años engañando a pobres y necesitados, equivocándose, cambiando prosperidad y emprendimiento por férreo control social en manos de inútiles, inmorales e incompetentes.

La crisis del chavismo

La crisis del chavismo

Sin embargo, los tiempos son diferentes. Estados Unidos, con fallas y pedanterías, razona diferente. Ya no apoyan a tiranos fieles, comprenden que la democracia es la salvación. De allí, la desesperación castrista. Se dan cuenta de que han perdido la economía en beneficio de la corrupción, y el ciudadano no les profesa confianza ni respeto.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El castrismo y la alcahuetería latinoamericana

Fidel Castro y Hugo Chávez. Foto archivo Diario Las Américas (Interv. por N. Silva / Runrunes)

@BrianFincheltub

La relación de Latinoamérica con el régimen castrista ha sido históricamente una relación de contradicciones. El mejor ejemplo de ello es lo que sucede siempre que toca evaluar el estado de la democracia en la región. Para desdicha de los cubanos, Cuba pareciera constituir un caso especial; uno donde reina el doble rasero, la hipocresía y la complicidad. La posición de Latinoamérica respecto a Cuba pasó, con el transcurrir del tiempo, de la tímida condena a la admiración. Admiración no solo por el líder histórico que pudo confrontar a la principal potencia mundial a tan solo unas cuentas millas de distancia, sino por el sistema que este edificó en medio del muy cacareado “bloqueo económico”.

Detrás de la construcción épica y el relato propagandístico, queda relegada la realidad de un pueblo que ha vivido oprimido por más de sesenta años.

Poco o nada se habla de innumerables violaciones a los derechos humanos que han vivido y siguen viviendo diariamente los cubanos, un país cuya existencia parece condenada de manera indefinida al atraso y al olvido de un continente que, salvo honrosas excepciones, prefirió tenderle alfombra roja al dictador antes que condenar sus desmanes.

Para algunos presidentes latinoamericanos, la figura de Fidel Castro representaba la figura del hermano mayor rebelde con el que decidían juntarse cuando necesitaban llamar la atención de los Estados Unidos. Aunque estos presidentes creían que utilizaban a Castro en su juego de geopolítica infantil, la realidad es que eran ellos los utilizados.

El castrismo supo aprovechar cada una de las puertas que se le abrían en la región para expandir su proyecto ideológico y formar cuadros políticos capaces de responderle directamente.

Un replanteamiento de la estrategia intervencionista de la isla tras el fracaso de los movimientos insurrecciónales, financiados durante la década de los sesenta y los setenta por Fidel Castro.

De allí que el devenir de los venezolanos hoy dependa de lo que pase con Cuba. Aquí también se le recibió con honores, por cierto, mucho antes que lo hiciera Chávez. Las consecuencias las estamos viviendo. Nunca antes nuestra historia estuvo tan atada a la de otro país y aunque en esta última etapa hemos contado con la solidaridad de muchas naciones, falta más determinación de parte de algunos. Es complejo pero a la vez sencillo, la verdad es que nada cambiará sin que se decida antes desde Cuba.

No somos más que rehenes de un sistema que no dejará de expandirse; todo lo contrario, que aspira a recuperar, a través de las oportunidades que le permite la democracia, los espacios que ha ido perdiendo en la región.

Frente a esta avanzada no hay respuesta común, muchos siguen pensando que es posible convivir con dictaduras sin que eso amenace a sus democracias. Si alguien quiere confirmar lo contrario, solo tiene que mirar al norte del sur.

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