Foto: Despacho Presidencia @DPresidencia
La colombiana y la venezolana están separadas por una frontera común, por 12 años de diferencia, por apenas dos centímetros en la cima del salto triple y por un mismo objetivo: el oro en Rio 2016. Son muchas más las coincidencias entre ellas que las diferencias que las separan
Eumar Esaá
@eumaresaa
Geográficamente, ambas surgen del norte de Sudamérica, de dos países que ahora tienen una frontera cerrada, Colombia y Venezuela. Deportivamente, están también en la parte alta de la clasificación del triple salto, y se acercan más y más. En Rio 2016, medallas en el triple salto horizontal pueden quedar en manos del dúo Caterine Ibargüen (COL) y Yulimar Rojas (VEN), que está en curva ascendente.
La colombiana, que en junio 2016 llegó a 34 pruebas corridas sin perder al triunfar en el Diamond League de Roma, venciendo a la campeona olímpica de Kajakistan Olga Rypakova, ahora va por la medalla oro en Rio, pero poco atrás tiene a la venezolana Rojas, quien casi la derrota en el evento en Doha. La colombiana saltó 15,04 metros, mejor marca del 2016, y con 15.02 está Rojas. (record es 15,50 de Inessa Kravets [UKR]). La venezolana de 20 años obtuvo la primer campeonato mundial en atletismo de la historia de su país al ganar en el mundial bajo techo en Portland con 14,41m.
“Considero que ahora soy la menos mala. Nunca me he considerado la mejor, pero los resultados nos han dicho todo, y sé que voy a llegar como una de las favoritas”, declaró Ibargüen a EFE.
Ibargüen, nacida y criada en la región bananera de Urabá (Apartadó) se vio separada de sus padres, como consecuencia del conflicto armado en Colombia. Su padre William se estableció en Venezuela, la madre Francisca se marchó a trabajar como cocinera en una mina de oro en Antióquia y la pequeña Caterine vivió una vida de desplazada, hija de dos desplazados, a cargo de su abuela Ayola, que se las ingeniaba para levantar a la futura campeona y su hermano.
Yulimar, nacida en Caracas pero criada en el barrio de Pozuelos, a orillas del mar Caribe en Puerto La Cruz, también creció separada de su padre, que la abandonó antes de que ella pudiera retener algún rasgo de su rostro. En busca de un mejor futuro, su madre se fue a oriente, y Yulimar creció en un precario “ranchito” de ladrillos desnudos y láminas de zinc en lugar de techo, que se estremecía cuando llovía y hacía temer que rodaría cerro abajo con el próximo rayo.
Miedo a las balas una, miedo a la lluvia la otra. Las dos máximas favoritas al podio olímpico del salto triple saben lo que es la pobreza, la necesidad y el desamparo, pero también saben lo que es la redención, porque ambas han transitado caminos similares.
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