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Pueblo pobre, pobre pueblo por Francisco J. Quevedo

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Un pueblo que –aún con cifras oficiales– refleje indicadores de pobreza sobre el 48% y donde la clase media y pudiente no alcance a ser 20%  es un pueblo pobre. Y un país donde –de nuevo, con cifras oficiales– 60% de los trabajadores si acaso cuenta con 6° grado de educación primaria no puede sino llamarse un pobre pueblo.

¿Cómo se levanta un mercado próspero con una población que devenga si acaso US$ 60 mensuales en promedio? ¿Qué puede comprar un pueblo pobre, si es que no hace tres horas de cola por un kilo de queso regulado o dos litros de leche? ¿Y cómo se levanta un país con una fuerza de trabajo que mayoritariamente no sabría leer un Manual de Instrucciones Técnicas, tanto menos comprender de procesos y protocolos? ¿Cómo se desarrolla la economía sobre los hombros de un pobre pueblo?

Que el venezolano es un pueblo pobre lo revelan las cifras del INE (quizás por eso destituyeron a su Presidente en días pasados, por publicar verdades). El porcentaje de hogares venezolanos que vive en situación de pobreza pasó de 21,2%, a finales de 2012, a 27,3% en 2013 que representaría 1,79 millones de pobres más, informó el organismo estatal en su página de internet. Y no podemos sino esperar un grave empeoramiento cuando se publique la data de 2014, cuando la inflación oficial, repetimos, alcanzó sobre 68% y el desabastecimiento de algunos rubros tan elementales como la leche y las medicinas superó 80%. El indicador de pobreza extrema también se incrementó, dicen las estadísticas del Estado, al pasar de 7,1% en 2012 al 9,8% en 2013, lo que equivale a unas 733.000 personas más en marginalidad, con ingresos que no alcanzan niveles de subsistencia. No menos de tres millones de venezolanos se acuesta con el estómago vacío a diario. Pero, “con hambre y sin empleo…” dicen.

La crisis económica que enfrenta Venezuela, dominada por una desbordada inflación y un desabastecimiento atroz, golpeó con mayor intensidad a los sectores más vulnerables del país e hizo que los hogares en condición de pobreza por ingreso llegaran a 48,4%, reveló un estudio nacional que realizaron en 2014 de forma conjunta las casas de estudios UCABUCV y la USB. Y es que las cifras del INE revelaban que el ingreso promedio del venezolano se ubicaba en Bs. 9 mil mensuales en Abril de 2014. Hoy, al dólar Simadi, el salario mínimo más bono alimentario que el Presidente Maduro vende como “el más alto de América Latina”, alcanza apenas US$ 41 mensuales, eso es US$ 1,40 por día, ubicándonos a niveles de Cuba y países africanos como Somalia.

¿Cómo se puede llamar a un pueblo donde solo 25% de los hogares tenga carro? El último Informe Semestral del INE indicaba que 77,88% de los hogares no consume leche líquida completa. Sea por desabastecimiento o por falta de real para comprar comida, este pobre pueblo no se alimenta bien. Aunque nos quieran vender nuevas formas de calcular el bienestar social en función del alcance de las misiones, esas donde el populacho hace cola por un paquete de pañales o marcha por la ilusión de algún día recibir una vivienda digna, “la calidad de vida del venezolano no tiene la calidad debida”, como dijo el maestro Zapata. El tercermundismo nos arrolla.

