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#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana | Jefe de la DISIP cuenta el largo camino al poder de la izquierda en Venezuela (IV)
Para Arpag Bango Stagel, exjefe de la DISIP, la subversión marxista en Venezuela se extendió hasta los 80. Esa afirmación es clave para entender los lazos entre aquel proceso y el que se inició en 1992

 

A Luis Aché, Rafael Rattia, Luis Belisario y Darío Dizaccomo, dedico

@YsaacLpez

Arpad Bango Stagel. La subversión marxista en Venezuela 1959-1984. Sde.

Entender al otro, al malo de una historia que conocí desde la adolescencia. El relato del antihéroe, el instrumento del poder para mantenerse. El esbirro capaz de las peores atrocidades, de la tortura y de la vejación. Los que mataron a Chema Saher, los que torturaron a Rafael Guerra Ramos o a Alirio Chirinos. Aquellos frente a los cuales Segundo Meléndez confrontó su aguante ante el dolor.

¿Cómo asumir la piel de los descritos como bestias sin humanidad? Ángel Raúl Guevara (Los cachorros del Pentágono. Caracas, Fondo Editorial Salvador de Plaza, 1973) señala a los torturadores en la Digepol de Coro y en el Teatro de Operaciones de Cabure en la década del sesenta: Domingo Ruiz, Juan Brito, Tico Loaiza, Armelino Jiménez, Rafael Castillo, Joaquín Algarray, Adam Esser Zavarse, Bernardo Rigores, García Gimón… No he visto videos sobre ellos, no he escuchado su versión de aquellos hechos, ni la defensa de su actuación. Son también ellos padres de la democracia. ¿No colaboraron a mantener el sistema frente a las arremetidas de la subversión de izquierda? Una democracia hecha también de atrocidades, atropellos, bestialidades y terror. La violencia política que nos marca desde siempre.

Para muchos de quienes estudiamos la lucha armada venezolana, implementada por sectores políticos de filiación marxista, su ciclo se cierra en 1969-70 con la política de pacificación implementada por el gobierno del socialcristiano Rafael Caldera (1969-1973). El título que ahora revisamos niega ese fundamento.

Para su autor la subversión marxista en Venezuela se extendió por lo menos hasta la mitad de la década de los ochenta. Y esa afirmación es de importancia para entender los lazos entre aquel proceso y el que se inició a partir de 1992 y dura hasta hoy.

Establecido ha quedado que para 1983, a través de la mediación de profesores universitarios y viejos militantes de izquierda, se produjo el encuentro entre antiguos guerrilleros siempre en plan conspirativo como Douglas Bravo, Francisco Prada y Klever Ramírez con jóvenes oficiales del ejército como William Izarra, Hugo Chávez, Francisco Arias Cárdenas y Francisco Visconti. (Garrido, 2000: 12 y 15; Garrido, 2002:17) Así que la visión de los cuerpos de inteligencia parece acertada: la subversión siguió andando más allá de 1970

Si bien la estrategia realizada por Caldera, para incorporar a los alzados a la vida democrática, logró que un amplio contingente del espectro se acogiera a las normativas del sistema, el proceso provocó la irrupción de dos izquierdas: la de Moleiro, Martín, Petkoff, Márquez, Maneiro, Velásquez… fundó partidos, movimientos, sindicatos y grupos estudiantiles, participó en elecciones, tuvo diputados, concejales, y luego también gobernadores; la otra escogió vías distintas: el radicalismo universitario, agrupación en comandos para tareas de desestabilización, acciones clandestinas de sabotaje, actividades de “apropiación revolucionaria de bienes”, o “retención de individuos con fines revolucionarios”.

Es decir, esos fueron los caminos tomados por la izquierda legal democrática y por la ultraizquierda, que así se les llamó en el discurso político del país.

Sobre ambas continuó el seguimiento de los cuerpos de seguridad. Lo muestra este trabajo de Arpag Bango dividido en catorce capítulos y constituido en su generalidad por diversos materiales de los cuales no se especifica la procedencia, pero que evidencian ser retazos de informes policiales, fichas de combatientes, expedientes de casos, y documentos decomisados de los archivos de grupos insurgentes, adicionados con comentarios del autor.

