Apagones, imaginarios intentos de magnicidio y la crisis en Siria, han llevado a un segundo o tercer plano, la cuestión de los resultados de las demandas que en contra de la República de Argentina mantiene un grupo de inversores en varios tribunales de los Estados Unidos. Desde hace varios años, simplemente, estos grupos quieren que esa nación honre los compromisos adquiridos, es decir, que les paguen lo que les deben. Dado que los jueces han emitido, como era de esperarse, sentencias a favor de los demandantes, los muy nerviosos funcionarios del régimen kirchneristas, no encuentran que maromas político-legales realizar para evadir la acción de la justicia americana.
El caso es que al emitir bonos, la Argentina prometió que “mismo en default, los intereses no pagos y el capital serían pagados en su totalidad”, y que “los tenedores de bonos serían tratados de manera igualitaria”, cosa que, por supuesto, no han hecho, causando las comentadas demandas de algunos grupos de inversionistas.
Para el consumo de la galería, de muchos periodistas y también de demagogos políticos argentinos, el gobierno desde hace años, ha lanzado la increíble explicación que como muchos inversionistas argentinos, sin el músculo financiero y el tiempo para entrar en litigio contra una nación, aceptaron que sus ahorros fueran -no existe otra palabra- robados, pues sus pares extranjeros tenían que someterse al mismo destino. Así pues, locuaces periodistas y políticos demagogos de oposición, dedican buena parte de su tiempo a hablar mal y a catalogar como “fondos buitres”, a los inversionistas que confiaron en Argentina y con su dinero compraron los bonos emitidos.
Si bien resulta poco menos que repugnante ver al impresentable vice-presidente argentino Amado Boudou -sobre quien, según Jorge Lanata, no debe discutirse si es un corrupto, sino a cuanto asciende lo que se ha robado-, proferir las más insólitas acusaciones contra los “fondos buitres”, resulta patético escuchar a muchos periodistas de oposición, repetir cual loros amaestrados la cantaleta del gobierno en cuanto a que a estos inversionistas no se les puede pagar completo, porque a los pequeños ahorristas locales si se les quitó gran parte de su dinero.
La locura sobre este tema en Argentina ha llegado a tal extremo que el muy conocido economista gaucho Carlos Melconian, anda en procesión por los medios de comunicación pidiendo perdón al público, ya que se atrevió a no hablar mal de los mencionados fondos. Así pues, resulta que cuando los avispados inversionistas americanos compraron los bonos argentinos, en busca de su siempre objetivo básico de maximizar el dinero de sus accionistas, entonces para Buenos Aires éstos si eran unos competentes, honestos e intachables “businnesman”, pero ahora, que reclaman que les paguen lo suyo, pues son unos desgraciados imperialistas que lo quieren es quitarle de la boca el pan a los argentinos.
De seguro tal historia debe recordar a los más viejitos, el simpático cuadrito que muchos bodegueros tenían en sus negocios, mostrando a una oveja con cara suplicante cuando pide prestado y a un lobo con aspecto feroz cuando se le cobra.
Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad.
Universidad “Simón Bolívar”