En esta época del año, en la cual los deseos típicos de la humanidad confluyen hacia la ansiada consecución de la paz, es apropiado dedicar unas líneas para recordar el opúsculo del filósofo prusiano Inmanuel Kant titulado “La Paz Perpetua”. Con ello queremos inducir al lector a realizar una breve comparación entre algunas de sus ideas y la realidad que vivimos en el país.
Esta obra fue escrita en el año de 1795, por lo que se enmarca dentro de la época de la llamada “Ilustración”. Los pensadores de este período, entre los que se encuentra Kant, sostenían la preponderancia de la razón humana sobre diversos aspectos negativos de su propia naturaleza, por lo cual, a la larga, debería imponerse un mundo mejor, un mundo de progreso. Dentro de este contexto se sitúa “La Paz Perpetua”, que tiene por finalidad proponer un conjunto de condiciones objetivas, que de aplicarse llevaría a los Estados y/o pueblos del mundo a alcanzar un estado de paz permanente, librándose así de las penurias de las guerras.
La obra se encuentra articulada en la forma de seis “artículos preliminares”, tres “artículos definitivos”, dos suplementos, dos apéndices y un “artículo secreto” Se trata de un proyecto, de proponer un conjunto, como mencionamos previamente, de condiciones objetivas para el logro de la paz entre los pueblos y/o Estados. Se entiende que Kant estructura su escrito de esta forma siguiendo -con algo de ironía- la tradicional forma de la época de plasmar los acuerdos de paz.
De la obra extraemos tres de los artículos preliminares que nos llaman la atención:
a) Los ejércitos permanentes -miles perpetuus- deben desaparecer por completo con el tiempo.
b) No debe el Estado contraer deudas que tengan por objeto sostener su política exterior.
c) Ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución y el gobierno de otro estado.
Creemos que es conveniente resaltar también lo señalado por Kant, en uno de los artículos definitivos, en donde afirma que los Estados deberían tener una organización política de la forma republicana (democrática), entendiéndose esta última como aquella que presenta una estructura jurídica en la que exista la separación de poderes y que, además, defienda los derechos y la libertad de sus integrantes. Por lo tanto, Kant estima que la organización interna del Estado tiene una importancia crucial para la consecución de la paz permanente. Los Estados democráticos se muestran más inclinados hacia la paz, mientras que los Estados conducidos de forma despótica se encuentran más propensos a su involucramiento en guerras o conflictos armados.
El devenir de la historia le ha dado la razón a Kant con respecto a las condiciones internas y de política exterior que van asociadas con los Estados que históricamente se encuentran más implicados en conflictos armados internos o externos. Las conclusiones quedan para el lector.
Por: Leopoldo E. Colmenares G.
Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad.
Universidad “Simón Bolívar”