A contracorriente por Maxim Ross
Las recientes actuaciones del Ejecutivo Nacional contra los comercios reflejan un atraso de política económica que no tiene nombre. Nos lleva a los primeros tiempos de la humanidad, cuando la usura o conductas similares eran castigados con la horca, la represión física, el exilio o el ostracismo para quienes las cometían. De allí acá los seres humanos han encontrando vías, algo más civilizadas, para resolver los grandes problemas económicos, entre ellas algo que se ha venido llamando “política económica”.
Digo, entonces que las medidas recientes van en contracorriente, no solo por el hecho de dejar de lado toda esa acumulación de conocimientos y prácticas que ha desarrollado la humanidad, sino porque, primero, las medidas adoptadas se realizan al final de la cadena productiva, en el mundo de los consumidores y, segundo, porque van en dirección contraria al formato que están practicando países de ideología similar.
Desde luego el público en general las percibe como positivas y, más bien, las celebra porque están muy cercanas a su quehacer diario, pero también hay que tener presente que es un manejo muy sutil de variables vinculadas a lo personal y sensitivo, esto es con un alto contenido político.
Al final de la cadena productiva
Si un gobierno o un diseñador de políticas públicas cree que la solución de un problema está al final de la cadena que lo produce está radicalmente equivocado. Por ejemplo, imaginen ustedes que el Metro, colapsa en un momento dado y las autoridades atribuyen la falla a un descarrilamiento o a un daño material en los vagones y, por consecuencia, asume que el problema se soluciona arreglando esos daños, sabemos que eso no va a resolver el problema.
Lo mismo sucede en la economía. Si el Gobierno cree de verdad y no se trata de una maniobra político–electoral, que los aumentos de precios o la escasez están en el mundo de los detallistas y los comerciantes, está colocando la solución donde no es, en tanto que todo ello tiene origen al principio de la cadena productiva y no al final.
Si los dólares no llegan, no llegan a tiempo o no están garantizados, los productores optan por otras vías para seguir operando. Si los costos parafiscales son excesivos o existen costos asociados a la permisología incrementan los precios. Si los días laborables cambian, las expropiaciones o confiscaciones continúan aparecen factores que los marxistas no reconocen en los precios que son la confianza y la incertidumbre y, si finalmente, existe una percepción generalizada de que todos los precios van a subir, que es la inflación, entonces, todo el mundo, incluyendo productores, trabajadores, gobierno y comerciantes se ajustan. Es lo que está al principio de la cadena productiva y si esos temas no se resuelven apropiadamente, por más comercios que se intervengan o dueños que se pongan presos, el problema no se solucionará.
La inflación, la política económica y el mercado en el socialismo.
El mejor ejemplo de cómo van contracorriente lo proveen los países que intentaron la vía socialista radical, el comunismo, entre ellos China, la Unión Soviética, Cuba o Vietnam. Todos ellos han producido reformas económicas que le dan un rol relevante a las fuerzas del mercado para la construcción de la riqueza y evitar la inflación. Todos ellos, sin excepción, abandonaron las prácticas pre-medievales aquí experimentadas y han recogido la política económica como el método para resolver el tema inflacionario. Han seguido, aunque no lo digan por razones políticas, sensatas recomendaciones de disciplina fiscal y monetaria, sumadas a reglas claras de juego, tasas de cambio y de interés alineadas, dejándole precisamente su experticia final al mercado.
En palabras del líder Deng Xiaoping “No importa el color de los gatos, lo que importa es que cacen ratones” y del Informe de Hu Jintao al Congreso del Partido en 2012: “…hacer valer en mayor grado y en ámbito más amplio el papel básico del mercado en la distribución de los recursos; perfeccionar el sistema de macro control; y completar el sistema de economía abierta, promoviendo así un desarrollo económico más eficiente, equitativo y sostenible”.
Varios ejemplos de países latinoamericanos, vinculados ideológicamente al gobierno venezolano, sirven para demostrar que van en la misma dirección y no a contracorriente como el de aquí. Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia y Uruguay han colocado la inflación en dígitos muy bajos, sin asaltar comercios y apresar gente.
Ojalá cuando José Mujica venga a Venezuela, a sabiendas de que le gusta dar buenos consejos, les deje su experiencia de lucha contra inflación y los convenza de que van a contracorriente.
maximross@cantv.net
Fuente: www.eluniversal.com