Que el venezolano es un pobre pueblo lo ratifican las mismas cifras del INE que indican que 60% de nuestra fuerza laboral, léase bien, casi dos de cada tres trabajadores apenas cuenta con  grado de educación primaria, siendo analfabetas al menos 5,3% de ellos, sin considerar el analfabetismo funcional de tanto obrero que no sabe leer más allá de los titulares del periódico Vea. Un reportaje en NotiGlobo, basado en cifras oficiales, revelaba que el sector informal de la economía creció recientemente para alcanzar el 65% de la fuerza laboral. Nuevamente, dos de cada tres trabajadores viven “matando tigres”. Ante lo anterior, resulta lógico. Como la leche y el café, oportunidades de empleo no hay…

Pero lo más triste son las decisiones políticas de ese pueblo, y sus actitudes sociales y morales que todavía llevan a muchos a apoyar un gobierno que quizás los ilusione pero los humilla, que los empobrece, que los somete a los niveles de criminalidad más elevados del mundo y a una corrupción que les roba el futuro. Lamentablemente, este pobre pueblo se consume en su envidia, culpando a otros por todos sus males, carencias y dolencias, como le han enseñado.

Por las evidencias se concluye que un pueblo pobre y resentido nunca hará patria.

 

@qppasociados

Ene 08, 2015 | Actualizado hace 9 años
Nuevo año por Francisco José Virtuoso Sj

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Inicia el nuevo año 2015. El horizonte sigue ahora más cargado de incertidumbre y malestar. Si al menos la «renovación» de los poderes públicos, acelerada al final del año pasado, hubiera sido tal, contaríamos hoy con un espacio importante para procesar conflictos y construir acuerdos. Si los principios básicos de independencia y autonomía de los poderes públicos, establecidos en nuestra Constitución, hubieran prevalecido para el nombramiento de los cargos vencidos en el Consejo Nacional Electoral, en los órganos del Poder Ciudadano y en el Tribunal Supremo, habríamos abierto las puertas al nuevo año con la esperanza de una mayor capacidad política para enfrentar el cuestionado rumbo que lleva el Estado bajo las riendas de la elite dominante en el poder.

Este año será muy duro para todos, y de manera especial para los más pobres. Con unos precios petroleros tan bajos es imposible pensar que el Estado podrá importar alimentos y medicinas a bajo costo. Con un mercado interno tan draconianamente controlado y sin garantías de riesgo es impensable que contemos con inversión privada nacional y extranjera que favorezca la creación de empleos y la producción nacional de riqueza. Tampoco la racionalidad económica vigente nos ofrece garantías frente a los riesgos de hiperinflación.

El reto múltiple de este año es corregir nuestra economía, garantizar bienestar social a los más desfavorecidos, retener la huida masiva de talentos profesionales, brindar condiciones justas a la inversión privada que aún existe en el país y favorecer una amplia participación de todos los venezolanos, libre y plural, para que los conflictos se encaminen adecuadamente hacia posibles acuerdos.

El sector oficialista en control del Estado pretende imponer su visión sobre cómo manejar la crisis global que vive el país. La gran mayoría, según dicen los estudios de opinión, está en desacuerdo con ello, tanto en los contenidos como en los mecanismos que se imponen para ejecutar esa visión. En todos los sectores sociales hay descontento, basta con acercarse para escucharlo a viva voz. Solo la sordera lo impide.

Al mismo tiempo, en la sociedad venezolana hay recursos y muchas fuerzas expresadas en organizaciones sociales, instituciones, empresas, partidos políticos, medios de comunicación, etc., que quieren brindar su aporte específico para que el país no se hunda. Aporte que significa crítica y autocrítica, cooperación con iniciativas, defensa de los derechos fundamentales, creación de alianzas. Esta fuerza constructiva tiene que ser capaz de encontrarse para obligar al Estado, de acuerdo con la Constitución, a ponerse al servicio de toda la sociedad y no sólo a favor de una parcialidad, que cada vez es más reducida en el espectro político, aunque el número de dependientes del Estado engañe.

Este año 2015 hay una gran oportunidad que no se puede desperdiciar. Las elecciones para la renovación de la Asamblea Nacional deberían marcar el interés de todos los venezolanos, más allá de los actores políticos directamente involucrados. Es una oportunidad demasiado importante para dejársela solo a los partidos políticos. No nos distraigamos.