Memoria y Cuenta por Laureano Márquez
S erá que nunca nadie le ha dicho que esto de la “memoria y cuenta” no hay que tomarlo en sentido literal.
Memoria es aquello que me viene del pasado: “…me acuerdo que estaba yo chiquitico, carajito allá en Sabaneta y mi abuela me mandaba a vender arañitas… A cuatro por bolívar vendía yo la arañita… ¿a cómo están ahora, Rafael?…
¿Pdvsa no vende arañitas?… chico, hay que vender arañitas, vale”.
Y cuenta: “…bueno, te cuento… era una noche de luna llena, ¿ah?, yo era teniente, estaba yo Capanaparo adentro vale, habíamos acampado para pasar la noche, cuando de repente, se oye La Sayona… siiiiiii… La Sayona, compadre… Ahhh pues, La Sayona existe… ¿verdad, Giordani? A Giordani le salió La Sayona una vez, por eso es que se le puso el pelo blanco… a la 1 apareció La Sayona”. En cada cuento siem- pre hay algo que se deja de contar. Contar, como gobernar, es también establecer prioridades. Toda cara tiene su sello. Con razón decía Martín Fierro que “saber olvidar lo malo también es tener memoria”.
Es probable, pues, que como en otras oportunidades, a los verdaderos problemas del país les toque un evasivo olvido.
Al fin y al cabo, él no está allí para esas minucias de carreteras construidas, datos, cifras y enumeración, sino para la historia, para ser él para representarse a sí mismo. No hace falta ser adivino para saber de qué se hablará hoy. Buena parte del discurso tendrá que dedicarse al imperio y sus atrocidades, saludar a Fidel y agradecerle. Seguramente habrá canciones, anécdotas, planes para el futuro, para un futuro que ya se volvió pasado.
Habrá que desconcertar, como siempre.
Alguna vez nos dijo que él se manejaba en política de la misma manera que jugaba dominó: “suicidísticamente”, es decir con jugadas tan absurdas que terminaban confundiendo a todo el mundo, amigos y rivales, acerca de su juego, induciéndoles al error para derrotarles. Este estilo suicidístico parece haberle funcionado, pero todo se agota. Algún día la gente querrá conocer una verdadera memoria y cuenta que haga un balance de la marcha del país y dejar de escuchar el repetitivo cuento del “gallo pelón”.
Me vine a la memoria un cuento de Churchill: una vez un periodista le preguntó que cuánto tardaba en preparar un discurso de cinco minutos y él dijo que tres días. El periodista repreguntó por un discurso de media hora y el político inglés dijo que quizá un día sería suficiente. El periodista insistió y preguntó por el tiempo que le tomaba hacer un discurso de tres horas y Churchill remató: “si quiere se lo comienzo ya”.
Ojalá que este año no perdamos la memoria y llevemos la cuenta de que son 13 años… 13 años de la misma vaina, del mismo discurso y los mismos cuentos.
Para los gringos el 13 es un número pavoso y si es viernes 13, peor. Yo espero que este año 2012, que es el año del fin del mundo, según los mayas, los venezolanos nos sacudamos esta pava ciriaca, para al menos despedirnos del mundo con un gobierno mejor.