Aquel pesado editorial por Francisco Ibarra Bravo
“Las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto si tienen la razón como cuando están equivocados, son más poderosas de lo que suele creerse.”
John Maynard Keynes
Quizás no exista un editorial que haya influido tanto en la vida de un país como aquel de Arturo Uslar Pietri publicado en 1936. Con certeza no ha habido uno más influyente en toda la historia de Venezuela. El que esto escribe lo hace con ventaja, la ventaja que da el paso del tiempo. Dudo mucho que Uslar en el momento que escribió ese editorial tuviese la más remota idea del profundo impacto que tendría en la vida de los venezolanos. Uslar fue un gran escritor y un gran referente de la cultura nacional. Sus esfuerzos en esta materia fueron encomiables. Sin embargo, sus ideas económicas, han sido, siendo generosos, bastante modestas.
La alargada sombra del la siembra petrolera todavía nos persigue. La quimera sigue estando ahí, a la espera que algún hombre digo la logre llevar a cabo. Desde el colegio se nos ha atormentado con la idea. El petróleo, el excremento del diablo, necesita ser redimido y para una redención no hay nada mejor que una siembra. La idea fundamental del editorial es que el petróleo es una riqueza temporal y destructiva. La única capacidad que tenemos los venezolanos de escapar del terrible destino al que nos empuja la actividad petrolera es el de generar las bases de para una economía “reproductiva y progresista”. Para esa tarea es “menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales”. Uslar no solo identificó el supuesto problema sino que propuso la solución. La solución pasaba por emplear la renta petrolera, canalizada mediante el gasto público, para redimirla invirtiéndola en generar una economía reproductiva. Este era pues el único mecanismo que teníamos los venezolanos para zafarnos del terrible destino que nos aguardaba.
El verdadero drama del editorial no es lo equivocado que estuvo el análisis. El verdadero drama es que innumerables políticos se lo tomaron en serio y creyeron de verdad en que el camino para la trasformación social del país pasaba por la siembra petrolera. Este es el espíritu fundamental de gran parte de la industria de Guayana. El problema es que al parecer de esa siembra, como de muchas otras, brotó una hiedra, pero una hiedra que todavía sigue necesitando del riego petrolero para poder seguir existiendo. Una vez escuché decir a Gustavo García algo que se me quedó fijo en la mente: en Guayana no sembramos el petróleo, lo enterramos. La siembra petrolera no ha fallado porque no se ha intentado, ha fallado porque el análisis del problema y la solución eran errados.
La idea de que la renta petrolera nos transformaría en un pueblo parásito e inútil, además de corrupto, sigue estando presente en la mente de la mayoría de los venezolanos que se abocan a pensar en estas cosas. Estos mismos venezolanos son los que no entienden cual es el verdadero efecto que la renta petrolera ha traído al país. El verdadero efecto perjudicial que la renta petrolera ha traído al país no ha sido su transformación acelerada de una sociedad rural a una urbana. El verdadero problema ha sido su capacidad de distorsionar la relación entre el Estado y sus ciudadanos. La renta no es mala de por sí, el problema de la renta petrolera en Venezuela es que ha generado una disociación entre el tamaño del aparato del Estado y el esfuerzo tributario que tienen que hacer los venezolanos para mantenerlo. En Venezuela tenemos un estado gigantesco para el esfuerzo tributario que se nos exige y podemos mantenerlo por la presencia de la renta petrolera. Al estar la renta de la principal riqueza nacional en manos del Estado, se ha impedido que el venezolano se convierta realmente en ciudadano y se ha generado una especie de servidumbre donde el venezolano espera contar con el favor del Estado y espera de éste la solución a un gran número de sus problemas. El venezolano, no ha logrado transformarse en un verdadero ciudadano por cuanto no es con una parte de su ingreso que se sostienen las instituciones del Estado, lo contrario, para un gran número, parte importante de sus ingresos provienen de éste. No puede llamarse ciudadano quien depende del Estado porque a la luz de la historia eso lo hará dependiente del gobierno y en la Venezuela actual, lo hará dependiente en última instancia de los favores de un solo hombre.
Al no diagnosticar el problema adecuadamente hemos pasado largos años enfocados en sembrar el petróleo. No hay nada que sembrar. La renta petrolera ha impedido generar ciudadanía fiscal y ese es su verdadero efecto perjudicial. El petróleo no nos ha transformado en una sociedad parásita e inútil, el petróleo ha retrasado el verdadero proceso de formación de ciudadanía. Si ese es el problema, la solución no puede ser seguir sembrando en esto o aquello. La solución pasa por utilizar la renta petrolera para generar ciudadanía fiscal. El problema es que para poder hacerlo se requeriría que aquellos que controlan o aspiran a controlar el aparato del Estado, estén dispuestos a lidiar con ciudadanos y no con siervos. Muy difícil.
Francisco Ibarra Bravo