¡¿Qué pasa, Venezuela?!, por Francisco J. Quevedo

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La gente se pregunta, con todo lo que está pasando, ante tanto abuso y sufrimiento: «¿Cómo es que el pueblo no reacciona como el paraguayo?»

Políticamente, estamos anulados: nos quitaron la mayoría parlamentaria absoluta, y no reaccionamos; apresaron a muchos de nuestros líderes políticos; nos declararon en desacato legislativo, nada que diga la Asamblea Nacional que nosotros elegimos es «constitucional», pero sí lo es la renovación ad-infinitum del Decreto de Emergencia Económica; nos robaron 605.000 firmas del Referendo, y al final, nos quitaron el Revocatorio; y las elecciones regionales van por el mismo camino; y ahora, el TSJ va a legislar. ¡¿Qué pasa, Venezuela?! Uno se pregunta…

La respuesta es que, psicológicamente, nos han anulado también, con una crisis provocada. «La Guerra Económica» es realmente una guerra psicológica. Estamos atontados, ahogados, agobiados, y quizás resignados ante la criminalidad, la inflación, la devaluación, la escasez, la corrupción, impávidos ante la penetración del narcotráfico en las altas esferas del gobierno y la sociedad. «Aquí quien menos puja, puja una lombriz» dice el pueblo.

Un estudio longitudinal de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massashusetts, sobre los efectos de las crisis y situaciones de estrés prolongadas en la psiquis humana, llevado a cabo sobre miles de sujetos en diversas circunstancias y países, confirmó que todos, unos más, otros menos, reaccionamos de la siguiente manera:
1. Con sentimientos de impotencia: Nos creemos incapaces de enfrentar a quienes nos oprimen, o superar las situaciones que nos agobian; sobrevivimos, pasando agachados, como dicen.

2. Enfrentamos dificultades para concentrarnos: Nos afecta en los estudios, en el trabajo.

3. Sufrimos tensión, incluso arterial, e irritabilidad: Los ACV y el cáncer glandular están a la orden del día; y la agresividad se nota en las calles, al volante, y en especial, en el crimen. Y ni hablar de una protesta, porque vienen «los colectivos».

4. Adoptamos una visión fatalista: «Esto se lo llevó el Diablo» decimos. «Esto se acabo», «el último que se vaya que apague la luz…»

5. Pasamos horas en vela, por insomnio: Y deambulamos de día, cansados, en consecuencia.

6. Magnificamos la amenaza: Chávez se veía invencible, y eso lo trabajaron muy bien. ¡¿Pero éste?!

7. Somos incapaces crónicos de razonar: No hay solución, sentimos.

¿Se identifica usted, amigo/a lector/a, con alguna de estas consecuencias, o con todas?

Una inflación que apunta al 1700%; devaluación del 380%; recesión del -12%; desabastecimiento hasta del 90% en rubros esenciales; casi 100 asesinatos por cada 100 mil habitantes que hacen a Caracas la ciudad más peligrosa del mundo; cortes eléctricos habituales, un racionamiento de agua que ya es normal, y sobrinos reales que confiesan que toneladas de droga a ser vendida en los Estados Unidos iban a financiar la campaña de sus tíos. Nada nos sorprende, y todavía no reaccionamos.

La crisis ha sido la mejor herramienta que encontró la revolución para romperle el espíritu al otrora bravo pueblo venezolano.

@fjquevedo