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Nestor Kirshner

Foro de Sao Paulo: Una franquicia quebrada por José Toro Hardy

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En 1990 nace el Foro de Sao Paulo constituido por un grupo de partidos comunistas y movimientos de la izquierda latinoamericana. El protagonismo lo asumen Fidel Castro y Lula, para entonces cabeza del Partido de los Trabajadores de Brasil. Imperaba en ellos una marcada frustración ante la caída del Muro de Berlín en 1989, el derrumbe de la Cortina de Hierro, el fin del comunismo y la desintegración de la URSS que privaba a Cuba de ayuda soviética y la hundía aún más en el llamado «período especial».

Los años anteriores -los 80- habían sido considerados como «la década pérdida» para la América Latina en la cual se produjo un empobrecimiento general. Como reacción surgieron en los 90 gobiernos neoliberales que supieron enfrentar con éxito los problemas económicos pero con muy pobres resultados en materia social.

Esa debilidad fue capitalizada por los integrantes del Foro de Sao Paulo que, comenzando el Siglo XXI, alcanzan éxitos políticos resonantes. El primero fue el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela, seguido por Lula en Brasil,  Nestor Kirshner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay y otros. La franquicia del Foro de Sao Paulo se extendió desde Centro América hasta la Patagonia.

 

¿Qué explica tal victoria?

A partir del año 2000 surge un aumento sin precedentes en el precio de las materias primas como el petróleo, el gas, el oro, la plata, el cobre, el estaño, el trigo, la soya y muchos otros minerales y productos agrícolas que exporta Latinoamérica. El fenómeno se conoció como un «superciclo de commodities». Esa fue la verdadera razón del éxito del Foro de Sao Paulo y también el secreto tras figuras como las de Chávez, Lula, Kirshner, Morales y Correa .

Líderes como los antes mencionados se creyeron semidioses, cayeron en la tentación del populismo y en muchos casos desperdiciaron inmensas oportunidades para sus naciones. Ahora el fenómeno se revierte y el precio de las materias primas se está desmoronando.

En casi todos los países bajo la sombra del Foro de Sao Paulo han estallado graves casos de corrupción que atañen a sus líderes y en muchos casos a sus familiares. Todos fueron arrastrados –tomando la frase de Bolívar- ¨como una brizna de paja en el viento¨ por la avalancha de recursos fáciles. Pero ahora esos mismos vientos han cambiado de rumbo y los están arrastrando, pero hacia abajo.

Hombres como Chávez no entendieron sus propias limitaciones, creyeron que todo el mérito provenía de su propio genio, que podría disponer de los asuntos  y recursos públicos a su real saber y entender y que su suerte duraría para siempre, destruyó las instituciones de su país y sumió a su pueblo en una pobreza mayor a la que antes padecían.

Veamos el caso Brasil. Dilma Rousseff, después de haber saboreado las mieles del triunfo ve ahora mermada su popularidad hasta niveles insostenibles (apenas 9%). Cada vez más se ve amenazada por un impeachment. Su mentor, Lula, lucha desesperadamente para mantenerse al margen de las increíbles corruptelas que albergó su gobierno y que ya se han llevado por delante a las figuras más importantes de su gabinete.

Tal era la fuerza del peronismo que en Argentina -aún en medio de un default y de cuentas públicas más que dudosas- el kirshnerismo pensó que podía imponer su propio candidato. Sus esperanzas se disiparon en la primera vuelta. Macri luce vencedor en las elecciones del 22 de noviembre. Por ahora las encuestas le dan más de 9 puntos de ventaja.

En Bolivia vemos a un Evo que no puede seguir aspirando a una reelección indefinida y que, frente a la caída del precio del estaño y otras materias primas, está condenado a seguir el camino de sus colegas.

Bachelet en Chile enfrenta similares problemas con el cobre y con su hijo. Fernando Lugo, del Paraguay, ya se fue.

A pesar de lo que puedan pensar los ciudadanos dentro de cada uno de los países mencionados, no son solamente sus problemas políticos internos, por graves que estos luzcan, los que marcan la pauta. Hay un incontenible efecto dominó que se está llevando por delante un estilo de política que nació con el Foro de Sao Paulo.

Le toca ahora a Venezuela. La devastadora carta de Almagro -Secretario General de la OEA-, las declaraciones de la Conferencia Episcopal, los planteamientos de 35 ex presidentes iberoamericanos, muchos ex Jefes de Estado del mundo, Premios Nobel de la Paz, organizaciones de DDHH, 157 congresistas de varios países así como varios parlamentos, la ONU, la Unión Europea, autoridades electorales de países como Brasil y Uruguay, reclaman en forma unánime la libertad de más de 80 presos políticos, condiciones electorales justas y observación internacional el 6D.

Mientras tanto, Venezuela se hunde con la caída de los precios del petróleo y la pésima administración a manos del gobierno más populista e ineficiente que hayamos tenido. La visión “endógena y miope¨ de los chavistas les hace creer que no importa lo que piense el mundo, ellos tienen sus propios “mecanismos” para conservar el poder. La realidad es que ya no hay forma de impedir un cambio y este ocurrirá independientemente de lo que ocurra el 6D. Asombrosos casos de corrupción y drogas tienen conmocionada a la sociedad, mientras la escasez, la inflación, la inseguridad, la contracción económica, la destrucción de valores, la pérdida de equilibrio de los Poderes Públicos, el malestar contenido en la sociedad y también en las FAN y dentro de las propias filas oficialista, constituyen una mezcla implosiva en medio de una tendencia de deslave continental que está arrastrando «down the drain» a los países que venían actuando bajo la quebrada «franquicia» del Foro de Sao Paulo.

 

@josetorohardy

petoha@gmail.com