Opinión
Malandraje suelto por Claudio FermÃn

Los paros de transportistas en protesta por el asesinato de sus compañeros de trabajo son un hecho rutinario en Caracas, Maracaibo, Petare y otras ciudades del paÃs. Se llevan sus vehÃculos, los desvalijan, y asà entra la mafia del robo de automóviles en coordinación con la mafia de venta de autopartes.
Alguien muy poderoso tiene que estar detrás de centenares de bandas dedicadas a atemorizar conductores y a dejar en la calle a humildes trabajadores y a cualquier ciudadano que con inmensos sacrificios compran sus automóviles. Cada vez roban más carros sin que autoridad alguna haga algo.
La mafia del tráfico de drogas va a la cabeza en eficiencia e impunidad. Las cárceles son un mercado abierto de distribución y nada pasa. No queda sino deducir que quienes custodian a los pranes que manejan el negocio son socios en la movida. Pero la millonada que se mueve es de tal monto que en ninguna cabeza cabe que malandros de baja monta y tenientes de calabozos sean los verdaderos dueños de la droga.
Los buhoneros de la venta de gasolina en la frontera con Colombia se han llevado los titulares de prensa en las denuncias del contrabando de extracción, pero cualquier vecino del occidente del Zulia ha visto alguna vez gandolas descargando combustible a irregulares a plena luz del dÃa. Hay que estar muy respaldado para ser tan descarado. Esa es una mafia gorda.
El tráfico de armas y de municiones no se queda atrás. Por cierto, en Venezuela el único fabricante es el propio Gobierno a través de Cavim. Los importadores tienen que pasar por aduanas, puertos y aeropuertos. Todos bajo control de la Guardia Nacional.
Muchas han sido las noticias de armas largas extraviadas. Ha ocurrido una y otra vez en los últimos quince años. Asà se surten las bandas que operan por la libre en Venezuela. Y si esas son operaciones facilitas, que se repiten sin que luego se sepa qué pasó, más frecuente ha sido la matazón de policÃas para robarles armamento.
El malandraje anda suelto y apoyado. Los velorios son a plomo limpio, a plena luz del dÃa. Acaban fiestas con horrendas masacres. Secuestran. Asesinan y organizadamente. Traficantes de todo pelaje ahora tienen panas que mandan. Aquà y allá. Ascienden generales y coroneles. Desfilan con costosÃsimos armamentos y equipos. Y toda esa parafernalia en nada afecta a las mafias del tráfico de drogas, robo de vehÃculos, venta de armas y municiones, que ahora matan policÃas a placer.