Arpad Bango Stagel fue encargado de la Dirección de Seguridad e Inteligencia Policial (DISIP) en la década de los años setenta, así que tuvo acceso privilegiado a archivos y testimonios. Esta es la mirada del enemigo principal de la subversión de izquierda en Venezuela, del encargado de descubrirla y eliminarla para el resguardo del Estado nacional.

Su texto se divide en: 1. El viraje táctico; 2. El peligro del viraje táctico; 3. Antecedentes de la subversión; 4. Influencia de Cuba 1959-1982; 5. Grupos activos para los años 1970-1979. Acciones destacadas; 6. Subversión para el año 1980. Análisis; 7. Subversión para el año 1981. Análisis; 8. Partidos, organizaciones y movimientos de izquierda radical y ultraizquierda en plena vigencia para los años 1982-1983; 9. Bandera Roja; 10. El penúltimo zarpazo; 11. Secuestros políticos; 12. Fugas de procesados militares; 13. Balance y perspectivas de la capacidad operativa y organizativa de los grupos subversivos y organizaciones radicales inspiradas en la ideología marxista-leninista; y 14. Conexiones de atracadores y traficantes de drogas con la subversión comunista. Aunque el título señale otra cosa, los sucesos que se exponen son en su mayoría aquellos desarrollados por la ultraizquierda venezolana entre 1970 y 1982.

Es una “relación de hechos”, la cual parte de lo que sectores de izquierda radical establecieron como “Viraje táctico” dentro de la concepción de “guerra popular prolongada”, instaurada luego de la derrota y claudicación general de la violencia de los sesenta.

Una estrategia, según el autor, que ampliaba la lucha no solo al empleo de armas sino también a diferentes frentes de acción sin descartar la actividad guerrillera, y sobre todo el reclutamiento del recurso humano para sacar “provecho casi cotidiano de las contradicciones surgidas de situaciones de injusticia social o de cualquier otro tipo, para mantener montado y engrasado un engranaje que llegado el momento le permitirán lanzarse a un asalto final y demoledor contra los baluartes de la democracia.” (p. 1).

Arpag Bango Stagel señala el surgimiento bajo esa estrategia de organizaciones de todo tipo: de promoción cultural o literaria, organización obrera y estudiantil, discusión política, comités por el control de precios de productos de primera necesidad, reivindicaciones ambientalistas o luchas por los derechos humanos. Todas fachadas de la empresa subversiva en Venezuela.

Parte el autor de señalar que no debe concebirse la subversión solo en el sentido militar, sino se deben tomarse en cuenta también aspectos políticos, organizativos y de movilización de masas.

El inspector indica se deben buscarse aquellas actuaciones más allá de la espectacularidad, las tomas, asaltos, secuestros. El discurso de Bango Stagel no es estrictamente técnico-policial o político-estratégico-militar; es más bien demagógico político, pero con basamento en las técnicas policiales y con un manejo de fuentes privilegiadas.

Las organizaciones fundamentales de las cuales se sigue aquí la actuación son lo que se ha llamado Partido de la Revolución Venezolana – Frente de Liberación Nacional – Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (PRV-FLN-FALN), estructura que representaba el empeño de Douglas Bravo y su gente por seguir en la vía armada de la toma del poder, luego de la escisión del Partido Comunista en 1966 y del rompimiento con Fidel Castro en 1969 y que es la que formula el planteamiento del “Viraje táctico”; y las divisiones del MIR nominadas Bandera Roja y Organización de Revolucionarios (OR), más sus diversas subdivisiones.

En el caso de Bandera Roja, su dirigencia estaba conformada por Gabriel Puerta Aponte, Carlos Betancourt, y Américo Silva; y la Liga Socialista la integraba una dirigencia constituida por Julio Escalona, Marcos Gómez, Jorge Rodríguez y David Nieves, entre otros.

Pero esos no fueron los únicos grupos que realizaron acciones subversivas entre 1970 y 1982. También hace este texto una exhaustiva lista con eventos de otras organizaciones.

Los cuerpos de seguridad llevaban un seguimiento a cualquier actividad que consideraran se inscribía en la estrategia de la izquierda de subvertir el orden destruyendo el Estado y el régimen democrático.

