El día después del 8 de diciembre por José De Bastos
Pensar que la abstención, en señal de protesta o para ‘deslegitimar al régimen’, tiene consecuencias positivas es tan ingenuo como pensar que un buen resultado en las elecciones del domingo representará un cambio notable para la Venezuela de 2014.
Los comicios municipales han sido planteados por la dirigencia opositora como un plebiscito, y de alguna manera lo son, pero ni una aplastante victoria hará que el lunes Nicolás Maduro renuncie o adelante las elecciones presidenciales. El triunfo de la MUD sería el primer paso para otros siguientes que deben tomarse y que, a esta altura, deben haber sido planificados por el liderazgo que otra vez se muestra retador y combativo.
Luego de animar a los votantes para la inesperada elección de abril, Henrique Capriles perdió a parte de su electorado por no lucir tan aguerrido el 15 de abril, como lo había sido hasta el 14 a medianoche. Aun quienes consideramos correcta su decisión, de evitar enfrentamientos en protestas por un resultado claramente viciado, debemos admitir que el tono del entonces candidato presidencial cambió mucho antes y después de aquel domingo, lo que aceleró el rompimiento con los más “radicales” del antichavismo.
Muchos de ellos probablemente no voten este 8D y representen un obstáculo para el triunfo de la MUD en más de un municipio, pero tal desencanto debe haber servido como lección para que el liderazgo opositor tenga más claros cuáles serán los pasos a seguir luego del domingo, dependiendo de cuál sea el escenario que se debe enfrentar.
Una abstención masiva opositora generaría un nuevo triunfo del chavismo, pero sobre todo, el primer triunfo electoral real de Maduro, quien apenas se sostuvo en la Presidencia por la popularidad de Chávez, y cuyas decisiones económicas y políticas enfrentan ahora su primer reto.
Una división de fuerzas, con porcentajes de voto muy cercanos al 50% y repartición de las principales alcaldías para cada bando, dejaría a la MUD en una situación difícil, al no contar con el empujón suficiente para pensar en revocatorios o adelantos para escapar del actual gobierno. Los alcaldes que mantengan o tomen nuevos espacios deberán llevar la vanguardia opositora y ser el último bastión de defensa en contra de un Estado cada vez más represor.
Un triunfo más notable de la oposición, con una mayoría clara del país en contra del gobierno nacional, aumentará la responsabilidad de Capriles, quien deberá trasladar tal sentimiento al centro del poder, para exigir cambios trascendentales en el futuro cercano.
Más allá del conocido ventajismo, el silencio mediático y la persecución judicial, las elecciones siguen siendo el mejor, y quizás ya el único, medio por el cual el país puede medirse y en el cual la oposición puede demostrar su fuerza y su rechazo a los 8 meses en los que Maduro ha sido Presidente. Como tantas veces se ha dicho, renunciar a ellas es darle a un gobierno autoritario la pequeña brecha que lo separa de una dictadura plena, de la cual no se tiene salida conocida.
Pero también hay que estar muy claros en que a estas alturas, el chavismo no responderá sólo ante un resultado electoral, y la maltrecha descentralización no será suficiente para mostrarle una alternativa al país. El día después de las elecciones debe seguirse una hoja de ruta que haga del 8D un verdadero plebiscito, en el mediano plazo.
Nota aparte de El Hatillo
La elección en el municipio El Hatillo, la única en la que no se alcanzó la unidad por razones ya conocidas, ha sido una oportunidad perdida para la MUD. Uno de los municipios más antichavistas del país pudo ser el modelo de cómo se quiere que sean las campañas en una Venezuela distinta, en donde se le dé prioridad a las propuestas, los debates públicos sean inevitables, y el terreno de disputa sea medianamente equilibrado.
Lamentablemente la campaña ha resultado agotadora, ha desviado la atención (y los recursos) mucho más de lo que debía en un municipio donde gane quien gane el alcalde será de la MUD, y ha mostrado la peor cara de varios de los partidos y dirigentes políticos nacionales. La cara opuesta de lo que fueron las primarias de 2012.
