La hegemonÃa, de acuerdo a la definición clásica de Gramsci, se sustenta en la capacidad para definir la agenda polÃtica y determinar el marco de referencia del debate, lo cual por definición implica del reconocimiento de los otros. La creación de un entretejido organizacional por medio del cual se canalice el reconocimiento ajeno al propio liderazgo constituye la expresión más lograda de control hegemónico.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos comenzó a dar forma a una estructura hegemónica diseñada a imagen y semejanza de sus intereses y visiones. Bajo Roosevelt y Truman cobrarÃa vida una red de organizaciones multilaterales y de alianzas, susceptible de dar sustento a algo parecido a un sistema de gobernabilidad global. Con el primero se darÃa forma a la ONU y a los acuerdos de Bretton Woods que hacÃan surgir al FMI y al Banco Mundial. Bajo Truman aparecerÃa el GATT, asà como un sistema de alianzas y organizaciones que vinculaba a Estados Unidos con Europa Occidental, Japón y América Latina. Este entretejido se consolidarÃa en tiempos de Kennedy con el fortalecimiento de la NATO y con la aparición de la OCDE. Con la excepción de la ONU, que algunos años después escapaba de su control, esta amplia red brindarÃa articulación a la hegemonÃa de Washington.
La administración del segundo Bush trajo un bagaje peculiar de ideas. Inmersa en una concepción arcaica del poder, la misma proclamó la improcedencia del multilateralismo cooperativo por cercenar la libertad de acción a la que su primacÃa le daba derecho. En su lugar se optó por el unilateralismo militante, dejándose claro que el poder de Estados Unidos lo eximÃa del cumplimiento de reglas y normas internacionales. Ello desestructuró gravemente al sistema hegemónico imperante.
Obama intentó volver al multilateralismo cooperativo, utilizando a la crisis económica heredada de su antecesor como fórmula para justificar la inevitabilidad del liderazgo estadounidense. Sin embargo, Europa prefirió seguir su propio camino apelando al liderazgo alemán, al tiempo que las economÃas emergentes se sintieron más vinculadas a PekÃn que a Washington. Más aún, la propia crisis económica hizo crecer exponencialmente la ya inmensa deuda pública estadounidense, poniendo en evidencia dos elementos. Primero, la distancia entre querer y poder cuando lo adeudado llega a 17 billones (millón de millones) de dólares. Segundo, los pies de barro del liderazgo estadounidense en medio de un bloqueo institucional doméstico exacerbado por las diferencias ideológicas en cuanto al manejo de la deuda.
Obama parece haber comprendido que la hegemonÃa global de Washington no es ya sostenible y que hay que saber centrar esfuerzos en una zona y en un tema especÃficos. Recogiendo velas y bajando el perfil en otras partes del mundo, Estados Unidos se concentra en la construcción de un entretejido multilateral bajo su égida en el PacÃfico, cuyo objetivo principal serÃa la contención a China. Ello lo coloca en curso de colisión con este último paÃs, el cual resulta ajeno a las ambiciones hegemónicas globales pero que se muestra obsesivo en cuanto a la preservación de su interés nacional.Â
El Universal