La DISIP encuentra esa intención lo mismo en la promoción cultural del grupo cultural Samba, del Instituto Pedagógico de Caracas, que en los comités de los sin cupo en Mérida; en el Congreso Cultural de Cabimas de 1970 que en el secuestro del industrial norteamericano William F. Niehouse en 1976. Asimismo en colectivos como el Movimiento de los Poderes Creadores del Pueblo Aquiles Nazoa y la Confederación de Grupos de Trabajadores de la Cultura Popular. (p. 91).

La acción desestabilizadora se manifestaba, a decir del policía, en jornadas publicitarias, paros, detenciones de tráfico, actos de solidaridad, disturbios estudiantiles, secuestros y extorsión de ganaderos, colocación de explosivos, emboscadas al ejército, protestas por alzas del pasaje, encuentros de obreros, atracos a bancos, raptos de funcionarios de embajadas, actos magisteriales, lanzamiento de volantes, recolección de fondos para campaña de alfabetización en Nicaragua, invasión de viviendas, protestas de estudiantes de educación secundaria, encuentros de pescadores, protestas en defensa del golfo de Venezuela, secuestros de vehículos, grupos culturales, campañas ecologistas, edición de periódicos, y jornadas en defensa del patrimonio arquitectónico, entre muchas otras que conforman el catálogo de actividades que la DISIP seguía como subversión marxista.

Comenta Arpad Bango cómo en muchas de esas actividades desarrolladas en universidades públicas o en centros culturales de barrios, pueblos o ciudades se seguía defendiendo para 1982 “la validez de la línea guerrillera, es decir, la tesis de la toma del poder mediante las armas.” (pp. 146, 156). Se advierte de esta lectura que los cuerpos de seguridad venezolanos no menospreciaron en las décadas posteriores a «la pacificación de Caldera» las acciones de los grupos de izquierda legal o radical, ni aquellos que pudieran considerarse como tales. Lo que hace comprender el fin de las últimas acciones guerrilleras con los sucesos de Cantaura de octubre de 1982.

El autor describe la línea política, organizativa y militar del “Viraje Táctico” (pp. 1-12); después realiza una síntesis de la lucha armada de la década del sesenta (pp. 20-25); expone la influencia y patrocinio cubano entre 1959 y 1982 (pp. 25-42); y las acciones destacadas de los grupos rebeldes entre 1970 y 1982 (pp. 43-237); para terminar con el balance y perspectiva operativa de los grupos y sus conexiones con actividades de atraco y tráfico de drogas.

Los títulos de los capítulos son forzados, no hay levantamiento de hechos, ni análisis de los mismos, más allá de una persistente critica al accionar de los grupos subversivos. El autor además de atribuir el fracaso militar de la subversión a “la eficaz acción de los organismos de seguridad, especialmente a la DISIP”, refiere que también fue parte del repliegue acordado en “la línea de masas” prevista en el “Viraje táctico”, por lo cual los recursos mayoritarios de la izquierda radical se dirigieron a planes de agitación, adoctrinamiento y propaganda en fábricas, centros de educación superior y universitaria y barrios populares “para crear una base social masiva que permitiera llegar a la insurrección popular”(p. 239). Acción que se encontraría en pleno desarrollo para 1982.

Interesante el señalamiento, el cual habría que corroborar con investigaciones en los sectores populares del país que advirtieran una importante politización y estructuras significativas de organización para finales de la década de los ochenta y la entrada de los noventa.

Llama la atención que tan destacada vigilancia y seguimiento a la izquierda marxista venezolana no lograra detectar la conexión de miembros radicales de la misma con logias conspirativas de las Fuerzas Armadas a inicios de los años ochenta. Actividades que se hacían al parecer sin mucho recato. Nada de eso dice este trabajo.

Lamentablemente no tenemos los datos de imprenta del libro del exjefe de la DISIP, cuya copia poseemos gracias a la generosidad del profesor Guillermo Matera.

Es este libro de Arpag Bango un material de principal importancia en el estudio de la lucha armada y de los sectores de izquierda en Venezuela. Material que hay que revisar con pericia y crítica, pues muchas de sus informaciones y elaboraciones son evidentemente supuestos e hipótesis de la DISIP, algunas de las cuales no se verificaron, y que aquí tampoco se hace por no tratarse de un verdadero estudio o análisis de la lucha antisubversiva.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida

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